Todos los 17 de abril se festeja el día del Malbec y como era de esperar se publicaron decenas de artículos referidos a esta variedad de uva vinificable, por lejos la más difundida y la que identifica a la Argentina. El propio INV (Instituto Nacional de Vitivinicultura) emitió un completo informe estadístico que califica al Malbec como “nuestro emblema varietal”.
No se puede negar la importancia que tiene esa variedad oriunda de la región de Burdeos (Francia) para el sector productor de vinos en el país. Ese tipo de uva está presente en 17 de las provincias vitivinícolas argentinas y llegó en 2022 a ocupar 46.565 hectáreas, el 22,5% de los viñedos que existen en el país. Como la soja en la agricultura extensiva, su implantación no ha parado de crecer y la superficie prácticamente se duplicó en los últimos 20 años.
De todos modos, el 74% del total de la superficie de Malbec se encuentra en el Valle de Uco y Luján de Cuyo, en Mendoza.
Lo más interesante del informe del INV, de todos modos, es que marca que ese crecimiento del Malbec -como sucedió durante mucho tiempo con la oleaginosa, que desplazó a la ganadería y a muchos otros cultivos- se hizo a expensas de otras variedades.
Hay un gráfico, en ese sentido, que permite emparentar al Malbec con la historia de la soja en la Argentina. Muestra que esa variedad ha sido la que más ha crecido en superficie desde 2010, junto a otro pequeño grupo de variedades de uva que muestran indicadores positivos (ancellotta, flame seedless, aspirant bouschet, fiesta, cabernet franc y pinot negro).
Pero el crecimiento de las viñas de Malbec implicaron el retroceso de muchas otras variedades: desde 2010 cayeron en superficie (y algunas están al borde de la desaparición) las variedades Criolla grande, Cereza, Pedro Giménez, Carbernet Sauvignon, Moscatel Rosado, Merlot, Moscatel de Alejandría, Chardonnay, Tempranillo, Chenin, Sangiovese, Bonarda, Torrontés sanjuanino y riojano, Sauvignon blanc y Red Globe.
Es decir que son apenas siete las variedades que vienen creciendo la última década (con el Malbec como estandarte) mientras que 16 varietales decrecen. La vitivinicultura argentina, así, gana en homogeneidad. Pierde en diversidad. ¿Es bueno o malo eso?
“En 2022 la producción total en el país de la variedad Malbec fue de 4.242.644 quintales. La tendencia indica que la cosecha de esta variedad va en aumento (salvo en 2016, año de cosecha general del país históricamente baja). Es la variedad más cultivada del país y la de mayor producción”, define el informe del INV.
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“Como era de esperar es la variedad que más se comercializa dentro y fuera del país, con el 59% de participación en las ventas de vinos varietales totales”, destacó el presidente del organismo nacional, Martín Hinojosa. Entre las ventas al mercado interno de vinos varietales, el Malber representó 67%. Entre los vinos exportador, el 52%.
Como la soja en todo el agro, el Malbec aporta más de la mitad de las divisas obtenidas por el sector vitivinícola. En 2022, las exportaciones de vinos varietales elaborados con la variedad Malbec alcanzaron un total de 1.509.857 hectolitros, por un valor FOB de 509,2 millones de dólares. Cada litro se vendió en promedio a 3,37 dólares. En total, los Malbec argentinos se distribuyeron entre 120 países.
Para el funcionario a cargo del INV, este es claramente un proceso virtuoso. “Debemos hacer un análisis muy positivo del productor argentino, porque interpretó al mercado y se reconvirtió a nuestra cepa, la que nos representa en el mundo, debemos seguir aprendiendo del mercado y entender que el Malbec, es más que una variedad de uva, es nuestra identidad, a partir de su grandeza podremos reconvertirnos a un país tierra del Malbec, el mejor vino del mundo”, se entusiasmó Hinojosa, que proviene del palo bodeguero.
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Pero esos destinos de grandeza no siempre están asegurados, como sucede con la soja, que en los újltimos años ha comenzado a decrecer en superficie por las malas políticas aplicadas por los gobiernos, como las altísimas retenciones, la falta de acuerdos comerciales o la brecha cambiaria.
De hecho, el informe del propio INV muestra que -por fortuna- la historia no se hace de hegemonías sino de altas y bajas. En rigor, ya sucedió que la variedad Malbec representara el 22,5% de la producción total de uvas, como está pasando ahora. A princpios de la década de los ’60, cuando la Argentina tenía casi 300 mil hectáreas de viñeros implantadas, el Malbec ocupaba un área récord de 58.577 hectáreas.
Luego, por h o por b, la superficie con ese varietal desapareció peligrosamente hasta menso de 10.000 hectáreas, apenas 4,6% del área total ocupada por la vitivinicultura. Fue a mediados de los ’90, cuando comenzó la debacle en el consumo interno de vinos comunes.
Es decir que hace 60 años la superficie con uvas Malbec llegó a ser incluso mucho más amplia que las 46.565 hectáreas implantadas ahora que está tan de moda.