En el noreste de Corrientes, donde la tierra se vuelve colorada y el paisaje empieza a parecerse más a Misiones que al estereotipo de los campos correntinos, Forestal Las Marías despliega una trama productiva que rara vez entra en el radar del resto del país.
La marca es sinónimo de yerba mate y té gracias a sus etiquetas Taragüí, La Merced, Mañanita o Unión. Pero detrás de esa identidad consolidada hay décadas de manejo forestal, planificación de largo plazo y una convivencia fina entre cultivos, monte implantado y áreas de reserva. En la zona de Gobernador Virasoro, la forestoindustria de Las Marías es bien conocida, ya que es una de las principales productoras de madera de pino y ecualiptus.
Para entender esa pata menos visible del establecimiento, Bichos de Campo recorrió el campo junto a Marcelo Rolón, ingeniero forestal y asesor externo en gestión ambiental y forestal de la empresa. Rolón conoce cada lote, cada pendiente y cada decisión productiva que fue modelando el paisaje, ya que lleva años mirando crecer árboles y haciendo números con horizontes que no entran en una campaña agrícola de las del centro.
“Las Marías tiene una vasta área forestada con pinos y eucaliptos, fundamentalmente con pino; más del 90% es pino”, explicó. Pero enseguida marcó la singularidad del esquema: “Lo particular es que convive con la yerba. No es que solamente hace forestación: la yerba está en el medio de la forestación, del bosque nativo y de las áreas de reserva”.
Esa convivencia no es azarosa y responde a una lectura precisa del ambiente. En Las Marías, la yerba mate ocupa las lomas y parte de las medias lomas, donde los suelos ofrecen mayor calidad. La forestación avanza desde la media loma hacia abajo y ocupa los bajos. “La yerba es más exigente en cuanto a suelo. Al pino también le gustaría un mejor suelo, al eucalipto también, pero la idea es el mejor aprovechamiento de todo lo que es el negocio de la empresa”, sintetizó Rolón. Allí donde la yerba no puede ir, el pino encuentra su lugar.
Las Marías está en pleno núcleo forestal de la provincia. “Este es el emporio forestal de Corrientes”, dijo Rolón, casi como una aclaración necesaria para quien imagina la provincia desde otros paisajes. Los suelos, clasificados como complejos 6A y 6B, son menos profundos y menos ricos que los de la selva misionera, pero se adaptan bien a la forestación. “Son suelos más previstos para forestación. El pino aguanta suelos diferentes, incluso con algo de piedra. Se adapta perfectamente”, señaló. En los bajos y bañados, el eucalipto encuentra condiciones ideales para crecer.
La superficie productiva de Las Marías ya atravesó, en muchos casos, su segundo turno forestal. Hubo zonas donde primero hubo pinos en las lomas, luego se implantó yerba y más tarde la forestación volvió a ocupar las partes bajas. No se trata de una rotación corta ni de decisiones apresuradas. “El pino tiene turnos de 16 a 18 años, según cómo esté creciendo el suelo. El eucalipto puede estar en 14 o 16”, explicó. En comparación con otras regiones de Misiones o Paraguay, donde los turnos pueden bajar a 10 o 12 años, aquí la estrategia es otra: usar para forestación los suelos que no son los mejores y dejar las lomas para la yerba.
Mirá la entrevista completa con Marcelo Rolón:
El manejo del monte implantado también tiene objetivos claros. “Apuntamos a una forestación a madera serrable, buscando cierto diámetro en el menor tiempo posible, dentro de lo que el mercado está pidiendo”, detalló Rolón. Hubo épocas en que el objetivo era llegar a grandes diámetros, superiores a 30 centímetros, para obtener trozas laminables destinadas al bobinado. Eso implicaba tiempos largos y menor densidad de plantas. Hoy, el enfoque es distinto.
“Se hace una relación costo–financiera: tratar de cosechar antes, acortar el tiempo de espera del producto final y mejorar la rentabilidad, pero sin resignar volumen ni calidad”, explicó. El rango de diámetros más demandado por los aserraderos, entre 25 y 30 centímetros, pasó a ser el corazón del negocio. El bosque, aclara Rolón, no es una fábrica. Siempre habrá madera por encima y por debajo de ese rango. El desafío del manejo está en maximizar la proporción que entra en el rango comercial más eficiente.

Las decisiones silvícolas se ajustan lote por lote. En suelos de mejor calidad, se intensifica el manejo con uno o dos raleos. En ambientes más restrictivos, se reduce la intervención y se define antes la densidad final. Todo responde a un equilibrio entre crecimiento, costos y retorno de la inversión. “Cuando hacés una tasa interna de retorno, lo que buscás es que te dé la mejor tasa posible para justificar la inversión”, resumió.
La relación con la industria es directa. El principal cliente de esa madera es la propia Forestal Las Marías, al mando de Stuart Navajas, uno de los descendientes directos de los fundadores de Las Marías, y eso condiciona cada decisión previa.
También en los últimos años hubo un cambio profundo en la matriz industrial ya que lo que antes era residuo hoy es subproducto, y muchos de esos subproductos se convirtieron en unidades de negocio relevantes. “La laminación quedó más concentrada y lo que tiene mayor salida comercial hoy es el diámetro de 25 a 30”, explicó Rolón. La planificación forestal se arma en función de lo que la industria puede y necesita aprovechar.
Esa coordinación llega al detalle. “Forestal Las Marías nos dice: quiero una troza de 3,70 metros en la base”, contó. Ese pedido responde a la forma en que la industria diseña su diagrama de corte y maximiza el aprovechamiento. También pesan cuestiones de especie y genética. El color de la madera, su comportamiento mecánico y la presencia de defectos influyen en la eficiencia industrial y en los mercados a los que apunta la empresa.




