La producción frutícola de la Patagonia comprende a las frutas de pepita y carozo, que se realizan sobre una extensión que alcanza casi las 40.000 hectáreas implantadas en la región, cuyo destino es en su mayoría el de exportación. Eso hace que sea necesario cumplir con múltiples protocolos de calidad, que garanticen la inocuidad de esos productos, para lo cual el INTA acompaña aportando distintas herramientas técnicas.
Una de las más importantes es el muestreo de la calidad del agua de uso agrícola, que se emplea tanto para riego como para la prevención de heladas, como la aplicación de agroquímicos y el enfriamiento de las frutas post cosecha.
“En relación con el agua de uso agrícola, se apunta a la gestión sostenible y responsable de los recursos hídricos y a la inocuidad de los alimentos. Para ello se han incorporado distintos parámetros orientados principalmente a los riesgos de contaminación microbiológica”, indicó Adrián Colodner, investigador del Área de Poscosecha de Alto Valle.
De acuerdo con Ayelén Montenegro, especialista en SIG y Teledetección en Alto Valle, el muestreo regional es colaborativo. Cada productor que participa se compromete a realizar 3 muestras en los puntos asignados que luego son procesadas para elaborar el informe. Uno de los aportes técnicos del INTA Alto Valle fue la asignación de los puntos para que resulten representativos de los establecimientos productivos que participan, asociados a los canales de la red de riego”.
Este estudio apunta a cumplir con dos normativas implementadas en la región: la Global Gap, para la fruta con destino a Europa, y la Food Safety Modernization Act (FSMA), para la fruta con destino a Estados Unidos. Esta última es más específica en lo referido a los aspectos microbiológicos de calidad e inocuidad.
“La importancia del estudio para la región es acompañar con temas técnicos al sector productivo en el cumplimiento de las normativas. Según los resultados de los 39 puntos evaluados, la calidad del agua del sistema de riego del Alto Valle en general cumple con los requisitos para uso agrícola, aunque hay cuestiones puntuales para mejorar. Para eso es importante hacer los análisis de riesgo de contaminación”, señalaron desde INTA.
En los casos en que se requiera una medida correctiva, se aplica un intervalo de tiempo entre el último uso del agua y la cosecha.
“De acuerdo con el resultado de los análisis, este intervalo puede ser mayor o menor. En nuestro caso, debido a que las UFC excedían el criterio de cumplimiento de manera mínima, el intervalo requerido fue muy corto, solo uno o dos días para garantizar la inocuidad del producto”, dijo Colodner.
Desde el Instituto informaron que la normativa Global Gap afrontó modificaciones, por lo que habrá nuevos requisitos para el agua, no solo en función de su calidad microbiológica sino también en cuanto a su gestión y eficiencia de riego.