Aunque Argentina es el mayor industrializador de limón en el mundo, y uno de los principales jugadores dentro del negocio de la fruta fresca, aquella producción con base en el NOA ya no reluce como lo hizo hasta hace unos años.
Con más de siete décadas de desarrollo en el país, apalancados en los trabajos de la Estación Experimental Agropecuaria Obispo Colombres (EEAOC), la limonicultura se realiza sobre una superficie que supera las 50 mil hectáreas, de las cuales se extraen entre 1.700.000 a 1.800.000 de toneladas de ese cítrico. Una parte se vende en fresco, tanto al mercado interno como al externo, y otra se convierte en jugo, aceite y cáscara deshidratada que es empleada como insumo en las industrias más exigentes.
Sin embargo, tanto esa extensión de tierra como el total productivo que de ella se obtiene –que tocó su pico productivo entre 2020 y 2021 con 2.200.000 toneladas cosechadas- vienen en franco descenso, producto de distintos obstáculos que la actividad parece no lograr sortear. Muestra de eso son las imágenes satelitales tomadas por la EEAOC, en las que se reconocen más de seis mil hectáreas de limones erradicadas.
“Hoy claramente estamos viendo un problema de ese crecimiento importante que se produjo en Argentina, al que hay que sumarle el crecimiento mundial. Falta capacidad de generar políticas inteligentes de administración de esos excedentes. Ha habido una pequeña dormida en los laureles en el pasado, donde nos hemos enamorado del negocio tradicional y hemos dejado de lado la investigación y el desarrollo de productos alternativos. Eso nos hubiese ayudado a sostener un número equilibrado de rentabilidad, así como a crecer como actividad, evitando la crisis y esta caída de hectáreas”, definió Pablo Padilla, productor limonero y titular de la Asociación Citrícola del Noroeste Argentino (ACNOA), en una charla con Bichos de Campo.
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Esa crisis llevó no solo al creciente abandono y erradicación de árboles en la región, sino también a un traspaso del limón a la producción de caña de azúcar, que para muchos generará un quiebre biológico.
“La naturaleza empieza a regular y va a empezar a caer la producción por el traspaso. Así es que la oferta de limón de Argentina tiende a caer, y la oferta de productos tiende a equilibrarse. En la cáscara ya se ve que no hay stock, y en el jugo empieza a verse que los stocks se han estado moviendo y que hemos tenido en los últimos meses una pequeña recuperación de los precios. Eso no se termina de reflejar porque también hay un proceso antidumping en los Estados Unidos, que lo tiene un poco paralizado al mercado”, señaló Padilla.
En este escenario, donde los cambios macroeconómicos acontecidos durante el primer año del gobierno de Javier Milei también jugaron un papel clave, dejó entrever para el titular de ACNOA no solo “soldados caídos en el camino”, sino “situaciones dispares en la actividad que producen distintas intensidades en la búsqueda de soluciones a los problemas”.
Un ejemplo de eso son los contratos que un puñado de empresas (las cinco más grandes del rubro) mantienen con la principal envasadora de gaseosas, Coca-Cola.
“Es un tema escabroso pero yo creo que las cosas hay que hablarlas. Claramente hay un contrato que genera un ingreso superlativo por venta de aceite, que lo tienen un grupo de empresas que pueden sobrevivir a la caída de precios de los otros subproductos. Las empresas que no gozan de esa situación la están pasando muy mal. Hoy podemos decir que no hay igualdad de necesidades en la búsqueda de soluciones. Claramente la actividad pasó de facturar 800 millones de dólares a facturar 450. Eso nos pega a todos, pero de distinta manera. Yo creo que esa situación contractual es beneficiosa para la provincia y para la actividad, porque permite un ingreso, pero se generan asimetrías que llevan a tener una distinta visión de cuál es la solución a la actividad”, indicó el limonero.
Frente a esto generó esperanza un proyecto para crear un Instituto, que genere marcos para la discusión y los acuerdos entre los distintos eslabones que conforman al sector, pero que lamentablemente no prosperó.
“El objetivo era generar un marco de discusión más claro para que nadie pueda mirar al costado, y para que se defina una estrategia comercial para el sector y la provincia, al igual que sucede en muchas actividades del mundo. No nos olvidemos que el sector tiene un impacto en la provincia socioeconómico que no es menor: más de 50 mil trabajadores y más del 50% de las divisas que ingresan”, analizó Padilla.
Aún así, el tucumano no pierde la ilusión de un cambio. “Sigo teniendo esperanza de que el sector vuelva a demostrar la inteligencia y el profesionalismo que tuvo en algún momento, y pueda corregir estas cosas que están poniendo en una crisis muy severa a la actividad y a todos los actores de la misma”.
-¿Lo ves renaciendo al sector de esta crisis o lo ves así para las próximas décadas?– le preguntamos.
-Es difícil de contestar, pero yo creo que el sector es resiliente. Así como las caídas de precios son muy severas, cuando empieza a faltar producción estos se escapan. Muchas veces hemos visto que en el Mercado Central el limón vale una fortuna porque no hay. Es un producto inelástico, pero ante la falta de producción reacciona fuertemente a la suba. Y el productor cuando le sobra un peso, un dólar en el bolsillo, por general vuelve a invertir, aunque la actividad citrícola sea de largo plazo. No es sembrar soja, que siempre la decisión es por un año. Si yo tomo la decisión de plantar una planta de limón, o de naranja, o de cualquier otro frutal, estamos pensando en los próximos 25 años. Es cuestión de ver cómo evoluciona.