La Argentina tiene unas 54 millones de cabezas. ¿Pero cuántos de esos animales están en establecimientos lecheros? En los últimos 4 año, el rodeo de los tambos se redujo un 7% en la Argentina. Según los últimos datos disponibles en el Senasa, en 2020 había 3,13 millones de animales, mientras que en 2017 el stock lechero sumaba 3,36 millones de cabezas.
Pero la reducción fue levemente superior en las categorías clave para esa actividad: vacas y vaquillonas se achicaron 8% según los informes del Senasa.
A pesar de esta reducción en el número de vacas lecheras, los niveles de producción de ese alimento se mantuvieron relativamente estables, en torno a los 10.000 millones de leche. En 2021 se registra incluso un incremento de 4,4%, con relación al año pasado. Eso habla a las claras de que los productores que logran permanecer en el sistema lo hacen mejorando sus niveles de eficiencia.
Esta mejora de la productividad por vaca vino de la mano de la mayor escala. El 6% de los tambos producen más de 10.000 litros de leche por día y aportan el 30% de la producción. En la otra punta, el 25% de los tambos produce menos de 3.000 litros diarios y genera solo el 22% de la leche.
Los motivos de tal reducción en los animales destinados a la producción lechera son variados. Por un lado la lechería es una actividad que desde siempre estuvo sujeta a los vaivenes de precios y costos, que fueron llevando al achique en el número de tambos y a la salida especialmente de los más chicos. Muchas veces, esa genética es adquirida por otro tambo que incrementa su tamaño.
La falta de mercados institucionalizados para la leche es, segú n denuncian los dirigentes rurales, uno de los problemas que tiene el sector y que limita el poder de defensa de todos los productores, pero especialmente de los más chicos, que tienen menos espaldas financieras y muchas veces alquilan las tierras donde producen. Desde siempre el productor fue un “entregador” de su producción: todos los días le retiran la leche sin saber a ciencia cierta cuánto cobrará por ella, por la que ya tuvo un costos de producción definido.
Muchos de esos productores salieron del sistema y cambiaron la lechería por la agricultura, que cuenta con mercados en los que el precio está más a la vista y generalmente en dólares, y donde se pueden cerrar contratos forward por caso o coberturas en los mercados de futuros.
En ese contexto, en los últimos años había aparecido la elevada demanda de carne desde China. Ese país que pagó muy bien la vaca de conserva y manufactura, en un proceso que por un lado incentivó la “limpieza” en los tambos de los animales menos productivos. Al mismo tiempo eso sirvió para mejorar los ingresos y compensar las pérdidas de la actividad en sí misma.
Según un informe del Observatorio de la Cadena Láctea (OCLA), la venta de ese tipo de animales representa en promedio el 15% de los ingresos del tambo medio y por eso las quejas cuando el gobierno nacional este año decidió restringir las exportaciones de carne de vaca vieja a China, cuando ese tipo de cortes no tienen un mercado en Argentina.