La importación de soja, que permitió abastecer a la industria aceitera argentina durante este año ante la falta de mercadería ocasionada por el desastre climático registrado en 2022/23, comenzó a mermar de manera acelerada.
En septiembre pasado, según el último dato oficial disponible (Indec), la molienda de soja argentina fue de 1,89 millones de toneladas versus 2,83 y 3,70 millones en el mismo mes de 2022 y 2021 respectivamente.
La importación de soja, proveniente de Brasil y Paraguay, fue el mes pasado de 646.685 toneladas, una cifra equivalente al 34% de la molienda realizada en septiembre.
A partir del presente mes de octubre la proporción de soja importada comenzó a descender porque el saldo exportable de poroto paraguayo es mínimo, al tiempo que no resulta viable económicamente traer mercadería de Brasil en el marco del régimen de admisión temporaria.
En épocas normales, la operación en términos cambiarios se instrumentaba por medio del acceso al mercado de divisas para poder girar los dólares al comprador –Paraguay y, en menor medida, Brasil y Uruguay– y luego recibir las divisas generadas por la exportación.
Pero en la actualidad, con el Banco Central (BCRA) virtualmente “seco” de dólares y “pateando” y obstaculizando autorizaciones de acceso a divisas a una legión de sectores productivos, esa alternativa no es factible.
Por lo tanto, son las propias industrias aceiteras, ya sea con capital propio o créditos de prefinanciación de exportaciones, las que deben aportar las divisas para poder originar soja en los países vecinos.