En Uruguay están desarrollando una fuerte apuesta a la sostenibilidad de los sistemas ganaderos en los que se busca la adaptación al cambio climático y la mitigación de los gases de efecto invernadero (GEI) mediante un mejor manejo de la base forrajera de campos naturales.
Para eso implementaron un proyecto que se denomina “Producción Ganadera Climáticamente Inteligente y Restauración del Suelo en Pastizales Uruguayos”, pero, para hacerla corta, es más conocido como “Ganadería y Clima”.
Para eso, además de las variables productivas y económicas presentes en cada empresa, también se considera el balance de carbono y de GEI. La metodología de trabajo fue desarrollada por la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República (Fagro-UDELAR) y el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA).
Santiago Dogliotti, ingeniero agrónomo y docente de la cátedra de Producción Animal de la Faculta de de Agronomía, es uno de los líderes de ese proyecto, que arrancó hace un año y del que ya se pueden dar cuenta de algunos resultados positivos.
El investigador explicó a Bichos de Campo que “estamos enfocados en la ganadería en campo natural con perfil criador, pero con recría y ciclo completo también” y que “el foco está en explotar los espacios para que se obtenga un ganar-ganar, es decir, ganar en el ingreso de los productores y en la mejora de la producción de carne por hectárea, y también en lo que tiene que ver con los servicios ecosistémicos que brindan los sistemas de producción, entre ellos la conservación de la biodiversidad del campo y también en bajar las emisiones de gases de efecto invernadero y en particular el metano”.
Dogliotti señaló que la metodología de trabajo requiere del aprendizaje del productor, pero también de los técnicos extensionistas y de los investigadores y capacitadores de recursos humanos.
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El investigador comentó que es indispensable “volver a darle al campo natural su importancia como fuente fundamental de producción de forrajes y manejarlos de tal manera que sea más eficiente la productividad ganadera” por medio de “la regulación del ciclo, los entores, la carga, el tiempo de pastoreo, es decir, una serie de medidas que sea adaptan a cada caso en particular y que mejoran los indicadores productivos”.
Y resaltó que las mejora en la producción resultan en una mejor eficiencia relativa en cuanto a la cantidad de GEI emitidos tanto por kilos producidos como por superficie.
El programa en cuestión tiene para un año y medio más al cabo del cual se podrán sacar mejores conclusiones. De todos modos, ya hay datos que son alentadores. Por ejemplo: una productora que participa de la iniciativa, Iris Arellano de Cerro Largo, contó que “en este primer año bajé la carga” animal para evitar el faltante de comida en el invierno. Y su extensionista, Isabel Barros, dijo que se eligieron y aliviaron los potreros y por eso “la condición corporal de las vacas es muy superior a los años anteriores”. El resultado fue que en un año de trabajo el ingreso neto aumentó casi 300%. Eso no se explica solo por el repunte de la condición corporal, sino también por una mejora en la gestión del pasto y los indicadores reproductivos, destacó el docente de Facultad de Agronomía, Pablo Soca sobre los resultados alcanzados por Arellano y Barros.
Dogliotti dijo que el de Arellano fue un caso paradigmático, que no se puede tomar como referencia y que en otros establecimientos hubo mejoras significativas, pero no de tal magnitud. “Son menores, aunque importantes; se logró en más del 60% de los casos aumentar el ingreso neto de los productores” comentó.
Con respecto a las emisiones de GEI, dijo que no se cuenta aún con el resultado de las mediciones, pero que hay estimaciones que dan cuenta de una reducción de tanto por unidad de producción de carne como por unidad de superficie. “Eso nos hace ser optimistas para el año y medio que nos queda de trabajo en los predios”, concluyó.