“En ese momento me sentía bastante solo porque no se apoyaban estas prácticas; era el año 2005”.
Fabián Baumgratz nació en Puerto Rico, Misiones, donde estudió en una escuela agrotécnica. A los 17 años se fue a aprender producción agroecológica y a trabajar con la gente de Naturaleza Viva en Santa Fe, a través de quienes accedió a una beca en el Instituto Biodinámico de Brasil.
Luego de esa experiencia de “ir y venir” -ya que estudiaba en Brasil- comenzó a trabajar en distintas fincas de Salta, Tucumán y el sur de Santa Fe, y en 2005 empezó a realizar asesorías biodinámicas en emprendimientos desde la Secretaría de Agricultura Familiar de la Nación en Misiones. También en un grupo de INTA/Cambio Rural Córdoba, haciendo biodinámica extensiva. Es de esa época la frase que inicia esta nota.
“Fue todo muy difícil porque el planteo era disruptivo, no por un tema técnico pues ya existía evidencia de que era posible producir de forma eficiente con biodinámica en grandes extensiones”, explica Fabián. “Pero, aunque se habían sumado a la propuesta de manera voluntaria, a la hora de hacer cambios concretos los agricultores estaban aferrados a su método y no querían salir de ahí, a lo cual muchas veces se sumaba que su entorno (familia, conocidos, vecinos) tampoco querían saber nada de cambiar, entonces todo era complicado”.
Fabián cuenta que ahora las cosas son bastante distintas porque en estos años ha crecido mucho el interés de los productores por la biodinámica. Y también de personas que quieren desarrollar proyectos productivos pero que no vienen del rubro y lo primero que buscan es una relación más sana con la naturaleza. “Estuve hasta el año pasado en un proyecto en Tucumán de 17.000 hectáreas que está en transición a la biodinámica”, describe. “Producen principalmente soja y maíz, complementado con garbanzos, sorgo, arvejas, lentejas y porotos; los primeros 3 años les costó y disminuyeron los rindes pero a los 6 años se estabilizaron y lograron bajar un 70% el uso de insumos”.
Actualmente Fabián, entre otras cosas, trabaja con la Fundación Demeter con el objetivo de generar la certificación biodinámica en Argentina y en países limítrofes. Y un gran dato: están en proceso de lograr certificación biodinámica para mercado interno sin necesidad de tener la certificación orgánica, lo cual abre la posibilidad de que muchos más productores certifiquen (porque hoy la doble certificación es un costo muy alto y muchos no pueden acceder).
-¿Por qué con solo 17 años ya le interesaba “otra forma” de producir?
-Porque yo ya tenía un dilema con los agroquímicos. Mi padre, que era agricultor al igual que mi abuelo, nunca usó, por eso me hacía mucho ruido eso de la famosa “receta”. Así que cuando surgió la oportunidad de ir a trabajar con Naturaleza Viva no lo dudé, y ellos mismos me consiguieron la beca para estudiar biodinámica. Fue ahí cuando tuve un cambio rotundo en mi manera de concebir la naturaleza.
-¿Pudo poner en práctica esos nuevos conocimientos?
-Sí, en la misma finca de Naturaleza Viva. También empezamos a recibir estudiantes para mostrar nuestro trabajo y ya en 2002 comencé a dar cursos a través de la Asociación Biodinámica Argentina.
-¿Cuál es la diferencia entre un producto biodinámico y uno convencional?
-La base de la producción biodinámica es orgánica, no se usan insumos químicos. A la vez, se busca generar sistemas que no dependan de insumos externos y se fortalece el sistema de producción, para lo cual se necesita diversidad productiva (no se puede hacer un monocultivo) que genera una estabilidad de producción.
-¿No se usa ningún tipo de insumo?
-Se utilizan preparados que tienen una acción homeopática, trabajan con fuerzas que mejoran los aspectos cualitativos del producto, como el aroma, sabor, concentración de aceites esenciales, de minerales, o la calidad del gluten en el trigo, por poner un ejemplo concreto. Todo eso es una muestra de que el alimento tiene una carga de fuerza que nutre de una forma diferente al ser humano porque además de tener mejor calidad de nutrientes como ya mencioné, ese alimento posee una fuerza vital específica que potencia su capacidad alimenticia.
-¿Se puede medir esa fuerza vital?
-Sí, a través del método de cristalización sensible y el de cromatografía. Se trata simplemente de la fuerza vital que tienen todos los seres vivos, y el alimento, según la fuerza vital que tenga, nutre de otra manera.
-¿Cómo logra la biodinámica que los alimentos que produce tengan fuerza vital?
-Con técnicas para conducir los procesos de la naturaleza. Todas las plantas tienen un ciclo de desarrollo vegetativo y luego de concentración, hasta la producción de la semilla. Ese ritmo hay que acompañarlo, no apurarlo, de lo contrario, se genera desequilibrio. En la agricultura convencional se busca el mayor rinde en el menor tiempo y el grano se carga de “agua” para generar volumen, pero le falta la composición que permita formar las estructuras complejas y concentrar estas fuerzas vitales para estar completo.
-¿Hay que tener paciencia para la biodinámica?
-No es un tema de paciencia sino de tener la capacidad de desarrollar una estrategia para que esto ocurra. Lo que pasa es que hay que invertir para recuperar la fertilidad de los suelos; no es lo mismo un campo que viene de directa de uno que estaba abandonado. Lo que requiere la biodinámica es un cambio profundo en la manera de producir. Es indispensable vivir en el campo porque las decisiones técnicas que se toman tienen que ver con la capacidad de observación de lo que sucede en el territorio, además se vincula con el desarrollo social de la finca, donde todos los empleados deben estar en una situación de bienestar y comprometidos con la biodinámica.
-Usted ahora también tiene su propia finca. ¿Cómo es trabajar para usted mismo?
-Iniciamos un proyecto asociativo junto a una ingeniera agrónoma pero ahora sigo solo. Para mí lo primero fue sentarme y pensar: “¿Qué hago ahora con esto?”, porque era tomar las riendas de un proyecto en su totalidad. Son 3 hectáreas dentro de una finca más grande y mi objetivo principal es incentivar el alto potencial de producción que tiene la zona, por eso quiero hacer una finca de alta diversidad productiva, con frutas tropicales, viñedos, aromáticas, horticultura e integración de animales, más permacultura y energía alternativa. Con participación de voluntarios y siendo sede de la formación regional en agricultura biodinámica, quiero mostrar que se puede generar una alta diversidad de alimentos en un espacio chico y respetando monte nativo. La finca es el lugar donde puedo expresarme libremente, asumiendo la responsabilidad de prueba y error.
Muy pero muy bien