El interés por encontrar un sustituto para el glifosato, un histórico herbicida que ha acompañado el desarrollo de la agricultura tal como la conocemos hoy, se ha transformado prácticamente en la búsqueda del santo grial. Es que en medio de crecientes regulaciones y prohibiciones a su uso, que más de un país ha encarado, le necesidad de un reemplazo que permita sostener la producción y sus rindes se ha vuelto fundamental.
Argentina, que no es ajena a esa coyuntura, ha hecho lo suyo para dar con la mágica formula pero más allá de las promesas y los innovadores proyectos, todavía no cuenta oficialmente con ninguno. Así lo confirmó a Bichos de Campo el área de registros de Senasa, que indicó que hasta el momento solo hay “un bioherbicida en proceso de registro” pero que “todavía no se ha autorizado ya que se le solicitó a la empresa más información”.
Es decir que al menos por ahora no hay registrado en el mercado local un insumo de origen biológico que pueda sustituir los usos del glifosato (que es eficiente contra un amplio abanico de malezas) ni a cualquier otro principio activo que sirva para lo mismo. La definición de “herbicida” refiere a un producto químico que destruye plantas herbáceas, como hay insecticidas para enfrentar plagas y fungicidas para curar hongos.
Por considerar que los datos eran reservados, el organismo no confirmó a este medio cuál es la empresa detrás de ese insumo biológico en vías de registro, y señaló que aunque todavía no haya uno aprobado, no se puede descartar que “las empresas estén generando la información para presentarlo en un futuro”. Aún así, hay una certeza: los productores locales deberán seguir trabajando como hasta ahora, con el agroquímicos más famosos, o apelando a medios de control mecánico o manual de las malezas.
Requiem al Glifosato: Bayer pagará una fortuna para cancelar la ola de juicios contra la ex Monsanto
De todos modos, la búsqueda no se detiene. Lo cierto es que desde que la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), nucleada en la Organización Mundial de la Salud (OMS), clasificó en 2015 al glifosato como “probablemente cancerígeno”, una etiqueta que poseen muchos otros productos de uso cotidiano, muchos países comenzaron a implementar regulaciones mucho más restrictivas respecto al uso de ese popular agroquímico.
Hay que recordar que el uso de glifosato creció exponencialmente desde la época en que se volvió masivo el cultivo de soja, luego de que Monsanto –empresa que tenía la patente del conocido Roundup- lanzará en 1995 el primer cultivo transgénico del mundo: la soja RR o Roundup Ready, que justamente resistía a la aplicación de glifosato.
El mote de cancerígeno le valió la realización de miles de juicios en Estados Unidos, en los que se denunciaba a la empresa por el impacto del producto en la salud humana. Cuando Monsanto fue comprada por la alemana Bayer en 2018, por un desembolso de 63 millones de dólares, esa firma europea líder en biotecnología agrícola heredó para de esos procesos judiciales, por lo que debió pagar otros 12 mil millones de dólares para frenarlos.
Un movimiento similar inició en Europa, donde si bien ningún país miembro de la UE lo prohibición por completo, muchos implementaron prohibiciones parciales para su uso en zonas sensibles o cercanías de hogares. Algunos de ellos fueron Austria, Francia, Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo y Alemania.
Incluso a comienzos del año pasado, la Comisión Europea aprobó un régimen de subsidios en Francia, “destinado a paliar las consecuencias económicas vinculadas al cese del uso de glifosato por parte de las explotaciones agrícolas”, por un total de 215 millones de euros.
Aún así, durante el 2023 se debatió en ese continente la ampliación de la aprobación de uso del glifosato y se sancionó por un plazo de diez años más. Según indicaron a finales del año pasado, la decisión se basó en “las exhaustivas evaluaciones de seguridad llevadas a cabo por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) y la Agencia Europea de Sustancias y Preparados Químicos (ECHA)”.
La EFSA había declarado previamente en una evaluación de julio que no había encontrado “áreas críticas de preocupación” para la renovación del uso del glifosato, luego de examinar 16.000 estudios publicados, 2.000 de los cuales se consideraron potencialmente relevantes.
De todos modos, la aprobación quedó sujeta a “ciertas condiciones y restricciones nuevas” como la prohibición del uso como desecante antes de la cosecha y la necesidad de ciertas medidas para proteger a los organismos no objetivo de las aplicaciones.
En Argentina, donde las regulaciones municipales cada vez más excluyentes para la aplicación de agroquímicos están a la orden del día, dos casos particulares se destacan de cara al glifosato.
La provincia de Chubut fue la primera en avanzar sobre una ley provincial, aunque el uso del herbicida allí es casi nulo. En cambio Misiones, a partir de un proyecto impulsado por el gobierno de Carlos Rovira, prohibió en 2018 su uso en los centros poblados y posteriormente -el año pasado, con Rovira ya como legislador- avanzó para lograr lo mismo en las zonas rurales. El objetivo finalmente se plasmó, ya que en 2025 la provincia debería dejar de aplicarlo, lo que preocupa a los colonos que no tienen un sustituto.
AgroSustentable fue la empresa misionera que, articulada con la Biofábrica provincial y con el apoyo del entonces gobernador, se cargó al hombro la tarea de desarrollar un reemplazo biológico allí.
Sin embargo, a pesar de las promesas lo único que salió del Parque Industrial de Posadas, donde tiene sede esa firma, fueron otro tipo de bioinsumos, que no cumplen con la función de controlar las malezas. De acuerdo con su página web, actualmente solo ofrecen un biofertilizante y un insecticida biológico. También anuncia que “próximamente” ofrecerá un “complejo de microorganismos” llamado Biomo, y un fitorregulador llamado BioRetard. Incluso detalla que se encuentran en trámite de registro con Senasa, pero no informa nada acerca del tan deseado bioherbicida.
Otra línea de trabajo prometedora para sustituir al gllifosato tiene lugar en Rosario, provincia de Santa Fe, donde la startup InbioAr trabaja desde hace varios años sobre moléculas de malezas que actuarían de forma tan eficiente como un bioherbicida.
“Tenemos un herbicida que funciona como el glifosato. Tiene una manera progresiva de producir daño a la planta. Nuestro prototipo, el H004, destruye a la planta y no deja que vuelva. Ese trabajo en este momento lo compartimos con la empresa Bioceres, y ellos van a desarrollar nuestro prototipo a nivel de producto comercial en Estados Unidos. Sería el primer bioherbicida que se desarrolla desde Argentina, con un funcionamiento progresivo que simula ser como el glifosato, de carácter sistémico”, dijo a Bichos de Campo Gustavo Sosa.
“Nos pasamos dos años buscando yuyos. Luego Lucía hacia los extractos y pruebas. Para liberar las sustancias que necesitamos, las plantas tienen que estar con sus mecanismos de defensa al límite y eso pasa en condiciones de sequía y mucho calor”, había explicó en 2020 el mismo Sosa al diario Clarín.
Hoy, ya constituidos como una empresa de investigación y desarrollo con experiencia en el universo comercial de los insumos, afirman tener una alternativa al glifosato.
El investigador aclaró que al tratarse de una empresa abocada a la investigación y el desarrollo, ellos no estarán encargados de la parte comercial ni tendrán acción en su registración.
“Ya nos ha pasado que nos piden que vendamos un litro de producto para probarlo. Pero no, nunca vamos a vender nosotros el producto. Lo que estamos haciendo con Bioceres es la purificación del extracto. Nosotros mandamos un extracto de planta, y a partir de ahí se hace la purificación”, indicó el ingeniero.
Y añadió: “Esto es mucho más grande que dar una respuesta solamente a esa medida coyuntural. La respuesta nuestra es hacer investigación y desarrollo de calidad internacional. Los próximos pasos son instalarlos en Estados Unidos y explotar el sudoeste de Estados Unidos, yendo desde Texas hasta California. El desarrollo y su colocación en el mercado llevarán entre cinco y siete años”.
En Argentina, así como en el resto del mundo, será cuestión de seguir esperando por un sustituto biológico del glifosato.
No se puede hablar de un sustituto biológico que reemplace al glifosato, porque este es un veneno de alto riesgo para la salud humana por los residuos que deja en el suelo y en el producto cosechado que luego se comercializa y se exporta