Alina Ruiz es cocinera y productora chaqueña. Vive con su marido en la chacra familiar ubicada a 6 kilómetros de Castelli, en la provincia del Chaco, muy cerca del Parque Nacional El Impenetrable, conocido como el último refugio del yaguareté y del monte chaqueño en buen estado de conservación. Justamente por eso es una de las zonas con mayor potencia del turismo rural y de naturaleza. Pero claro, el Covid ha hecho de las suyas.
La chacra de la familia Ruiz siempre se dedicó a la producción de cucurbitáceas que se venden en la feria local y, desde hace unos años, Alina allí construyó su restaurante Anna (en homenaje a su abuela), donde ofrece gastronomía con concepto de “km 0”, es decir que se come lo que se genera en el lugar y es comida que va de la tierra a la mesa, sin intermediarios ni transportes largos.
“Le ofrecemos al cliente lo que producimos en la chacra y lo que no tenemos en el momento se lo compramos a los vecinos”, cuenta Alina. “En bebida ofrecemos vinos de bodegas chicas y jugos de los árboles de cítricos de la finca, como pomelos que cuando están en su punto justo son una delicia”.
Pero ir a comer a lo de Alina no es sólo (que es mucho) encontrarse con productos frescos y locales, como mandioca, pasta rellena de pato con salsa de cabutiá, pomeladas y otras genialidades como granitas de ucle (fruto de un cactus), sino que lo que sorprende es la calidad de servicio donde los manteles de hilo, las copas suaves y la vajillas acompañan y completan la experiencia.
“Andrés, mi padre y Jorge, mi hermano, en esta finca siembran cucurbitáceas mayormente en el mes de julio para cosechar a fines de octubre, pero este año debido a la sequía no se pudo lograr; hace 12 años que veníamos logrando buenas cosechas y esta vez no hemos llegado al trasplante a campo” explica.
“Ellos dos son los que mantienen la huerta día a día y es la huerta la que hoy fortalece y sustenta la economía del hogar de nuestras familias”.
Han sido y son momentos difíciles para esta familia chaqueña, tanto por la sequía como por el Covid, que hizo que se detuviera la actividad del restaurante. “Cerramos por 165 días y en el mientras tanto, de martes a sábado, mi hermano Jorge y yo seguíamos yendo a la feria franca, donde los feriantes de la ciudad y colonias aledañas pueden llevar su producción para la comercialización”.
Además de la producción de la huerta también llevan miel, quesos que se elaboran en el mismo campo, conservas y mermeladas. Al mismo tiempo ofrecieron a los clientes del restaurante distintas comidas envasadas al vacío como pastas rellenas y carnes de cerdo ahumadas, todo con una presentación delicada que refleja el espíritu de Anna.
“Todo este tiempo de Covid sobrevivimos vendiendo en la feria franca ya que al estar en zona rural no podíamos hacer delivery porque debido a la distancia no nos resultaba rentable”, explica Alina. “Ahora hace un par de semanas que volvimos a abrir el restaurante y seguimos de manera estricta los protocolos sugeridos por el municipio local pero es difícil ya que fueron muchos meses de aislamiento y la gente aún no se acostumbra a los nuevos horarios y modalidades”.
“En lo estrictamente económico también afecta y se ve reflejado en la poca convocatoria, es por eso que ahora también ofrecemos dos tipos de menús, uno más económico para compartir y otro que es el menú degustación. Con respecto al turismo, en algunos lugares de la Provincia ya se activó pero aquí, en el Impenetrable, todavía no”.