Producir aromáticas en El Soberbio, en medio de la selva misionera, es una actividad de antaño. No por nada esa localidad es conocida como la capital nacional de esa actividad, pues hace unos 60 años que allí se concentran decenas de familias especializadas en alambiques para obtener esencias. Lo lindo es conocer qué tiene de particular cada una de esas historias.
Los Ortt son tres hermanos que producen esencia de citronella, menta, lemon grass, eucaliptus y otras especies aromáticas. Pero también son productores de yerba mate. También en este caso lo hacen rescatando técnicas tradicionales muy difundidas en la zona. Pero, además, ellos concentran sus esfuerzos en integrar los cultivos con el bosque, y de ese modo producir en medio de árboles nativos.
A ese sistema, conocido como agrofloresta, lo combinan con la agroecología y terminan su ciclo en la venta directa -con una marca propia- de todo lo que elaboran. Un ciclo completo y muy cuidado que Bichos de Campo conoció gracias a Harry.
La agrofloresta es un sistema de manejo integrado basado en la convivencia entre las especies del bosque nativo con las productivas. De ese modo, se aprovecha la cobertura y fertilidad propias del ecosistema natural, a la vez que se le devuelve, en forma de materia orgánica, todo lo que es extraído del suelo.
A grandes rasgos, explica Harry, en la mayoría de las aromáticas funciona por defecto, ya que “les gusta estar protegidas”. Pero también hay ciertos casos, como la menta, el romero o la lavanda, que, como necesitan mayor acceso de luz, se les suele reservar un sector apartado.
En todo caso, los esfuerzos se concentran en lograr que la producción sea amigable con ese ecosistema. “Producimos sólo cultivos nativos. No hacemos ni una esencia que no sea de la zona”, señala el productor, que hace ya bastante tiempo que se esfuerza además por no utilizar químicos en el proceso y emplear sólo técnicas agroecológicas exigidas por la certificación que tiene su chacra.
En Colonia Mandarina, el nombre que lleva el establecimiento de los Ortt, toda la familia se embandera detrás del proyecto.
Para las aromáticas, se hace un proceso de destilado dos veces al año en su gran alambique. Gracias a eso, se obtienen los aceites esenciales que luego comercializan en estado puro o mediante subproductos, al igual que dicta la larga tradición en la zona.
Esas tradiciones cuidadas no escapan a la yerba mate, también agroecológica y producida mediante el sistema agrofloresta, cuya forma de procesamiento y secado es la “barbacuá”, la misma que empleaban los primeros productores misioneros hace añares y que le otorga su distinguido sabor “ahumado” a la infusión.
“El carrillo es un proceso ancestral que consta de un canasto en el que se pone la yerba con fuego de 10 a 15 horas. Es un proceso en el que la hoja se deshidrata, se seca y se deja almacenar durante seis meses como mínimo para después salir ya directo al consumo”, explicó Harry.
Mirá la entrevista completa:
Los Ortt tienen su circuito propio de comercialización, pues todo lo que producen lo venden con la marca propia, Las Orttigas. La doble “T” no es un error de tipeo, sino un referencia al apellido familiar.
De ese modo, en ferias o mediante redes sociales, lo que hacen es ofrecer de forma directa sus aceites de citronela, naranja, mandarina, lemon grass, menta, eucaliptus, romero y limón, su yerba barbacuá, y una amplia gama de productos más elaborados: tinturas madres, obtenidas por la maceración de plantas; pomadas naturales con fines medicinales; “rolls-on” aromaterapéuticos, con fines relajantes y descongestivos; y aromatizadores de todo tipo.
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“Es una forma de elaboración muy tradicional que trata de sacarle el máximo provecho a la planta”, resume Harry, que si bien no puede asegurar que eso los “salve” plenamente de los embates económicos que suelen sufrir esas producciones, al menos sí les da una mayor cobertura.
Aún cuando lo que producen es en pocas cantidades, pues su “mini secadero” -como él mismo lo define- de yerba no procesa más de 600 kilos por campaña, que luego se empaquetan y distribuyen en la zona. Lo mismo con sus aromáticas, que si bien producen en mayor volumen, sólo alcanzan para destilarse dos veces al año.
El caso del precio de la hoja verde para la yerba mate, a menudo muy por debajo de los costos, no es el único que golpea al sector. Hace algunas décadas, producir aceites esenciales y venderlos a la industria era una actividad difundida, que luego, por la proliferación de los derivados químicos y los problemas económicos, dejó de serlo.
“Hoy, por suerte, eso está volviendo”, describió el productor, que considera que lo mejor que pueden hacer es honrar la tradición y ponerle mucho oficio, mucho trabajo y, sobre todo, mucha pasión a lo que hacen. Porque eso fue lo que hizo de El Soberbio lo que es hoy.




