Las personas que viven en países normales no entienden qué está sucediendo con los precios de los futuros de soja en el mercado del Matba Rofex. Porque están cayendo y mucho, cuando deberían estar subiendo. Y es que, si bien están cayendo, en realidad lo que sucede es que están subiendo. ¿Parece una locura? No: es una locura.
La cosecha de soja de primera argentina va camino al más completo fracaso productivo, mientras que la sembrada tardíamente tiene aún oportunidad de salir airosa si en las próximas dos semanas aparecen precipitaciones importantes.
Sin embargo, contra toda lógica, los precios del contrato Soja Rosario Mayo 2023, correspondientes a la soja de primera o temprana, se vienen derrumbando, mientras que lo contrario ocurre con la Soja Rosario Julio 2023 (siembra tardía).
La razón detrás de ese fenómeno es que muchos están liquidando posiciones en Soja Mayo 2023 ante la posibilidad de que el ministro de Economía, Sergio Massa, implemente una tercera edición de la devaluación sectorial por tiempo limitado denominada “dólar soja”.
Ese delirio de política económica consiste en un mecanismo a través del cual los exportadores de poroto, harina y aceite de soja, además de biodiésel (que se elabora con aceite de soja), aceptan ingresar divisas al país a un tipo de cambio superior al oficial. En la segunda edición del “dólar soja” –en diciembre pasado– el tipo de cambio especial implementado fue de 230 pesos por dólar ingresado, cuando el tipo de cambio oficial, intervenido por el gobierno, se encontraba en 166 pesos por dólar.
Pero como el régimen del “dólar soja” se instrumenta por un período limitado de un mes, en ese lapso, debido al aluvión de ventas realizadas por los productores, los precios de la soja en el mercado interno argentino se destruyen medidos en dólares, mientras que, gracias a la “magia” del tipo de cambio especial, suben valorizados en pesos argentinos.
El capítulo trágico de esta historia es que, con una inflación anual proyectada del orden del 130% para este año, el “dólar soja” se financia con emisión monetaria, es decir, con más inflación. Algo que podría haberse solucionado con una reducción de los derechos de exportación (que se encuentran en el 33,0% del valor FOB), se hizo a costa de un mecanismo bizarro que alteró el sistema de formación de precios de la soja, perjudicó a todas las industrias que emplean subproductos sojeros como insumo y potenció la aceleración inflacionaria.
Massa probablemente será recordado en el futuro como el “cráneo” que logró romper el mercado argentino de soja. Lo que no pudo hacer en su momento el dúo intervencionista de Guillermo Moreno y Ricardo Echegaray, finalmente lo logró el líder del Frente Renovador.
El problema de romper un mercado es que, lejos de perjudicar solamente al producto “objetivo”, la intervención termina también afectando a todo el sistema de formación de decisiones de los empresarios agrícolas. Y eso es terriblemente peligroso en un contexto de sequía con financiamiento escaso y caro.
La estupidez reinante es tan grande que, en vez de usar la crisis cambiaria vigente para aprender que, con las políticas adecuadas, podemos usar la producción agrícola para “aumentarle el sueldo” a la Argentina, se emplea al campo como “caja de divisas” de último recurso sin preocuparse la por capacidad de regeneración de ese recurso.
Argentina es el único país del Mercosur que no participa de las paritarias sojeras ¿Por qué?