Se llama Magdalena del Carmen Martín, nació en Rosario de la Frontera, Salta, tiene 49 años, está divorciada y tiene una hija de 14 años que la admira y ya empieza a secundarla en su accionar.
En Metán se recibió de maestra jardinera y luego se recibió de profesora de psicología y ciencias de la educación en Tucumán. Regresó a su ciudad natal donde fundó un jardín maternal. Vivió unos años en Trancas, Tucumán. Se casó en Metán y es allí donde ha vivido muchos años de su vida, viajando permanentemente a dar clases en Galpón y en Río Piedras. Además vivió en San Pedro de Colalao, adonde acaba de regresar y está viviendo en un hotel porque no consigue vivienda en alquiler.
Todas estas localidades han resultado ser su radio de influencia donde, con asombroso liderazgo, ha tejido una “red” de vínculos entre personas que pronto tendrá personería jurídica, con carácter de fundación.
“Magui”, además, es hoy profesora de pedagogía social y evaluación educativa, profesora de bordado y arte textil, pero principalmente es especialista en bullying o acoso escolar. Partiendo de la atención a niñas y adolescentes maltratadas fue abarcando también a mujeres adultas y luego a las de tercera edad.
Por cada localidad donde vivió o trabajó fue dejando un grupo de atención permanente. Así fue como hace unos tres años creó la Red de Mujeres “Unalome”. El nombre proviene del hinduismo y la tradición budista. Simboliza el camino que cada persona debe recorrer hacia la iluminación. Está representado por la flor de loto, que simboliza el viaje espiritual, emergiendo del barro hacia la liberación, la sabiduría, la creatividad, la dignidad y el fin del sufrimiento. La futura fundación no tiene fondos propios.
Como la mitad de las mujeres de la Red viven en la ruralidad, trabaja muy vinculada al INTA. Pero descoloca al decir: “Todo el mundo cree que soy feminista, pero si bien empecé atendiendo a las mujeres en situaciones de vulnerabilidad, en un momento comencé a atender también a varones en la misma situación. Hoy defiendo tanto a mujeres como a varones. Trabajo junto a profesionales, pero estoy convencida de que lo que resuelve todo es el afecto, y el abrazo es curativo”.
La Red se tornado tan grande que hasta que ella puede regresar a trabajar con un grupo, se le ocurrió hacerlas trabajar con un cuaderno personal, en el cual las invita a volcar todas sus impresiones durante el año. “Surgen revelaciones asombrosas”, dice, y asegura que la base del empoderamiento pasa por alcanzar los niveles primario y secundario de la educación escolar. Luego, será a través de oficios o algún arte.
En cada ciudad ya hay una sede de la Red, y la central está en Rosario de la Frontera. Es una casa donde reciben a la mujer con sus hijos en primera instancia. Allí tienen una farmacia y un ropero comunitarios, reciben donaciones de comida, ropa, remedios. Parte de la ropa se vende en ferias para disponer de dinero para los viajes que se realizan para dar talleres y cursos. Con ropa reciclada confeccionan bolsos, tejidos, alfombras y hasta lámparas. En un taller de reciclados plásticos también hacen vasos, carteras, bolsas y alfombras. Ya inauguraron 3 bibliotecas con libros donados en zonas rurales como Río Piedras y el Naranjo. Quieren abrir 2 más, en los parajes San José y Zárate.
En el grupo de la localidad de La Candelaria, el coordinador es un varón al que su señora lo abandonó, dejándolo a cargo de los tres hijos. Hizo talleres de panadería y armó una en su casa. El intendente de esa ciudad donó 8 hectáreas a la Red, donde crearon huertas comunitarias y en enero comenzarán un proyecto de aromáticas. También les ha donado lanas de oveja y cueros. Entonces “Magui” contactó a las familias rurales de Rodeo Grande, al norte de Choromoros, que no sólo crían ovejas y vacas, sino que son muy avezadas para trabajar el cuero y la lana. Llevará a algunas mujeres a dar talleres a La Candelaria para que allí aprendan a agregar valor a la sola cría de animales. Ya piensa también, crear un mercado artesanal.
En Trancas, donde vive Magdalena y da un taller, acaba de recibir una donación de 5 hectáreas para un proyecto de moreras y cría de gusanos de seda –porque ésta es la única planta de la cual se alimentan estos gusanos-, que dará trabajo a 20 mujeres. Luego, tienen la intención de montar una fábrica textil. Las donó Carmen, que participa del taller y es enfermera, artesana y emprendedora.
También le acaba de donar, un legislador, un terreno para hacer huertas con producción de frutas y verduras. Magui anda detrás de un proyecto de reforestación en El Tala, con la ayuda de una ingeniera amiga, y con el INTA de Trancas está proyectando elaborar dulces, mermeladas y conservas.
Ella quiere armar un sindicato de artesanos, que dice, sólo existe en Buenos Aires, mientras que el 60% de los mismos es de extracción rural.
Para tanta tarea se reparten la coordinación en 4 zonas: en el Norte, coordina Alicia, con 75 años, y dice Magui que es la más enérgica, admirable. En el Sur, Magui. En el Este, Julieta, de 68. Y en el Oeste, Marcia, de 35, la más joven. Cuentan con un convenio entre Unalome, la Fundación Paco Cuadrado y la Universidad de Tucumán, para dar cursos y capacitaciones virtuales.
Pronto se abrirá el Consejo de la Mujer con sede en Trancas, del que ella será la coordinadora. A ella no le gusta mucho la política partidaria, pero es eminentemente un ser político-social, una líder que no cesa de fundar y crear lazos comunitarios. Todo el mundo la apoya porque cree en su honestidad y transparencia, porque no lucra con su proyecto y porque tarde o temprano, concreta sus sueños, es eminentemente ejecutiva. Y tiene alma de sanadora.
Mientras arma una página web para dar talleres y cursos por internet, está pensando en escribir un libro porque se asombra de la experiencia que ha acumulado en miles de historias trágicas y de resiliencia. También quiere hacer radio o escribir en algún medio masivo. Ha madurado mucho pero sólo piensa en todo lo que le queda por hacer, y con ya 700 mujeres y algunos hombres en la Red Unalome, se siente muy fuerte.
Magdalena Martín se despidió dedicándonos “Creo en Mi”, de y por Natalia Jiménez.