Las circunstancias en las cuales se desenvuelven nuestros actos son infinitamente complejas. Nadie tiene asegurado nada cuando se propone que algo salga como se propone. Pero algo sí es completamente seguro: no logrará nada quien piensa que no logrará nada.
Ante una desgracia, algunos prefieren aferrarse a la infalibilidad de la catástrofe antes que a la probabilidad de lo deseable. Se entregan de antemano con demasiada facilidad. No carecen de fuerza, sino de confianza en la fuerza que habita en ellos.
Cecilia Moral Muñoz , luego de residir toda su infancia y adolescencia en el pueblo de Buchardo, localizado en el sur cordobés e integrado por unos 2000 habitantes, emprendió viaje hacia la ciudad de Buenos Aires con el propósito de estudiar Relaciones Públicas.
Luego de recibirse, inició una carrera profesional meteórica para trabajar en Open Group, Puken, GlaxoSmithKline, el entonces Ministerio de Agroindustria de la Nación, Aapresid y, finalmente, en el área de comunicación de Bioceres. Si bien provenía de una familia y un entorno agropecuario, fue una casualidad que, en su ámbito profesional, terminara especializándose en cuestiones relativas al agro.
Pero en 2022, con 31 años de edad, su vida cambió por completo y de manera inesperada con el fallecimiento de su padre, producto de un problema cardíaco. Sin la ayuda de su madre –quien falleció cuando ella era apenas una niña– no tuvo tiempo de hacer el duelo porque debió hacerse cargo de las empresas gestionadas por él.
Las firmas –dedicadas a la producción agrícola en campos arrendados, además de una distribuidora de agroinsumos que comparte con otros socios–, pasaron a ser su responsabilidad de un día para el otro. “En algún momento visualizaba tener un mayor protagonismo en la empresa familiar, pero no de este modo; lo había hablado con mi padre y confiábamos en que íbamos a tener tiempo para llevar adelante ese proceso, pero lamentablemente no lo tuvimos”, apunta Cecilia.
El golpe emocional fue muy fuerte porque el padre la crió en soledad y ambos eran muy unidos. Sin embargo, luego de algunos días de duelo, los empleados y socios necesitaban respuestas urgentes por parte de ella.
Así es como Cecilia tuvo que obtener fuerzas donde no sabía que las tenía y dejar a un lado las emociones para ponerse al frente de las nuevas responsabilidades. Lo hizo con la ayuda de los empleados de las empresas y los socios de su padre.
“El primer año fue una cuestión de abogados para hacer la sucesión de las diferentes sociedades, además de comenzar a interiorizarme en las cuestiones propias del negocio”, recuerda.
Intentó seguir un tiempo con su empleo de Bioceres, pero luego comprendió que debía dedicarse al 100% a sus labores como empresaria. Además tomó la decisión de realizar un posgrado en agronegocios para poder tener más herramientas al momento de tomar decisiones.
“Este camino tiene sus subidas y bajadas, porque tuve que afrontar un duelo en soledad y cambiar mi proyecto de vida de manera intempestiva, algo que también, de alguna manera, también representa un duelo”, remarca.
El cambio de empleada a empresaria no resultó sencillo, porque las responsabilidades propias de ambos puestos son sustancialmente diferentes. Si bien conocía la dinámica del negocio agropecuario, no es lo mismo gestionar la información como observadora que como un insumo para tomar decisiones en el ámbito productivo, comercial o financiero.
Cecilia, al momento de tomar una decisión, pregunta qué habría decidido su padre. Sin embargo, ya comenzó a implementar su propia impronta, como el hecho de gestionar las resoluciones de manera remota sin necesitar de estar todo el tiempo físicamente presente en los establecimientos productivos.
“Algunos herramientas provenientes del mundo corporativo pueden ser muy útiles para gestionar empresas agropecuarias, mientras que otras no y debo adaptarme para incorporarlas”, comenta.
Además de las dificultades propias del desafío que tiene entre manos, Cecilia tuvo que hacer frente a la campaña 2022/23, que resultó un auténtico dolor de cabeza debido al desastre climático que liquidó gran parte de los rindes esperados. “Es mucho lo que tengo que aprender aún y cuento con la gran ayuda de gente de confianza, en quienes me apoyo para tomar decisiones”, señala.
“Nadie tiene nada asegurado. Pero, si sufrimos un imprevisto, tenemos que aceptarlo, adaptarnos y seguir adelante”, resume Cecilia.