Todos los primeros sábados de julio se celebra el Día Internacional de las Cooperativas. Pero en vez de limitarse a un saludo formal, Roberto Fermín Bertossi -un especialista en derecho cooperativo y referente en la materia– propone mirar más allá del calendario.
“El cooperativismo es más que una efeméride, pero menos que una utopía”, advierte, y sugiere pensar en estas organizaciones como una respuesta concreta a los desafíos sociales, económicos y ambientales del presente.
Aunque muchas veces no las veamos, las cooperativas están por todos lados: en pueblos donde garantizan el agua o la luz, en el campo donde los pequeños productores se organizan para comprar insumos o vender su producción, en las ciudades donde prestan servicios esenciales.
Pero -apunta Bertossi- también están, o deberían estar, en el debate por una economía más justa. “Han sabido construir democracia económica, mitigar desigualdades y promover un desarrollo más solidario”, subraya el experto. Y recuerda que incluso el Papa Francisco, en más de una ocasión, las definió como un camino posible hacia una economía de la honestidad.
En su extenso análisis, Bertossi recupera experiencias concretas del interior profundo: cooperativas de electricidad rural, de agua potable, de servicios sociales y de producción agropecuaria que sostienen economías locales y mejoran la calidad de vida de millas de personas.
“Lo pequeño es hermoso”, cita, para reivindicar aquellas iniciativas que, desde la periferia, hacen posible un modelo económico más humano. Y advierte que esa red de actores solidarios sigue viva, aunque muchas veces ninguneada por el discurso económico dominante.
Sin embargo, para que el cooperativismo deje de ser solo un recuerdo noble y vuelva a ocupar un rol central, hace falta aggiornarlo. Bertossi propone desburocratizar las gestiones, modernizar su marco legal (hoy atado a normativas de los años 70), profesionalizar los equipos y subirse de lleno a los desafíos actuales, como la inteligencia artificial, el comercio digital y la crisis ambiental. “Una cooperativa del siglo XXI no puede gestionarse como hace cincuenta años”, dispara.
El mensaje final es claro y urgente: sin educación cooperativa no hay participación real, y sin participación, la democracia económica pierde fuerza. Por eso, el especialista llama a revalorizar este modelo de empresa como una herramienta concreta para humanizar la economía, con foco en el bien común. “El cooperativismo no es una moda ni una nostalgia: es una forma probada, imperfecta pero poderosa, de vivir con esperanza y sin abusos”, concluye.