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En el día de la tradición, nada mejor que dos horas de José Larrade filosofando y contando su historia, incluyendo aquel día en que conoció al Turco Cafrune

Bichos de campo por Bichos de campo
10 noviembre, 2025

-¿Cómo pasó su cumpleaños los otros días, el número 88? ¿Llegaron amigos? ¿Llegaron los hijos? ¿Cómo lo pasó?

-No, no, no, Yo siempre lo paso solo.

-¿Solo?

-Sí, si yo vivo solo, estoy solo. Si es un día más A mí me contaron que nací ese día, qué sé yo, era muy chiquito, yo no sé.

-El 22 de octubre de 1937, en Huanguelén.

-Claro, me contaron a mí, porque yo no sé. En mi pueblo había un matrimonio que tuvo varios hijos, pero a tres hijos los anotaban cuando venían al pueblo Claro, a tres hijos se los patentó en el registro civil como trillizos, y se llevaban como tres o cuatro años cada uno. Tal es así que, cuando les tocó la colimba, no podían ir todos porque la ley no lo permite. Entonces, fue uno. El que era más chico, en realidad. Y los otros se salvaron de la colimba. O sea, que fíjese usted cómo es este asunto de la fecha de cumpleaños. De dónde venimos, cuánto cuántos años tengo. A mí me lo contaron, qué sé yo. Me dijeron, mire, además, uno cumple años todos los días. Hace un año a esta hora, hace un año que pasó algo dentro mío. Entonces, cumplí un año, estoy cumpliendo un año de algo.

Tal la profundidad de lo que el hombre decía allí mismo. que suponemos que fue en ese momento de la charla que Oscar Choy, el locutor de voz grave y tono calmo que conducen las noches de Radio Rivadavia, se dio cuenta de que la charla sería profunda, que la cosa venía en serio. A Choy, un hombre sensible a quien los Bichos de Campo conocemos desde los tiempos en que esa emisora estaba en la lona y solo trabajaban allí quienes aman realmente la radio, (no como ahora, que se llenó de estrellas), le estaba llegando la posibilidad de hacer una de las mejores entrevistas de toda su carrera.

Habían pasado recién unos pocos minutos de iniciada la entrevista nada menos que a José Larralde, una de las pocas leyendas vivas del folklore argentino, que al principio se la había pasado refunfuñando pero que ya entraba a relatar. El cantautor surero tenía ganas de hablar, de filosofar, de contar su propia historia. Tanto que la charla nocturna se prolongó nada menos que dos horas.

Reproducir un pequeño fragmento aquí de esta charla increíble es nuestro mejor aporte a la celebración este lunes de un nuevo Día de la Tradición:

“El año del nacimiento no tiene mucho valor tampoco, porque a usted le dijeron que se llama así, le pusieron el nombre que quisieron cuando era chico. Le pusieron el equipo de fútbol que querían, el partido político que se le antojaba a los mayores, todo así. Y después usted, de grande, no puede renunciar a eso, y le ponen la religión, el partido político, todo. Y después cuesta, cuando uno es grande, empezar a reveer todo eso y a tomar sus propias decisiones”, prosiguió José.

“Aparte, cuando uno ha tenido una infancia dura, uno no olvida esa infancia dura, pero es como que no le gusta reveer, ¿no? Yo no tengo problema con eso, yo tengo una infancia bastante jodida, pero es parte de estar vivo. Por eso a veces hay tipos que te odian. Si me odia, si el tipo me tiene bronca, es porque estoy vivo. ¡Qué me voy a enojar! Además sería muy egoísta de parte mía, que todos me quieran”.

“El otro día un tipo me tiró el auto ahí, me pegó en el changuito, estaba haciendo un mandado. Sí. Quedó la marca en el changuito. El tipo podía doblar tranquilo, había lugar de sobra, y cuando me vio, me encaró. Ahí estaban todos los muchachos que andan juntando cartones, lo querían matarlos, lo corrieron. Dejalo, le digo, no te enojé. Ya demasiado problema tiene con haber nacido así”.

Un encuentro con José Larralde en la vereda de una verdulería

“Yo cuando me encuentro con una situación así, no me prendo en la calle, porque hay gente con muchas dificultades. Yo digo, mirá, suerte. Le deseo suerte porque aquellos que viven así, un día se van a encontrar con uno más atropellado que ellos, este, y bueno, va a terminar mal. Hace falta suerte para vivir así. Pero la vida es demasiado linda para tirarla discutiendo pavadas, qué sé yo”.

“Yo no creo que ningún tipo que haga daño a los demás sea un tipo feliz, Yo creo que vuelca toda su bronca, todo su resentimiento en los demás. Como pasa con los políticos, con los gobiernos, que está lleno de chot…”

Ahí José se interrumpe, porque no quiere incomodar al conductor del programa hablando de política.

Y se excusa: “Pero usted sabe que yo me pongo a pensar y a pensar y a pensar que éste le echa la culpa al otro, el otro al otro, y venimos así desde que yo tengo, no digo uso de razón porque sería demasiado agrandado, ¿no?”

Más tarde agregó: “Además yo creo que a esta altura del partido no hay partidos políticos tampoco, hay rejuntada. Nos juntamos dos, tres. Yo me acordaba el otro día, cuando las elecciones, me acordé de aquella historia que creo era de Salomón. ¿Se acuerda Salomón cuando quiso partir el chico por la mitad para saber quién era la madre? Creo que fue también el de los palitos. Que le dio un palito a cada uno, dijo, rómpanlo, y lo rompieron. Y después le dio el manojo, un manojo a cada uno, rómpanlo, y no pudieron. Claro, porque estaban unidos”.

“Esas son la sabidurías que parecen una pavada. Uno se tiene que remontar a las épocas y se da cuenta cuánto ha avanzado el mundo. Pero cuánto ha retrocedido el hombre también, ¿no? Una de las cosas que no me gusta es cuando dicen, hay que educarlos, en la escuela. No, en la escuela hay que informar, porque educar suena a dictadura. La escuela es para la instrucción, la educación está en los hogares, y la escuela puede completar esa educación”.

“Extraño los aromas de mi paisaje bonaerense y hasta los colibrís, que allá no hay”, cuenta el cantor surero Marcos O’Farrell, que se mudó a la campiña de Francia por amor pero siempre vuelve a despuntar el vicio de caballos y guitarras

“Es como el que pide el servicio militar para corregir a los que están en la mala senda. A éste, y si volviera, no lo van a corregir en el servicio militar, porque no es un reformatorio el servicio militar. Claro, ¿sabe qué pasa? la palabra educar me suena a dictadura. Yo creo que a la gente hay que informarla, y después que se le abre el balero, que empiece a pensar por sus propios medios. Pero educar, la palabra educar es meterle en la cabeza lo que a mí me parece”.

“El hombre ha llegado tan tan mal a esta época que siempre tiene razón. Y nadie tiene razón siempre. Por eso yo decía siempre que detrás de cada respuesta hay una pregunta. Es como el cuento de la buena pipa, usted va a seguir preguntando toda la vida y llega un punto que no le van a poder responder. Claro. Porque cuando le dicen algo, usted le dice, ¿y por qué? Y así vas, puede estar veinte años preguntando por qué, y llega un momento que nadie le va responder nada. Mire qué qué pavada, ¿no? El por qué ese puede parar un montón de cosas erróneas, porque el que tiene la verdadera respuesta es de él la respuesta, pero hay que ver si a mí me sirve”.

Larralde volvió a detenerse: “¿Yo no sé por qué estoy hablando estas cosas?”

-Usted usted tiene una canción que se llama El Porqué, ¿no?

-Ah, sí. Sí. Después del turco esa fue la que me grabaron muchos tipos, Como Sobral, me la grabó mucha gente.

-Ahí lo mencionaba usted al turco Cafrune. Cuénteme un poquito la historia de Cafrune… ¿Cómo lo encontró y le dio el aventón que usted necesitaba para para lograr notoriedad?

-Hay un montón de historias que cuenta un tío mío que murió, y ahora se las debe estar contando a Lucifer, por ahí.

-¿O a lo mejor está en el cielo?

-Si le abrieron la puerta del cielo, yo no miro más la estampita de nadie.

-Pero a lo mejor pasó por el purgatorio,  y allí, bueno, pasó y y llegó al cielo. Uno nunca sabe.

-Esté donde esté donde esté más cómodo.

-Bien, bárbaro. Alguien dijo, de morirme no importa si voy al infierno o al cielo, porque tengo amigos en los dos lados.

-Claro. Yo siempre digo, también lo decía en el escenario, la gente se reía, porque yo a veces digo algunas palabrotas, ¿no? Yo le decía, yo cuando me muera quiero ir al infierno, porque en el cielo son todos santos, ahí, con las manitos juntas, todos aburridos. En cambio, en el infierno está lleno de chorros, de putas, y no te va a faltar fuego para hacer asado.

-Bueno, cuénteme la historia de cómo se cruzó con Cafrune.

-Mire, yo estaba trabajando acá, en Buenos Aires. En Lanús, mejor dicho, taller metalúrgico como encargado de mantenimiento. Porque yo mezclé todo siempre, la guitarra con la escritura con el laburo. Yo, por suerte, nunca me quedé sin trabajo, porque como sabía hacer de todo… En los pueblos usted tiene que saber hacer de todo, porque si tiene un solo oficio, se muere de hambre. Si usted trabaja en la cosecha, el día que fracasa la cosecha usted no come. Entonces hay que trabajar de albañil, de mecánico, de alambrador, de tractorista, de lo que quiera. Yo he hecho de todo, menos quedar bien. Pero he hecho de todo.

-Pero ha sido buena gente, porque uno puede saber de todo, pero si es mala gente, no te llama nadie.

-Ah, no. Yo tengo el honor, de eso sí me jacto, de que nunca me echaron de un trabajo. Y bueno, yo estaba trabajando acá y un día vino un muchacho que había comprado un Geloso. ¿Se acuerda de aquellos grabadores de cinta abierta? Bueno, tenía un microfonito y era una cosa de locos. Yo nunca había visto eso. Acá no lo había visto nadie, era nuevo. Y me hizo grabar unas cosas. Y quedó ahí. Después, no sé cómo llegó a manos de un primo mío y se la llevó al doctor, que estaba acá, en Buenos Aires, que era el apoderado del Turco, era un abogado, y se lo dejó ahí para que se lo dieran al turco.

Prosigue Larralde sobre su encuentro con Cafrune: “El turco, para esa época, ya tenía un grabador, por supuesto. Y él (por Cafrune) iba a la casa del turco Dip (foto arriba), que vivía frente al rancho mío, porque yo antes de ir a la colimba, me había comprado un lote ya, y cuando vine me hice el rancho. Yo solo me lo hice. Compraba en los remates viejos, en las obras de construcción que se volteaban, yo les pedía a los dueños, ¿me das esa puerta? Después la arreglaba y la usé en el rancho. Igual que las chapas”.

“Bueno, me hice el rancho, y enfrente vivía el Turco Dip cruzando la calle. El del Turco era el mejor boliche de la República Argentina. ¿Sabe lo que era? Se iba a Chile a buscar centolla el tipo. Bueno, y un día se había comprado una camioneta. Cafrune se había comprado una Rambler Cross Country e iba y se ponía ahí a charlar con el otro turco, de laburo, porque de Córdoba para abajo, hacia Patagonia, era el representante exclusivo que tenía esa marca. Después, en el norte, tenía otro. Y, bueno, se ponían ahí a charlar con el turco”.

Según este relato, Cafrune también “iba a la casa de de mis tíos, a la casa de mi abuela, a comer keppi, porque yo soy hijo de vasco navarro y de árabe. Sí. Una mezcla de gente tranquila toda. Y bueno, estaba ahí con el turco. Eran los dos turcos, el turco y el turco”.

Luego Larralde contó que Cafrune “un día iba de Huanguelén a Lamadrid, y tenía que seguir a la ruta 3, porque para ir a Bahía Blanca no le gustaba ir por Sierra de Ventana, no le gustaba andar por los cerros, qué sé yo. No se podía andar demasiado tampoco, porque eran unos caminos terribles. Y claro, venía muy fuerte el Turco y se llevó por delante una rotonda, que empezó a putear. Decía: ¿Quién? ¿Para qué ponen esto acá? Se enojó con la rotonda, en vez de enojarse con él mismo”.

“La camioneta le había quedado medio mal, pero menos mal que no se rompió, porque eran unos fierros esos. ¡Hay que subir el cordón, como venía! Y bueno, cuando llegó a mi pueblo, le dijo al turco Dip: Che, tengo que ir al taller, porque me golpea el auto, qué sé yo. Entonces me llaman a mí. El turco ni sabía quién era yo. Él ya cantaba mis temas, pero él no sabía quién era yo”.

“En esa época yo trabajaba de peón. Y, bueno, yo fui a mirarle la camioneta al Turco, y tenía un golpe abajo, había que cambiar un amortiguador, no sé qué, Pero en el pueblo no había, era muy nuevo el auto, recién habían salido. Pero él no sabía. Entonces, cuando fue a comer keppi a la casa de mi tío, estaban hablando ahí qué sé yo cuánto, y no sé cómo salió la charla. Yo no estaba. Ya me había venido a trabajar a Lanús.

Prosigue Larralde contando que “resulta que un día estaba Cafrune comiendo en la casa de mi tío, el keppi que había hecho mi abuela, y hablando así le dijeron ‘mi sobrino también canta de chiquito, escribe’. Yo he cantado de todo, bolero, he cantado sucundum, de todo, porque había que comer. Al folclore en aquella época, cuando yo era chico, nadie daba bola. Siempre había algo más importante”.

“Bueno, y alguno le dijo, mirá, canta. Yo tengo una cinta acá. Y le dijo el Turco, tráeme del auto, tráeme el grabador. Y lo escucharon. Yo no estaba en ese tiempo, me había venido acá, a trabajar en la primera fábrica que hubo de telas plásticas acá. Estaba en mecánica. Y Cafrune lo escuchó y ahí fue donde lo llamó a Hernán Figueroa Reyes para decirle que pare el disco (que estaba grabando) porque quería meter dos temas míos en lugar de otros. Y metió dos temas míos ahí. Y yo ni me enteré.

“Al tiempo fue otra vez y me llamaron. Le tuve que pedir permiso al jefe acá, que me diera bola, y me fui a Huangelen. Cuando llego allá, me llevaron donde estaba. Dice: ¿Así que usted es el autor de estos temas? ¿Y tiene más? Sí, le digo, tengo. Si he tirado cajas de zapatos llenas de cuadernos, las enterraba en un pozo, porque en los pueblos se hacía un pozo, se tiraba la basura y después se quemaba con kerosene. Nadie la recolectaba”.

Etiquetas: dia de la tradiciónfolclorejorge cafrunejosé larraldemusica popular
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