En el Chaco Paraguayo, donde más del 75 por ciento del territorio pertenece a propietarios privados y la ganadería bovina es la actividad dominante, la tensión entre producción y conservación ha sido un punto central del debate ambiental. En ese escenario surgió en los últimos años un modelo que busca ordenar ese territorio productivo y, a la vez, resguardar la biodiversidad. Es el programa de los Paisajes Productivos Protegidos (PPP), una herramienta que combina planificación, monitoreo y certificación ambiental dentro de establecimientos privados, mientras los compradores como Europa regulan la forma en la que se produce.
La coordinadora de los PPP en Paraguay es Laura Villalba, integrante de Wildlife Conservation Society (WCS). En diálogo con Bichos de Campo explicó que el esquema nació como un punto de encuentro entre dos sectores históricamente enfrentados. “PPP nos dio la oportunidad de sentarnos en una misma mesa y empezar a trabajar sectores que estuvimos atrincherados por muchísimo tiempo”, sostuvo.
Según Villalba, esa distancia tenía raíces profundas. “Por un lado, los ambientalistas, conservacionistas decían `tenemos que conservar todo, los animalitos, el bosque. Y veían prácticamente la producción como una amenaza`. Y, por otro lado, los productores decían: somos un país en desarrollo, necesitamos producir por calidad de vida y por subsistencia. Como que nos veían a los conservacionistas como algo muy romántico”. La propuesta de PPP funcionó como un mecanismo de conciliación: “Ambas cosas se pudieron conciliar con un concepto como PPP”.
Villalba se identifica como conservacionista, con un foco claro en especies emblemáticas del Gran Chaco. “Mi especie de foco son los jaguares, los grandes felinos. Para la conservación de estos grandes felinos, que requieren grandes territorios, por supuesto que es evolucionar, es buscar nuevas estrategias y darnos cuenta que todos somos parte de la solución”, explicó. “A través de las alianzas podemos lograr mucho más”, subrayó en entrevista con este medio.
El programa PPP, creado por la organización argentina ProYungas parte de una premisa central, y es que los sitios relevantes para la producción coinciden, en buena medida, con los sitios relevantes para la fauna nativa. “Los mismos sitios que son importantes para la producción lo son también para la vida silvestre”, subrayó Villalba. De allí surge la idea de coexistencia como única vía posible. “Una coexistencia es lo único que se puede hacer para conciliar ambas cosas”.
El desafío es concreto, especialmente en un país que exporta carne y enfrenta exigencias crecientes de trazabilidad y control ambiental por parte de mercados internacionales. Sobre ese punto, Villalba explicó que el modelo PPP permite bajar a tierra acciones específicas. “Ponemos en valor la biodiversidad relacionada con ese paisaje productivo. Mostramos el impacto y trabajamos con el productor diciendo: vos producís, generás un impacto sobre estas especies. Entonces busquemos acciones, adecuaciones que puedan ayudar a ser más amigables”.
El esquema implica ordenar el territorio del establecimiento, revisar prácticas productivas, identificar áreas de alto valor ambiental y definir estrategias para protegerlas. Parte fundamental del proceso es la medición. Los PPP hacen diagnósticos iniciales, generan líneas base, monitorean fauna nativa y determinan cambios a lo largo del tiempo. Todo esto forma parte de los requisitos que después permitirán avanzar hacia una certificación.
Ese punto fue decisivo en Paraguay. “Con todos estos esfuerzos, ¿cómo me diferencio de otros productores que no lo están haciendo?”, planteó Villalba como la pregunta que surgió en las reuniones con empresas ganaderas. La respuesta fue avanzar hacia un sello propio que reconociera el trabajo realizado en los predios. “Paraguay dio un paso más en certificar la carne con un sello PPP. Exportarla. Y lo denominamos un poco diferente, que es el sello PPP Mbarete”, señaló.
PPP Mbarete es un sello que solo pueden obtener los establecimientos que cumplan con todos los criterios del programa, incluidos los procedimientos de auditoría externa. “Es un sello que solamente lo pueden obtener los productores que no solamente se pueda medir la sustentabilidad del paisaje, sino que también puedan pasar por una auditoría con una empresa certificadora, que en este caso lo hace Control Union en Paraguay”, describió Villalba.
La certificación incluye un sistema de trazabilidad y un código QR para que el consumidor verifique el origen del producto. “Que el consumidor pueda realmente ver que ese producto está proviniendo de un paisaje productivo protegido”.
Mirá la entrevista completa con Laura Villalba:
El proceso formal del PPP Mbarete tiene varias etapas. El primer año implica la adhesión, el diagnóstico del sistema productivo, el monitoreo de fauna y la elaboración de un ordenamiento predial. En el segundo año se implementan prácticas de manejo, medidas de mitigación y mecanismos de comunicación y monitoreo ambiental. El tercer año involucra el desarrollo de protocolos de verificación y sistemas de trazabilidad. Solo después de estos pasos llega la posibilidad de certificación con auditorías independientes.
En Paraguay hay establecimientos que ya lograron completar todo este ciclo. La Cooperativa Neuland fue la primera en ofrecer cortes certificados bajo PPP Mbarete, demostrando que el modelo puede integrarse a cadenas comerciales reales. Otros establecimientos ganaderos –como Agroganadera La Huella– avanzan en la implementación del programa con acompañamiento técnico y supervisión pública.
Villalba considera que este proceso permitió construir confianza entre sectores que, hasta hace pocos años, mantenían posiciones irreconciliables. “Darnos cuenta que todos somos parte de la solución”, insistió. En un territorio donde la producción ganadera es estratégica y la biodiversidad depende de conservar grandes extensiones continuas de hábitat, ese punto parece central.
La apuesta de PPP Mbarete busca ofrecer una alternativa concreta, produciendo carne en el Chaco bajo estándares verificables de sustentabilidad, mostrando al mismo tiempo que la conservación y la producción no necesariamente compiten. El modelo recién comienza a expandirse, pero ya genera interés dentro y fuera del país.




