A Sebastián Viano lo cruzamos (y entrevistamos) en la última Expoagro. En aquel momento, en el pabellón de emprendedores de la provincia de Córdoba, estaba presentando un prototipo de un robot aplicador que todavía no tenía nombre y que nos llamó la atención por su simpleza. Nos contó sobre su desarrollo, pero entonces no pudimos verlo en movimiento.
Este fin de semana, en Colonia Almada, un pueblito de Córdoba que no llega a los 350 habitantes y que es famoso por la calidad de los salames que hacen sus colonos, se realizó la 95° edición de ECICA, una de las exposiciones de maquinara más antiguas del país. Allí sí se presentó ahora formalmente este desarrollo, ya bautizado y en acción: Se llama MG3 y fue desarrollado íntegramente en los galpones de un campo de la zona perteneciente a Viano. Entre maíces y sojas. Porque en el campo se aburre solo el que quiere.
El nombre MG3 tiene una historia particular que luego desarrollaremos. Pero en realidad la sigla del robot debería traducirse como “Tres muy genios” o “Tres muy grosos”. Esta es la historia humana que está detrás de este proyecto.
Bichos de Campo pudo ver el equipo funcionando unos días atrás, antes de su presentación oficial, en el mismo establecimiento donde fue creado. Sebastián es un joven productor que nació y creció en Colonia Almada, lo mismo que su vecino de alambrado y primo segundo Juan Carlos Garnero. Los dos descienden de los tanos que colonizaron esta zona tan agrícola ubicada cerca de Oncativo. Comprometidos con su pueblo, en el almuerzo que compartimos bromearon sobre los cargos que ambos ocupan en todas las asociaciones organizadoras de fiestas de la región. También por eso eligieron la ECICA para presentar su desarrollo. “Uno ha criado en esta exposición, una de las más viejas y fierreras que tiene el país”, explicó Viano.
Mirá la primera entrevista:
-¿Cuándo se les ocurrió que se podía hacer un robot para resolver algunas tareas agrícolas?
-Empezamos con esta idea puntual del robot en octubre del año pasado. Queríamos automatizar un proceso de la agricultura, el que requería menor intervención, que era la fumigación. Entonces empezamos a pensar cómo tendrían que ser las partes, qué motores usar, cómo tendría que ser la ecuación matemática para que nos diera la eficiencia energética, para que sea amigable con el medio ambiente, que sea práctico de manipular, de trasladar y que también esté al alcance de un pequeño productor.
-Entonces dijeron: “vamos a tratar de reemplazar al hombre que maneja la máquina” pulverizadora.
-Lo empezamos a pensar como un complemento más. Dijimos: “Che, automatizamos este proceso y estamos dándole tiempo a esa persona que iba en esa máquina”. Con todo lo que implica, el riesgo de manipulación de químicos y todo eso.
Viano puso manos a la obra casi como un divertimento, junto a Juan y otro amigo de ambos, Roberto Morosino, que es ingeniero electrónico y lamentablemente no estaba ese día, por lo que no aparece en las fotos. “Empezamos a buscar elementos cotidianos, que podemos hacer en cualquier lado”, relató Sebastián sobre esta aventura creativa.
-¿Cómo decidieron, por ejemplo, el ancho de aplicación?
-La idea era que entrara a traer una camioneta. El desafío era ese. Si lo hacíamos muy grande, no iba a entrar.
El equipo automatizado puede aplicar agroquímicos o biológicos sobre una franja de 6 metros, que los socios ahora piensan extender a 8 metros, a una velocidad de 5/6 kilómetros por hora, sin ninguna intervención humana, más que la generación previa de un mapeo del lote, programando el piloto con el recorrido preestablecido. “Si bien no estamos a la altura de una pulverizadora grande o de un dron, si nos ponemos en la ecuación de inversión y energía, estamos ahí, ¿no?”
Los brazos del pequeño MG3 están equipados con boquillas y preparados para colocarles sensores que vayan determinando la presencia de malezas, para hacer aplicaciones inteligentes y no desperdiciar los costosos agroquímicos. El robot utiliza un sistema híbrido, con un motor a nafta que alimenta a su vez a un conjunto de baterías eléctricas. El piloto utilizado es el estandar en el mercado de maquinaria. El día que lo vimos, Sebastián lo manejaba por control remoto, como si fuera un juguete.
Los socios, ahora que presentaron este prototipo, están en las instancias de escalar en el proyecto. Para eso formaron una pequeña empresa llamada Robotical, donde las últimas dos letras corresponden a su pequeño pueblo: Colonia Almada.
“Dentro del precio de mercado que nosotros estimamos que va a estar lanzándose, lo creemos bastante conveniente para la tecnología que tiene, y es bastante versátil. Si quisiéramos hacer un lote que fuera imperfecto o que tuviera plantas, hay que cargarle una experiencia (de navegación) con un pendrive”, nos relata Sebastián, que justo cuando nos recibió estaba pensando en incorporarle al robotito además unas cámaras que reconocieran los objetos, como para esquivarlos de resultar necesario o para detenerse si se le cruza algo en el camino.
-¿Cuántas superficies puede llegar a laburar solo?
-Por los cálculos y las pruebas que venimos haciendo, daría para unas 50 hectáreas de fumigación total, utilizando entre 3 a 5 litros por hectárea. A la velocidad de un tractor, de unos 5 kilómetros más o menos. Así nos permite tener mayor tiempo de fumigación, Al ir más despacio, nos da mayor impacto en el suelo.
Ahora que lo presentaron y los socios ven la posibilidad de comenzar a producirlo y comercializarlo, incorporándole cada día más chiches al invento, Viano se ve obligado a hacer una aclaración: “Queremos ser un complemento más, no venimos a competir contra nadie. En los meses entre abril hasta noviembre, que se hace barbecho, puede entrar tranquilamente este equipo robotizado” a realizar las tareas, afirma.
-¿Y en qué estadio del cultivo?
-Hoy por hoy está pensado para barbechos, y hasta un soja o maíz en principio. Pero un poco la idea es que sea adaptable a distintos cultivos. Ya tenemos consulta de gente que hace frutillas o cultivos hortícolas y hasta para viñedos. En la agricultura intensiva también hay un nicho bastante importante, donde también entramos.
Viano, que se define fierrero de alma y se subió al primer tractor a los 12 años, se confiesa “autodidacta”, pero ya han sumado a una ingeniera industrial al equipo, para poder dar los siguientes pasos. Generoso, invita a “todas aquellas personas que quieren integrarse, somos abiertos, no tenemos problema. Si vamos a hacer cosas grandes, se necesitan muchas personas. Solo no se puede hacer nada”.
Ana Loases, una joven cordobesa que se sumó a esta patriada, era la única de su camada de estudio en Ingeniería Industrial preocupada por ver cómo ser útil en desarrollos para el agro. Cuenta que llegó a los chicos de Colonia Almada gracias a que leyó por primera vez la historia del robot en Bichos de Campo. “Vi de inmediato un proyecto con mucho potencial para explotar. Y bueno, a los ingenieros nos gustan los desafíos, así que yo dije acá hay un desafío enorme”. Hoy una de sus tareas en el equipo es ver cómo se puede escalar con un plan concreto de negocios.
A los socios les vino de maravilla esa llamada de teléfono, donde Ana ofrecía sumarse al equipo. “Estaban necesitando a alguien que ordenara un poco todo lo que era el proceso y le diera un poco de forma y de estructura a esta idea loca que tenían”, relata la flamante ingeniera.
Mirá la segunda entrevista:
-¿Y cómo definirías esta idea loca si tuvieras que presentarla?
-Miren, les traigo este robot totalmente autónomo, es una tecnología disruptiva con todo lo que hay hoy en el mercado nacional. Fue hecho 100% en casa, desde la experiencia. Mentira, en casa no, en el campo, que es la casa de los chicos. Y es algo que surgió de ellos.
Ana está convencida de que el MG3 es “un proyecto con un potencial enorme. Es un producto que está a un nivel de competencia para insertarse tranquilamente en el mercado internacional. Realmente es una obra de ingeniería y un producto con mucho potencial de mercado”.
Por eso puso manos a la obra de inmediato. La estrategia fue pasar primero por la presentación en sociedad de este prototipo del MG3, para luego comenzar a interactuar con otros actores en lo que ella define como “la rueda de mejora continua”. Se trata entonces de “comenzar a ajustar e hilar más fino en todo lo que eran los requerimientos que tenía que tener el robot”.
“El producto está listo para comenzar a hacer las pruebas de campo. Nuestra propuesta de valor será vender un producto 100% personalizado o adaptable a la necesidad de cada cliente. La idea es, mediante las pruebas de campo, hacer interacciones adaptadas específicamente a lo que necesita cada productor. La unidad base ya está constituida. Este robot puede ser maleable en función de las distintas actividades agropecuarias”, indica.
-¿Piensan en una fabricación en serie? ¿Para cuándo?
-A futuro. La idea es un poco mantener el equilibrio entre no perder la cercanía y la personalización por algo 100% industrializado o en serie. La idea sería más bien arrancar con lotes pequeños y que después se pueda hacer sobre esas mismas unidades base las modificaciones o los cambios requeridos. A futuro, la idea es poder vender esta unidad no solo como un producto sino también como un servicio. Es un producto que no ha sido pensado para venderse sino para usarse y lo han creado los chicos desde la experiencia. Son productores agropecuarios. Entonces está hecho 100% desde la experiencia del usuario.
Ana está ocupada ahora en “armar una agenda de potenciales clientes para organizar todo lo que son las pruebas de campo e ir realizando las visitas”. Es decir, que el robot MG3 muy pronto saldrá de gira sobre la caja de alguna camioneta, visitando los campos que lo inviten. “Simplemente es coordinar un día, un horario. Nosotros vamos”, desafía Loaces.
Pero el primer y gran aliado de Viano fue su alter ego, Juan Granero, con quien compartió las primeras ideas y con quien gastó largas horas dentro del galpón del establecimiento pergeñando este desarrollo.
Mirá la tercera entrevista:
Juan finalmente fue quien nos relató la historia del nombre del simpático robot aplicador.
“MG3 surge un poco porque no sabíamos qué nombre ponerle. Es difícil para un productor agropecuario bautizar a un robot. Entramos a ver y entonces dijimos ¿por qué no nos vamos un poco a las tradiciones, a lo que es la esencia en realidad? Con Sebastián somos familia, somos primos segundos. Mi familia tiene el campo cruzando la ruta: somos primos en común cruzados por dos apellidos, Garnero y Viano”.
La cosa es que “nuestro tatarabuelo de Italia cruzó tres veces el mar, se casó tres veces y en la última vez que se casa, él tiene la descendencia de la que venimos todos por parte de los Garnero. Nuestro tatarabuelo se llamaba Miguel. Entonces en honor a él le pusimos MG3 por las tres veces que él cruzó, por la resiliencia que tuvo en ese momento para llegar desde Italia y todo lo que hizo”, describe Juan la simpática historia. Que cierra el cuento con una moraleja: “Este proyecto habla un poco de lo que es la resiliencia, de intentar hacer algo que no hace nadie en un lugar en el que no se cree que se pueden hacer cosas”.
-Por cierto que nadie hubiera sospechado que en Colonia Almada, un pueblo muy chiquito, pudiera haber un desarrollo de un robot.
-Y bueno, un poco eso es lo que tenemos nosotros por meta. Siempre nos gustó decir que no porque seamos chicos no podemos hacer cosas grandes. Entonces siempre fuimos un poco inquietos y gracias a Dios logramos armar un equipo de gente que nos asombra cada día más. El tercer socio, Roberto Mario Morosini, es el que nos salva las papas en la parte electrónica y nosotros vamos armando todo lo otro. Esto habla por sí mismo, porque se logra una sinergia. Y es curioso, porque cuando contamos la idea, cuando mostramos lo que queremos hacer, cuando contamos de dónde venimos, se lo mostramos a la gente y todos quieren participar. Es algo muy lindo lo que pasa.
-Ahora imagínate que prospere mucho la idea y que venga alguna empresa interesada en multiplicarlo y que les digan que hay que mudarse a Buenos Aires…
-El corazón nuestro está en nuestro pueblo, yo creo que vamos a tener una casa central en nuestro pueblo y la filial en Buenos Aires. Creo que tenemos que empezar como productores, como gente que viene del campo, a defender el lugar donde nacemos, porque está pasando que nos estamos olvidando un poco de las raíces. La esencia del productor agropecuario son las raíces. Por más tecnología que haya, por más cosas o cambios que se vayan generando, la tierra va a ser la tierra y nosotros dependemos de lo que ella nos dé. Entonces tenemos que empezar a devolver eso. Nosotros como empresita, como proyecto, estamos convencidos de que la mejor forma es tratar de generar cambios en los lugares que nosotros vivimos o de donde venimos.
aparatejo interesante. si lo pulen un poco y le ponen un precio logico hasta lo pueden vender bien