Este 16 de octubre fue de festejo doble para la FAO, porque la conmemoración del Día Mundial de la Alimentación coincidió con el aniversario número 80 de este organismo de la órbita de Naciones Unidas. Por ello, organizaron en Plaza Lavalle, en el microcentro porteño, una jornada extendida enfocada en el trabajo de los pequeños productores y la necesidad de seguir promoviendo la alimentación saludable en el país.
En diálogo con Bichos de Campo, María Laura Escuder, oficial de programas del organismo, señaló que, aunque aún estamos lejos de erradicar la subalimentación y malnutrición, a priori Argentina tiene un dato para valorar: “La tasa de inseguridad alimentaria ha bajado por segundo año consecutivo”, tras haber registrado picos muy elevados en la post pandemia.
Sin embargo, esa cifra positiva se combina hoy con varias puntos críticos a atender, como lo es la obesidad y las deficiencias dietarias en niños y adultos, lo que demuestra que, más que festejar, en este país productor de alimentos hay “mucho que hacer para mejorar la situación de miles de personas”.
De los gráficos que analizó este medio a propósito de la efeméride surgen 2 datos clave: 15,4 millones de personas, un tercio del país, afronta inseguridad alimentaria moderada, y entre 10 y 15% de los niños de menos de cinco años de edad afrontan desnutrición.
Puede que en el país de la producción agropecuaria, que produce y exporta millones de toneladas de alimentos al año, no haya niveles alarmantes de hambruna, pero sí una amplia gama de “grises” que demuestran que una gran porción de la población está lejos aún de alimentarse adecuadamente.
En ese sentido, Escuder aseguró que una de las prioridades del organismo es trabajar para que se amplíe el espectro alimenticio. “En Argentina tenemos una alimentación bastante restrictiva en cuanto a los gustos que tenemos, y la idea es incorporar más alimentos, como legumbres, pescado y hortalizas”, afirmó la directiva.
Indefectiblemente, eso guarda un estrecho vínculo con la situación económica, un aspecto sobre el que la FAO ya advertía en informes previos. En uno de sus trabajos en el territorio, titulado “Sistema alimentario del abastecimiento local y modelo cooperativo de consumo” y llevado a cabo en 2023, el organismo alertaba que “la pobreza y la inseguridad alimentaria se mantienen en niveles muy elevados y con tendencia a urbanizarse cada vez más”.
“Las dos cosas van unidas. La situación económica hace que uno pueda elegir determinados alimentos, pero también tiene que ver con lo cultural y la forma en que nos relacionamos con ellos”, destacó Escuder.
En ese sentido, en línea con lo que también remarcaba ese citado trabajo, la funcionaria señaló que es vital reforzar el acceso a productos de las economías regionales y a alimentos de estación, que no son sólo menos costosos para el bolsillo, sino que además “generan sentido de pertenencia, favorecen el empleo rural y promueven un acercamiento entre el productor y consumidor”.
Asimismo, respecto a la mejora que demostró el país en el particular índice de la inseguridad alimentaria -tras los récords que registró entre 2019 y 2022- Escuder aseguró que “demuestra que el trabajo que se hace está dando sus frutos”.
El desafío ahora, opina, es poner el foco en expresiones aún muy claras de esa falta de acceso a alimentos de calidad y nutritivos, como son los altos índices de obesidad infantil y adulta.
En la medida en que es escuchada e incorporada a las discusiones en curso, la FAO suele aportar con información clara y precisa para el diseño de políticas públicas. En paralelo, el propio organismo lleva a cabo una serie de programas e iniciativas de las que Escuder está a cargo de coordinar.
“Tratamos de acompañar al productor con políticas públicas y mostrando técnicas innovadoras que puedan reducir costos y mejorar la productividad”, explicó la referente, que destaca el modo en que se trabaja a diario con comunidades de jóvenes, agricultores y originarias de todo el país para mejorar el acceso a los recursos y a la vez no perder de vista el cuidado del ambiente.