Durante el 30° Congreso de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), el investigador del INTA Balcarce Pablo Abbate presentó los resultados de una investigación sobre una tecnología agrícola que promete crecer a futuro. Se trata de la intersiembra de cultivos de la cosecha gruesa sobre otro de la cosecha fina, una práctica que combina un alto porcentaje de cobertura verde del suelo, un aumento en el margen bruto y una ampliación de la fecha de siembra de los cultivos de verano.
El investigador, que a la par estuvo trabajando en la actualización de los mapas del trigo y otros cultivos, se refirió en Rosario al caso de la siembra de un cultivo de verano como la soja sobre uno de invierno como el trigo antes de la fecha de su cosecha. ¿Cómo se realiza esto?
El primer paso es la eliminación de los surcos del cultivo de invierno para mejorar el espaciamiento. Según explicó Abbate, para estudiar dicho manejo el equipo de investigación se basó en un modelo de estimación usando como unidad de medida el ingreso bruto (IB) para tres precios relativos de trigo y soja. Los resultados arrojaron que los arreglos espaciales entre 75% (es decir, 3 surcos implantados por 1 libre) y 50% de hileras con trigo (1 surco sembrado por 1 libre o 2×2) dieron el máximo IB con las tres relaciones de precios estudiadas.
De nuestro archivo
El siguiente paso fue la medición de los rendimientos que se lograron con esa práctica. El especialista adelantó que la complementación de cultivos alcanzó un rendimiento mayor que la suma proporcional de los cultivos puros. De eso se asume un efecto ambiental positivo ligado a la intercepción de mayor radiación fotosintética. En cierta franja de tiempo, el sol se aprovecha para ambos cultivos.
¿Pero cómo saber si una combinación de cultivos es óptima? Para Abbate esto resulta simple: será una buena combinación cuando ningún cultivo sea el dominante y cuando esa mezcla arroje una relación entre precios relativos y rendimiento relativo positiva. Estos factores de la ecuación dependerán de las características de los cultivares como la altura y la capacidad de brotar, pero también de factores de manejo como la latitud de siembra.
Otros indicadores evaluados durante este ensayo fueron los aportes de rastrojo –que fueron considerablemente mayores-, la incorporación de nitrógeno al suelo y el resultado económico de este sistema, que según el análisis posterior resultó en márgenes brutos superiores.
“Hay que entender que es un sistema complementario a otros, y aunque podríamos no esperar su adopción masiva, definitivamente podría ocupar un porcentaje de la superficie de cada empresa”, sostuvo Abbate durante la disertación.
La implementación de esta práctica se puede pensar para aquellos sistemas donde el rendimiento del cultivo normal es bajo, de manera tal que la caída del rinde al aumentar el espaciamiento es menor, como por ejemplo en situaciones con limitantes hídricas donde la soja se podría reemplazar por sorgo o por maíz.