Cuando se habla de agricultura y protección de cultivos, una de las voces imprescindibles es la de Emilio Satorre. El ingeniero agrónomo, egresado de la Universidad de Buenos Aires en 1980, se ha convertido en un referente obligado en estas temáticas, tanto en Argentina como a escala mundial.
Actualmente divide su quehacer en el campo de la investigación entre el sector público y el privado. Particularmente en lo concerniente a malezas sus trabajos al día de hoy están concentrados en la FAUBA (Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires) específicamente dentro de la Cátedra de cereales y como coordinador Académico de la Unidad de Investigación y Desarrollo de la Asociación Civil integrada y dirigida por empresarios agropecuarios, para compartir experiencias y conocimientos (CREA).
En estos momentos es desde CREA que el investigador se encuentra haciendo sus mayores aportes, ya que desde su percepción, democratizar el conocimiento es un factor importante para encarar la problemática de malezas. Por eso bajo su guía son muchos las productores que llevan adelante planes y proyectos vinculados al Proyecto Nacional de Malezas.
“Se apunta fundamentalmente a mostrarle a los productores la complejidad que el enmalezamiento tiene en los campos cultivados, y cuáles pueden ser las nuevas herramientas que se pueden desarrollar para reducir el perjuicio que ocasiona”, explicó el docente a Bichos de Campo.
En particular, este proyecto que Satorre viene desarrollando desde CREA, propone generar una especie de red conceptual donde productores, asesores, agrónomos, docentes y demás actores compartan la información ambiental y agronómica, a modo de democtatizar las experiencias y poder contar con nuevas herramientas cada vez.
Sobre los detalles de este proyecto, el especialista afirma: “Es un proyecto muy interesante que cubre toda la región productiva del país, desde el NOA hasta el sur de la provincia de Buenos Aires. Este proyecto a lo que apunta es establecer fundamentalmente módulos en que se incorporen tecnologías y que se evalúen esas tecnologías. No es tan importante el resultado que se obtiene de la evaluación de las tecnologías, como la oportunidad que se tiene mientras que se están evaluando las tecnologías, para poder intercambiar y recibir de los productores y volcar hacia los productores, el conocimiento que el sector ha ido generando sobre la problemática de malezas”.
Mira la entrevista completa a Emilio Satorre:
– ¿Entonces la pretensión es sociabilizar el contenido como para abordar esta problemática de una mejor forma?
– Nosotros creemos que detrás de todo proceso tecnológico no hay solo una herramienta o un instrumento, sino que hay una forma de manejar o implementar, hacer funcionar un instrumento. Nosotros trabajamos mucho en ese proyecto evaluando los instrumentos, pero fundamentalmente para ver cómo podemos manejarlos mejor, bajo las distintas condiciones productivas que experimentan nuestros cultivos extensivos en las diferentes regiones del país.
– Los productores de CREA siempre buscan la innovación y estar a la vanguardia. Teniendo en cuenta todo este proceso de intercambiar información ¿Qué se está haciendo en concreto?
-Al evaluar herramientas sabes que tenés disponibles distintos tipos de instrumentos. Lo que nosotros queremos, además de identificar qué tipos de instrumentos tenemos, es poder saber qué tan efectivos son para abordar la problemática que queremos abordar, que en este caso puede ser una maleza o un conjunto de malezas dentro de una comunidad. Pero sobre todo discutir y ver cómo es que tengo que manejar ese instrumento.
-¿Con esto de las herramientas, haces referencia a un herbicida, que en este caso puede ser una herramienta buena, si se realiza un uso correcto para tratar las malezas?
– Absolutamente. En el caso de un destornillador, vos podés usarlo para sacar un tornillo o para matar a una persona. Por lo tanto, es así, usarlo bien, y sobre todo pensar que cuando uno está usando un instrumento, en realidad lo que hace que ese instrumento sea bueno, o sea malo. Es la forma en que se utiliza, no el instrumento en sí mismo. Y eso es lo que nosotros queremos trabajar, no solo con la herramienta, sino también con el proceso, porque creemos y sabemos -no es una creencia de fe- que es tan importante el proceso en la tecnología de control como el instrumento que se utiliza en esa misma tecnología.
-¿En tu rol como docente en la investigación sobre malezas en el sector público como se hace para generar las condiciones y que estas herramientas que mencionabas se usen bien?
-Nosotros hemos trabajado desde el ámbito público mucho en generar ese conocimiento que es crucial para que en forma integrada con las herramientas se de un control eficaz, eficiente y seguro a una problemática que es muy compleja, como lo es la problemática de malezas.
En los últimos años. al expandirse tanto la agricultura en nuestro país, dio a luz a un problema que no habíamos tenido en los 100 años anteriores, que es la aparición de malezas resistentes a fitosanitarios. Allí es cuando comenzamos a empezar a ver que ahora teníamos que buscar nuevos aliados en la lucha contra esta problema. Y esos aliados estaban en la organización de nuestro sistema productivo, nuestras secuencias de cultivos, lo que llamamos la rotación.
Al respecto Satorre se remitió a contar un poco la historia y recordar que los primeros pasos que se dieron en el país para hacer frente a las malezas resistentes: “En los años 50, a mitad del siglo pasado, aparecieron los primeros herbicidas, es decir, los primeros fitosanitarios para controlar malezas. Se creyó que con estos productos se iba a erradicar la problemática de malezas. Tanto como un antibiótico iba a erradicar una enfermedad de una persona. Hoy sabemos que hay bacterias resistentes. Lo mismo ocurrió con la ciencia de malezas y el uso de fitosanitarios”, narró.
A su vez, el experimentado científico agrega: “Los investigadores argentinos fueron desde la década del 80, uno de los pocos en el mundo que intentaban entender cuál era la dinámica, qué era lo que determinaba el crecimiento y el éxito de una maleza en un sistema cultivado y cómo podía ser usado ese conocimiento para poder identificar en el ciclo de vida de una maleza los puntos más vulnerables”.
-A partir de lo que explicás, se puede decir que el uso correcto y eficiente de las herramientas, en este caso los herbicidas para el tratamiento de las malezas, ¿tienen un trasfondo cultural?
-Es una cuestión cultural en un gran aspecto, pero como todo proceso cultural puede ser cambiado cuando se introduce conocimiento. Yo entiendo por cultura aquello que a alguien le transmite a otro. Durante muchos años la agricultura se hizo de esa manera. Los padres le enseñaban a los hijos cómo es que había que sembrar, cuándo y cómo. La ciencia, por suerte le ha introducido al escenario de la agronomía la posibilidad de diseñar sistemas productivos de una manera racional, a partir del conocimiento que se genera sobre los distintos componentes que lo conforman.