El Hinojo es una empresa familiar entrerriana que ha sabido mantenerse en el negocio agropecuario a costa de no casarse con un cultivo. Su asesor agronómico Gabriel Busson fue decisivo en su crecimiento, porque decidió no bajarse del barco de la diversificación y mantuvo el cultivo de la colza cuando todos lo dejaban. Por el contrario, la firma apostó a fondo a ese y muchos otras curiosidades. Hoy son pioneros en cultivos de nicho y cada campaña experimentan con nuevos negocios.
Si Busson asistió al primer simposio de colza en Paraná es porque, entre las 60.000 hectáreas que administra, la oleaginosa que supo ser importante en los inviernos de 2013 y 2014 tiene mucho protagonismo en su planteo. Para él, la colza no fue sólo una moda, y por eso no ha dejado de producirla aún cuando no había híbridos ni ideas sobre manejo.
Claro que no es todo color de rosas. “Hay que tener cierto cuidado”, advierte Busson, al repasar los 14 cultivos de renta en los que apuestan cada invierno. Además de la colza, hace tres años empezaron con carinata, muy demandada en la producción de biocombustibles, y la campaña pasada también sumaron la camelina, utilizada para obtener aceite vegetal.
Las brasicáceas están reflotando en nuestro país por una cuestión de costos y nuevos negocios en puerta. “La peor situación de todas es la soja de primera”, respondió Busson cuando Bichos de Campo le consultó por su predilección hacia los cultivos de invierno. Si no alcanza siquiera para cubrir gastos operativos, es de esperarse que afloren alternativas.
Además de calinata, colza y camelina, producen lupino, avena, arveja, lino, garbanzo, cebada cervecera y hasta rabanito forrajero. Si no se abocan sólo a los cultivos tradicionales, como el maíz, trigo o soja, es porque han aceitado el proceso y tejen redes comerciales para insertarse fácilmente en esos nichos sin altos riesgos.
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En El Hinojo tienen además plantaciones de nueces pecan y pisan fuerte en el mercado de la carne porcina, con unas 1800 cerdas en sus granjas y su propia red de carnicerías.
Pero, a pesar de tener espalda, no fue fácil para la firma agropecuaria mantener la producción de colza aquella etapa de breve esplendor de hace diez años. La clave fue insistir, asesorarse y ser pioneros en un commodity que el agro argentino está redescubriendo.
“Nos costó caro porque fuimos aprendiendo sobre la marcha sobre variedades, fechas de siembra y cuestiones específicas del manejo”, explicó Busson.
Hoy, luego de superar la etapa más compleja, el agrónomo considera que es “divertido” trabajar con cultivos de nicho y mercados emergentes, y le gusta hacerlo a fondo. “Apostamos muy fuerte”, señala, a propósito de las 1500 hectáreas que destinaron sólo a la camelina y las posibilidades de seguir expandiéndose para mejorar la rentabilidad.
“Hoy hay híbridos con facilidad de cosecha. Eso nos invitó a seguir y a hacer un uso más eficiente de la maquinaria”, destacó el agrónomo, una de las piezas de artillería del ambicioso proyecto que lleva adelante El Hinojo, con más de 130 personas trabajando en simultáneo.
-Cuentan con una amplia oferta de cultivos, ¿de qué forma se realiza la comercialización de lo que se cosecha?
-Trabajamos con convenios con empresas, en los que uno se compromete a hacer la producción de semillas y se trabaja con volúmenes más pequeños. Si bien son nichos, es un poco más complejo, no es un commodity que el productor puede salir a sembrar masivamente. Pero la demanda está y, de hecho, lo venimos sosteniendo todos los años.
-¿Crees que puede llegar a mejorar esa demanda?
-Yo creo que lo que hace falta es que haya un mercado transparente, más que nada de colza, que es un commodity y lo tratamos como una especialidad. Es necesario que aparezcan precios de pizarra de colza en Rosario y hoy no lo tenemos, esa es la herramienta que nos falta. Hasta ahora, nos estamos guiando por un precio de Matif (un mercao europeo), que es referencia de afuera.