Hay muy pocas empresas familiares en el agro argentino que hayan cumplido 100 años y conserven esa condición: aunque se profesionalizaron, la familia sigue estando en el centro de la escena. El semillero Klein es uno de esos pocos casos. En la Expoagro 2019, había muchas personas que llevaban el apellido Klein que estaban de festejo: cumplir un siglo en este país tan inestable debe ser motivo de algarabía.
Un Klein por aquí, otro Klein por allá. Pero a la hora de hablar con Bichos de Campo todos ellos miraron hacia el agrónomo Federico Corriés, uno de los breeders de la “centenaria” empresa argentina. Fue él quien nos contó que el alemán Enrique Klein emigró primero a Uruguay en 1921 para colaborar de la creación del INIA, una suerte de INTA oriental; y que luego fue contratado por la maltería Quilmes (otra empresa centanaria, pero que hace rato pasó a manos de multinacionales) para mejorar la cebada utilizada en la elaboración de la cerveza.
“Entonces decide trasladar parte del mejoramiento a la Argentina y empezar a sembrar las semillas mejoradas. En ese momento en la Argentina había todos trigos silvestres traídos por inmigrantes. Y entonces fue ahí que se pega el primer salto importante en los rendimientos”, nos explicó Corriés. El primer trigo que este mejorador liberó al mercado fue el “Klein Favorito”, del cual se llegó a sembrar 1 millón de hectáreas.
Escuchá la entrevista completa con el investigador del Criadero Klein:
Fundado formalmente en 1919, el Criadero Klein SA se encuentra ubicado en el partido de Alberti, Bueos Aires, en una pequeña población llamada Plá en la que la mayoría de habitantes dependen laboralmente de esta firma. Allí Don Enrique, como lo llaman todos todavía, adquirió una fracción de campo de 205 hectáreas. donde construyó las primeras instalaciones del criadero. Con esa tarea también se iniciaron en el país los trabajos de mejoramiento en casi todas las especies vegetales cultivadas. No, soja todavía no había.
Klein falleció en 1970 luego de obtener numerosas variedades de trigo, maíz, girasol, centeno, cebada cervecera, avena, sorgo y lino. Su gran obsesión en materia triguera fue la calidad panadera del cereal. “Si bien en sus inicios el criadero fue haciendo diversos cultivos, con el correr de los años se especializó en el trigo pan. Don Enrique se obsesionó con importar equipos que le permitieran verificar y mediar esas calidades panaderas.
Cuatro generaciones de Klein ya ocuparon puestos de trabajo y de decisión en la empresa, pero hay una filosofía que no cambió. El agrónomo enfatiza que “cualquiera que haya hecho alguna transacción con el criadero Klein sabe bien de los valores de los que estamos hablando. No es poco para nosotros, después de cien años de historia, que todos en el sector sepan que estamos hablando de una empresa que es transparente y ética. Ese no es un dato no menor”, nos dice.
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Luego hablamos con Corriés de la genética francesa que llegó después y que afectó los niveles de proteína del trigo argentino. También de la necesidad de que salga rápido una ley de semillas que, además de velar por los derechos de las mutinacionales, lo haga también por los de estos criaderos locales que sobreviven en el difícil negocio de las autógamas.
Pero nos quedamos con la definición sobre los valores que expresan este tipo de empresas. Nadie que no los tuviera podría sobrevivir por más de un siglo de historia.