Esta semana, la Asociación de Semilleros Argentina (ASA) y la Cámara Algodonera Argentina (CAA) dieron comienzo formal a la campaña del deslinte de semillas de algodón 2024/25. Se trata de la primera en la gestión de Javier Milei, lo que genera cierta incertidumbre respecto al panorama económico en la que se enmarcará. Lo cierto es que para los representantes de esa economía regional, los cambios aún no están a la vista.
“Nos dicen que hay que darle tiempo al gobierno pero nosotros seguimos esperando. Lo que yo vi en concreto es que a fin de años nos quisieron subir las retenciones y que nos salvamos de milagro, gracias a que los gobernadores y legisladores de las provincias de las economías regionales dijeron que no. Así que esa señal para mí fue espantosa”, dijo Carlos Almiroty, presidente de la Cámara Algodonera Argentina, a Bichos de Campo.
Uno de los cambios más esperados, y del cual no se tuvo hasta ahora novedades, tiene que ver con el cepo.
“Estamos a la espera de que se elimine de una vez por todas para tener el tipo de cambio real. Si no, la agroindustria sigue soportando, junto a otros sectores, el peso de esta situación. Venían con la motosierra y parece que quedó medio oxidada. Es para algunas cosas y para otras no. Pero bueno, otra no queda”, lamentó el algodonero.
Otra de las principales preocupaciones del sector tiene que ver con el interés del gobierno de abrir la importación de ciertos productos, lo que ya generó el desconecto de varias economías regionales. Y el algodón no es excepción.
“Ya escuché varios amagues porque amenazan con cuestiones abusivas de precios supuestamente. Esto ya lo vio la Argentina. Y repitiendo lo que dicen los industriales, acá nadie tiene miedo a competir con el mundo. Pero dame las mismas reglas. Si yo tengo impuestos que el otro no paga, una ley laboral por la que vivo bombardeado de juicios laborales que el otro no tiene, entre tantas otras cosas, me van a fundir. No digo que no hay que abrir, digo que abramos con inteligencia, viendo que el tipo pueda competir”, sostuvo Almiroty.
-¿En algún momento se agota la paciencia?- le preguntamos al algodonero.
-Y ese es el drama del campo, lo tienen cautivo. Porque cualquier tipo que tiene un comercio o una industria, el día que no le dan las cuentas baja la palanca, cierra la fábrica y se manda a mudar. ¿Pero el productor qué va a hacer? Vive en el campo. Haya buen precio o mal precio, tiene que volver a sembrar, le suban o le bajan los insumos. Es un estilo de vida y sigue apostando a que el año que viene va a ser mejor. Y los distintos gobiernos a lo largo de la historia de la Argentina se aprovechan de eso, lo cual es un suicidio para toda la sociedad. Porque tanto se dice que la agroindustria es el motor del país y la locomotora que nos va a sacar, y nosotros nos encargamos de ponerle un palo en la rueda a la locomotora para que no termine arrancando. Basta mirar lo que pasa en Brasil con su explosión agroindustrial, cómo está desplazando a los Estados Unidos en la mayoría de los mercados agrícolas y nosotros estamos planchados hace 20 años, en estado vegetal.