El doctor en Biología Jun Pablo Juliá la define como “un laboratorio a campo”, aunque se encuentra en uno de los bordes de la ciudad de San Miguel de Tucumán, la que da a las Yungas. Se trata de la Reserva Experimental de Flora y Fauna de Horco Molle, una superficie de 200 hectáreas destinadas a la conservación, rescate de la biodiversidad y restauración del ecosistema. Allí, entre otros proyectos, Juliá y su equipo se han propuesto reintroducir el tapir común en la selva tucumanas, pues este mamífero terrestre -el más grande de Sur América- dejó de habitar esta zona del norte argentino desde la década del 40.
Ubicada exactamente en la localidad de Yerba Buena, la reserva pertenece a la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Tucumán, unas de las pocas que cuenta con un espacio de este tipo en todo el país. Sin embargo el quehacer de la REHM trasciende los límites de la academia para convertirse en un centro de educación ambiental al que tiene acceso toda la sociedad. Su objetivo fundamental devolver a su hábitat natural todos aquellos animales, rescatados del contrabando y tenencia ilegal de especies exóticas. Esta es intención que tienen los reservistas para con el tapir, para finales del 2025.
Mirá la entrevista completa a acá.
“El tapir llegaba a Tucumán, a Santiago del Estero, Corrientes, al norte de Entre Ríos y a buena parte de la provincia de Santa Fe. Este, provincias donde ya se extinguió. Acá, en Tucumán, los últimos registros fehacientes de tapires llegan hasta la década del 40, y probablemente su extinción se debió a la caza y a la destrucción de su hábitat”, dijo Juliá, responsable de la reserva, en su diálogo con Bichos de Campo.
Si bien ahora en Horco Molle, habitan alrededor de 9 ejemplares de distinta procedencia, el biólogo explicó que al menos se requieren 50 tapires para que haya una continuidad de la especie dentro de la fauna argentina. “Tengo nueve ejemplares, algunos provienen de rescates y de otras provincias, otros son nacidos acá en la reserva. Ese sería el núcleo inicial. Pero en ese núcleo inicial hay animales provenientes de zonas como Brasil o Paraguay, porque las poblaciones son bastante uniformes. Desde el sur del Amazonas hasta acá podemos hablar de un único grupo genético”, indicó.
¿Por qué se extinguió el tapir, tratándose de un animal bastante dócil e inofensivo? Según describió Juliá, se cazaba por diversas razones, incluso por mitos y creencias populares. “Se cazaba el tapir por su carne, por su cuero. Había algunos usos medicinales, porque se le atribuye a la pezuña de la pata izquierda del tapir -como se acuestan con la patita sobre el pecho- propiedades para curar los males del corazón”, reseñó.
Todavía en otras zonas siguen estas formas de caza furtiva, pero con un agravante, “Se caza el tapir por diversión”, dijo Julíá. Por eso desde la reserva fundada en 1986, encabeza este proyecto que pretende devolverle a los tucumanos un animal autóctono. Se apoya también en el trabajo de la Fundación ProYungas, que articulada con cinco empresas citrícolas, dispone de más de 50 mil hectárea de Paisajes Productivos Protegidos (PPP) en donde potencialmente deberían liberarse los primeros tapires, cuando llegue el momento oportuno.
“Hay estrategias para recuperar especies, que se están desarrollando en todo el mundo, y que buscan reponer especies que habían desaparecido. Ahora estamos trabajando con el tapir y tenemos resuelto la cuestión de hábitat, porque hay ambiente suficiente para tapires, hay mucho ambiente, hay áreas protegidas suficientes para tapires en la provincia. Las poblaciones humanas que vivían en zonas donde podían tener conflicto con los tapires por cacería o por ganadería, han migrado hacia las ciudades. Las Yungas de Tucumán están prácticamente deshabitadas y eso favorece la vuelta de los tapires”, precisó.
Pero en la reserva, aunque se respeta el hábitat natural de los animales, no se dejan nada al azar y mantienen un monitoreo contaste de las especies. “En los lugares sobre los que estamos trabajando, si bien está resuelta la cuestión biológica, también realizamos un monitoreo de conjunto con la fundación Ranger, que financia Microsoft, nos permite tener un nivel de seguimiento y de control de lo que hacen los animales.
“Los monitoreamos todo el tiempo con GPS, con cámaras trampa, con micrófonos en campo y todo eso se reúne en en un solo pool de información que permite tener un mapa muy preciso de por dónde andan los tapires y por dónde andan también las personas que pudieran querer hacerle daño”, agregó el doctor en Biología.
-Decís que ya tenés nueve ejemplares de tapir dentro de la reserva ¿Cuántos se necesitan como para empezar a hablar de una población que permita continuar la especie?
-En los proyectos de reintroducción o de crear una población mínima viable, o sea una población que se mantenga la variabilidad genética por sí misma, se habla de un número de entre 50 y 500 ejemplares para mamíferos. Pero para proyectos de reintroducción en general se considera que 50 es un buen número, para comenzar. Nosotros esperamos alcanzar ese número a lo largo de un periodo de diez años. Después pensamos hacer evaluaciones de la variabilidad genética de estas poblaciones en crecimiento y si es necesario, sumaremos nuevos ejemplares, cada nueva generación. La idea es mantener esa variabilidad genética hasta que la población sea totalmente autosustentable. Estos son proyectos que hay que pensarlo a muy largo plazo.
Sin embargo, en todo este proceso de rescate, hay un trasfondo bastante noble de la Facultad de Ciencias Naturales y de Juliá en particular: recuperar la memoria sobre una especie autóctona, que estuvo ausente durante varias generaciones continuas.
“Mucha gente no sabe lo que es un tapir, porque después de 70/80 años desaparecidos de la provincia, volvieron pero es mucho tiempo. Nosotros venimos trabajando hace muchos años y hoy probablemente podría decirse que ya una buena parte de los tucumanos saben qué es un tapir. Pero cuando nosotros empezamos con esto, la gente decía un hipopótamo, un rinoceronte, un chancho”, recordó el biólogo, que por supuesto recibe con gusto a todos los chicos de las escuelas de la provincia y ha logrado que el tapir ingrese en los programas de estudio.
Convencido de que la prioridad es que la gente reconozca al tapir como un exponente de la fauna nativa, desde la reserva también se prevé una liberación paulatina que garantice el bienestar del animal. “En los sitios donde nosotros tenemos planificado liberar, vamos a hacer cercados de suelta para hacer una suelta blanda. Los animales pasan mucho estrés cuando se encuentra con un nuevo ambiente que no conocen y ese estrés los puede llevar a pérdida de peso, a mal alimentarse, a huir y y salir de las zonas protegidas. Entonces es bueno que empiecen su periodo de liberación con una aclimatación de uno o dos meses.
-¿Cuándo empiezan a soltar los primeros ejemplares? – le preguntamos
-Esperamos que si todo marcha bien en este año y medio que llevamos trabajando la cuestión social y educativa, las primeras parejas se liberarían más o menos por estas fechas del año que viene (inicios de diciembre). Estamos trabajando con el Ministerio de Educación de la Provincia, haciendo difusión sobre el tapir y educación ambiental a docentes y estos actúan como multiplicadores en las aulas. Sobre todo al sur de la provincia, que es donde tenemos más o menos puestas las miras. También estamos trabajando con empresarios locales, para que no los cacen.
“Queremos que el tucumano se apropie del proyecto, porque con esto le devolvemos identidad a Tucumán, le devolvemos diversidad a nuestros bosques y abrimos posibilidades, incluso de ecoturismo. Los tapires son animales tranquilos, relativamente fáciles de ver cuando no se los molesta”, dijo Juliá.
-¿Cuál es el rol del tapir, dentro del ecosistema?
-Hay estudios en Brasil muy contundentes, y también en Salta, que muestran que los tapires son una especie clave en los ecosistemas donde viven, porque dispersan semillas de muchos árboles y eso favorece la dispersión de algunas especies. Pero además por su carácter de mega herbívoros, dan forma al ecosistema por ramoneo rotura de plantas, apertura de sendas que son utilizadas por otras especies. En los ecosistemas donde hay tapires son más diversos, tanto en especies de animales como de plantas, que aquellos ecosistemas donde los tapires desaparecen y eso los convierte en una especie que nosotros, los ecólogos, llamamos especies clave.
Me parece fantástico la reinserción del tapir en Tucumán y zonas aledañas a las yungas de nuestra provincia , inmensa y muy valorable el trabajo del biólogo Juan Pablo Julià. Espero aprendamos a cuidar y valorar y no depredar las especies que tanta falta hacen a nuestro planeta
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Coincido, pero en los ambientes que trabajamos compartimos espacio con la fauna y flora autoctona, eso deberia seguir existiendo, son compatibles en la medida que asumamos que es parte del negocio, tanto sus pérdidas como las ganancias, se llegó a un punto de casi no retorno en estas cuestiones y respetar y aprender a convivir es parte del trato, obviar estas cuestiones no es hacer las cosas bien, es mi opinion, saludos
Soy agronomo pero estos temas son muy interesentes, frenar con el desmonte de lo poco que nos queda es clave, ya tomamos demasiado, se pierde biodiversidad y no colaboramos con frenar el calentamiento global; reintroducir especies extintas me parece justo e inteligente, saludos y suerte !!
Aprender qué animales son nativos y debemos preservar y cuales son exoticos e introducidos (sin predador son plagas) y eliminarlos para que no nos causen daños economicos ni desplazen a la fauna autoctona (ej jabali europeo, ciervo axis asiatico, etc)
“Había algunos usos medicinales, porque se le atribuye a la pezuña de la pata izquierda del tapir -como se acuestan con la patita sobre el pecho- propiedades para curar los males del corazón”.
De no creer que mataran tapires para eso. Qué gentuza de cuarta!
Hermoso animal. Ojala los dejen vivir en paz en un ambito propicio.