En Argentina le decimos selva misionera. Más técnicamente, algunos la llaman selva paranaense y, en el ámbito internacional, se la conoce como bosque atlántico. Más allá de los nombres, su importancia radica en la alta biodiversidad (cantidad de seres vivos) que alberga y en el hecho de que hay que cuidarla porque queda poco de este ecosistema en el mundo.
Todo esto en cuanto al ambiente. Y para los productores agropecuarios hay un beneficio extra: si conservan monte nativo en sus chacras casi no tienen que pagar impuestos municipales. (Más abajo la explicación, pero ahora sigamos con la naturaleza).
Uno de los lugares donde aún queda selva paranaense es en el norte de la provincia de Misiones, en la zona llamada “la península” (5.000 hectáreas) y perteneciente al municipio de Andresito, muy cerca de las cataratas y conocidísimo por la yerba que produce y lleva su nombre. Esta península es especialmente relevante porque permite la conectividad selvática entre dos grandes parques nacionales: el PN Iguazú del lado argentino y el PN Do Iguacú del lado brasileño. Es en esta zona donde la ONG Aves Argentinas ha adquirido 184 hectáreas que convirtió en una reserva llamada El Puente Verde.
“Ambos parques son muy famosos por las cataratas y tienen gran extensión de selva sobre el río Iguazú; además, representan uno de los ´manchones´ con mayor continuidad de bosque que quedan”, explica Rodrigo Fariña, coordinador del proyecto Bosque Atlántico de Aves Argentinas. “La península de Andresito hace de conector entre las dos áreas protegidas, lo cual permite que los ´bichos´ puedan desplazarse en el territorio. El principal objetivo de esta iniciativa es conservar la biodiversidad y convertirse en un puente que nos vincule más y mejor con la selva; aquí llevamos a cabo acciones de restauración, ecoturismo, investigación, capacitación y aprovechamiento sustentable”.
Al mismo tiempo Aves Argentinas trabaja con el municipio de Andresito en el marco de una estrategia más amplia. Esta consiste en mantener un Corredor de Conservación y Desarrollo en esta península donde también hay reservas privadas y estatales (tres provinciales y una nacional), y chacras productivas con yerba, ganadería, forestación, agricultura familiar y de autoconsumo (banana, mandioca, mamón).
Parte de la estrategia macro tiene que ver con acompañar “modelos productivos amigables con la conservación”. Pero, ¿qué significa esto en concreto? “Hemos desarrollado un sello de valor diferenciado que son los cultivos denominados CAÁ, que también es un juego de palabras ya que ‘caá’ significa monte en guaraní y a la vez es la sigla de Cultivo Amigo de las Aves”, describe Rodrigo. “Hay un protocolo para producción de yerba mate y de otros productos, y la idea es que esas producciones además de ser orgánicas o agroecológicas, también conserven monte en pie para poder mantener microcorredores de selva dentro del Corredor antes mencionado”.
Hay más de 70 chacras productivas en la Península y una gran posibilidad: cuando una propiedad se suma al Corredor de Conservación y Desarrollo, el municipio de Andresito lo exime del 95% de la carga impositiva sobre las hectáreas de la chacra donde hay monte. “Es una manera de darle valor al bosque nativo en pie y desde Aves Argentinas apoyamos a que las familias puedan presentar la documentación y planes de manejo para lograr esa exención de impuestos”, enfatiza Rodrigo. “A cambio, el productor deben mantener el bosque y permitir el ingreso de científicos para monitorear las especies (cámaras trama y listados)”.
Volviendo a la reserva El Puente Verde, allí funciona un vivero de plantas nativas que tiene como fin la restauración de ambientes. Así, los plantines se usan para la propia reserva y se reparten a vecinos y a otros lugares de la provincia de Misiones. Trabajan con especies llamadas “pioneras” para los procesos de restauración de ambientes degradados, como el fumo bravo; especies de valor maderable y ornamental como el lapacho y especies amenazadas, como el palo rosa y el palmito. También disponen de frutales nativos como pitanga y ubajay que son muy demandados por los vecinos y cuyos frutos también son consumidos por las aves, que luego dispersan las semillas.
Al mismo tiempo, la reserva cuenta con área de acampe, quincho, más de 6 kilómetros de senderos y una extensa costa sobre el río Iguazú (no se puede nadar pero sí disfrutar como paisaje). Esto es así porque otro de los objetivo de El Puente es impulsar el turismo de naturaleza y los emprendimientos de vecinos que ofrecen actividades y alojamiento en la zona.
-¿Cómo trabajan con la fauna silvestre de la selva?
-Nuestra reserva cuenta con un Centro de Manejo de Fauna donde fortalecemos las acciones de restauración de especies de alto valor, como el maracaná lomo rojo. Se trata de un ave que era abundante en la selva misionera pero de la cual no se han registrado avistamientos en décadas, por lo que en Argentina está considerada en Peligro Crítico y posiblemente extinta.
-¿Y qué pasa con el yaguareté y los productores de la zona?
-Tenemos una línea de trabajo de coexistencia con la vida silvestre donde una persona acompaña a los vecinos para mitigar el potencial impacto sobre animales domésticos y ganadería. Trabajamos con alambres eléctricos, luces disuasorias que emiten secuencias de colores (fox lights) y caniles para guardar a los perros de noche. La relación con los productores vecinos es muy buena, hay gran predisposición para trabajar juntos y es una relación que se ha ido construyendo.