En el ciclo comercial 2020/21 del girasol argentino, que se extendió de marzo de 2021 a febrero de 2022, se recuperó la “internacionalización” de la oleaginosa.
Eso porque la recuperación de las exportaciones, producto de la firmeza de la demanda internacional, hizo que la proporción de aceite de girasol elaborado en el período que se destinó al mercado interno fuese del 37,1%, mientras que en 2019/20 había sido del 46,4% a causa fundamentalmente de una reducción de la producción.
En el primer mes del ciclo comercial 2021/22 del girasol –marzo de 2022– se inició con la estampida de precios internacionales de los aceites vegetales provocada por la invasión de Ucrania por parte de Rusia, lo que debería hacer prever una profundización de la matriz comercial externa del aceite de girasol.
Sin embargo, en la Argentina eso no necesariamente será así porque las empresas elaboradoras de aceite de girasol están obligadas por el gobierno nacional a abastecer al mercado interno no solamente con un volumen adecuado, sino además a un precio mayorista determinado.
Si bien la industria aceitera recibe un subsidio para compensar el quebranto de esa operación, que proviene de una “retención encubierta” aplicada a las exportaciones de soja y girasol que luego es derivada a un fideicomiso, los montos asignados este año resultan insuficientes para cubrir las pérdidas.
Tales descalabros intervencionistas, en lo que respecta tanto al “fideicomiso aceitero” como al perjuicio generado a las industrias elaboradoras de aceite de girasol, tarde o temprano se termina trasladando a los precios internos que reciben los productores argentinos de la oleaginosa.
En la segunda semana de marzo pasado, luego de que importadores europeos salieran desesperados a buscar proveedores alternativos de aceite de girasol que lograsen cubrir el “bache” dejado por Ucrania, los valores pagados por el girasol con entrega en Quequén se ubicaron en un rango de 700 a 800 u$s/tonelada.
Sin embargo, hacia fines de marzo los valores ofrecidos –considerando siempre la referencia del puerto de Quequén– fueron cayendo hasta estabilizarse en unos 550 u$s/tonelada. Y en lo que va de abril se recuperaron para negociarse entre 660 y 680 u$s/tonelada.
Semejante variaciones, propias de una “montaña rusa”, están explicadas no solamente por la enorme volatilidad internacional que vienen registrando las cotizaciones de los aceites vegetales, sino también por las particulares condiciones políticas presentes en el mercado argentino.