Lo primero que tiene para decir Julián Sabattini es que en los planteos orgánicos no es posible controlar a las hormigas con compuestos biológicos. “Es así: hasta el momento no se puede porque las hormigas cortadoras tienen un sistema autoinmune con la capacidad de inhibir los biopreparados permitidos por la producción orgánica”, afirma.
Pero no es que este ingeniero agrónomo, ganadero, investigador del Conicet y docente universitario esté en contra de las producciones sin agroquímicos o que no le importe el ambiente. Para nada. De hecho, en su campo familiar de Hasenkamp, Entre Ríos, donde se hace agricultura y ganadería, tiene una reserva natural privada de 210 hectáreas en donde se conserva el bosque nativo.
La Esmeralda es una reserva de usos múltiples, lo que significa que se conserva el ecosistema y a la vez se produce, es decir ambos modelos se encuentran sinérgicos. “El objetivo fundamental es demostrar la factibilidad de que los sistemas naturales deben estar en producción donde la presencia de los herbívoros son parte del sistema. Con una carga animal adecuada de bovinos se puede producir y conservar al mismo tiempo. Esto se le ocurrió a mi abuelo José Luis y mi padre Rafael, ambos visionarios”, explica Julián.
Toda esta introducción es para volver al gran tema de esta nota: las hormigas cortadoras, insectos que este agrónomo estudia desde hace catorce años. Puntualmente desde un día en que, al cerrar la tranquera de un campo al norte de Entre Ríos, junto a su padre (agrónomo, científico, profesor universitario y experto en ecología vegetal) vieron “una autopista verde”, que era una gran cantidad de hormigas que andaban por el suelo llevando hojas.
“Nos sorprendió la magnitud y cantidad de forraje que llevaban y decidimos estudiarla para saber cuánto consumían en verdad las hormigas, porque se tiene la impresión de que son cifras exorbitantes, pero luego de años de estudio comprobamos que no llegan al 10% del forraje de un campo”, describe. “Comprendimos que las estábamos juzgando demasiado y que los problemas no venían por el lado de la hormiga sino de las capacidades productivas del suelo; lo que pasa es que cuando hay poco pasto, el corte que realiza la hormiga se magnifica. Pero en realidad no es tan grande”.
Antes de arribar a estas conclusiones hubo tiempo y trabajo. Y fue tanto el trabajo los primeros años donde hacían todo a mano (mirar las hormigas, sacarle la carga, pesar esa carga, hacer un promedio, etc.) que Julián pensó: “Tiene que haber una forma más fácil, debe haber un software”. Pero no había, entonces decidió crearlo. Fue así que junto con la Universidad Nacional de Entre Ríos y la Universidad Nacional del Litoral creó un equipo (soft y hardware) para estudiar a las hormigas.
”La verdad es que la fatiga humana ya se notaba”, dice entre risas este agrónomo que también fue programador años atrás. “Además, me gusta la informática y creo que la tecnología debe ayudar a resolver problemas agronómicos. Hoy hemos creado el AntVideoRecord y el AntTracker que consiste en una cámara encendida las 24 horas del día durante un lapso determinado y que almacena la información en un pendrive. Luego, el software cuenta las hormigas en dos sentidos; las que salen y las que ingresan a la colonia, como así también las que van cargadas con pasto y a qué velocidad se trasladan. Así pudimos construir una curva de actividad más real”.
-Usted menciona que las hormigas cortadoras se organizan por casta o tarea. ¿Cómo surge esa organización?
-Por evolución biológica. Las hormigas son considerados organismos eusociales, en donde se dividen en castas con tareas organizadas según las necesidades. Hay exploradoras, cortadoras, transportadoras de hojas, hasta, por ejemplo, soldados, que cuidan a la colonia y se destacan por su tamaño: cabezones con mucha fuerza. O sea, al nacer todas las larvas son iguales, con algunas diferencias, y luego se especializan según su tarea asignada.
-¿Su éxito de supervivencia tiene que ver con su organización?
-Sí, de su fenomenal división del trabajo, de su adaptación a los ambientes y por una característica clave: la hormiga cortadora existe por su estrecho vínculo casi perfecto al hongo que “crían” y del cual se alimenta por debajo del suelo. Este hecho de cultivar su hongo-alimento le garantiza el éxito de supervivencia desde el sur de Texas hasta la Patagonia, que es su distribución geográfica en líneas generales.
-¿Cómo es ese hongo?
-Es un hongo de color blanco, que cada nueva colonia de cortadoras es clonado y nace con un trocito de hongo de otra colonia madre. En lo morfológico, suele ser del tamaño de una pelota de futbol que se aloja dentro de cavidades bajo el suelo junto con cámaras de aire y de desechos unidos a túneles por donde pasa el oxígeno y dióxido de carbono. Las cortadoras son una especie reciente en la evolución dentro de las hormigas, su existencia está ligada a que haya alguien que sintetice el forraje cosechado, y ese alguien es el hongo.
-¿Podemos decir que las hormigas son inteligentes? ¿O en verdad solo tienen una programación eficiente para hacer siempre lo mismo?
-Efectivamente lo que hacen es trabajar según secuencias programadas, así que no sé si tienen la capacidad de pensar porque la inteligencia implica generar soluciones ante problemas nuevos; por ejemplo, si a una hormiga la ataca un escarabajo no sé si “piensa” cuál es la mejor manera de defenderse. Lo que sí tienen es una programación y organización (están “seteadas”) para salir a hacer ciertas cosas, entre ellas forrajear a ciertas horas y para armar las colonias de determinada manera.
-¿Por qué usted sostiene que la producción orgánica no puede eliminar las hormigas?
-Lo orgánico anda muy bien con el resto de las practicas agronómicas, por ejemplo control de malezas, fertilizaciones, o con el control de insectos solitarios o con poblaciones más fáciles de controlar, como podría ser la oruga, o la langosta. Pero la hormiga ha evolucionado en un sistema de comunicación y autodefensa muy eficiente para proteger su colonia. Por ejemplo, si uno le pone una bacteria o algún microorganismo para eliminarla, ella tiene con qué inhibirla, lo mismo que con un fungicida.
-Sin embargo hay muchas producciones orgánicas exitosas. O sea que alguna vuelta le encontraron…
-Bueno, hay lugares donde no tienen hormigas, entonces no hay problemas. Donde sí hay hormigas no se las puede combatir de forma orgánica, a lo sumo es posible su repelencia, pero al año siguiente se van a multiplicar las colonias y aumenta su densidad. El que asegura que elimina las hormigas de forma orgánica, no está diciendo la verdad.
-¿Solo queda el agroquímico entonces?
-Hoy sí y no es una práctica que genere daños ambientales, si se la realizada adecuadamente. Diez gramos de cebo tóxico alcanzan para matar una colonia y esa cantidad no daña el sueño, entonces es lo más útil y eficiente. Por eso creo que la clave es hacer una agricultura sostenible, razonable y más flexible, puntualmente con este insecto que evoluciona, se adapta y dispersa tan rápido; y que puede causar grandes pérdidas en una producción.