El mercado ganadero argentino no se enteró –a juzgar por los precios de la hacienda–del cierre del mercado de carne vacuna dispuesto por el presidente Alberto Fernández.
Los valores de la hacienda liviana negociados hoy en el Mercado de Liniers siguen muy firmes respecto al último día de operaciones antes del inicio del cese de comercialización de hacienda (19 de mayo) y también una semana antes del anuncio de esa medida (12 de mayo).
Hoy jueves incluso subieron los precios de las vacas –que se destinan mayormente para elaborar cortes congelados que se exportan al mercado chino– luego de que el pasado 19 de mayo, con el anuncio oficial del cierre de exportaciones, los valores de esa categoría cayeran.
En la actual coyuntura –tal como se adelantó– no puede esperarse un bajón de los precios de la hacienda liviana (consumida por los argentinos) con un cierre de las exportaciones porque la mayor parte de la demanda de esas categorías está precisamente en el mercado local y la oferta disponible es muy exigua.
Las categorías demandadas por China no se adaptan a los gustos del consumidor argentino, dado que los importadores de la nación asiática son grandes compradores de cortes congelados baratos, mayormente originados en vacas, que se emplean para preparar guisados (“hot pot”) que requieren muchas horas de cocción.
Si Alberto Fernández decide extender por varios meses el cierre de exportaciones –tal como le solicitan que haga los miembros más radicalizados del sector kirchnerista– lo que seguramente logrará es una baja del precio de las vacas, pero no de la hacienda liviana, dado que esta última es una mercadería escasa para un apetito local argentino que, más allá de cualquier crisis, siempre quiere tener algo de carne vacuna en la mesa familiar.
La cuestión es que “golpear” el valor de las vacas representa un problema que, además de no promover una mayor cantidad de oferta de interna de carne apetecida por los argentinos, podría generar un proceso de desinversión en el sector criador que se pagará en el mediano plazo con una menor cantidad de terneros/as y, en definitiva, con una retracción de la capacidad productiva.
En 2006, cuando el primer gobierno kirchnerista procedió a cerrar las exportaciones para promover una mayor oferta interna de carne, la medida generó el impacto deseado por el gobierno porque la hacienda destinada al mercado externo en ese momento era adaptable al gusto del consumidor local, algo que no sucede en la actualidad con los cortes congelados enviados a China.