Esta nota necesita una breve introducción histórica. Cuando asumió el gobierno de Cambiemos, y se terminaron los Guillermo Moreno y los Ricardo Echegaray (que preferían apretar y arreglar las cosas de ciertos modos), el Estado Nacional retomó cierto control institucional sobre el mercado de la carne, que mueve millones de millones y siempre ha sido un núcleo duro de la evasión y la competencia desleal.
Primero regresó Alberto Abad a la AFIP. Luego regresó Marcel Rossi a la ex ONCCA (que primero fue subsecretaría y luego fue degradada a Dirección Nacional de Control Comercial Agropecuario). Ellos armaron una gran política para formalizar la actividad mayorista que permitió multiplicar los niveles de recaudación: se armó un sistema donde cada operador (sea frigorífico o matarife) debía actuar con su propia matrícula y anticipar parte de sus impuestos antes de la faena de cada animal. Fue un éxito indudable: la cadena se ordenó en su etapa industrial y el fisco recaudó mucho más.
Pero esa ofensiva comenzó a flaquear cuando el Estado (y aquí sumamos también a ARBA, la agencia de control bonaerense) no pudo o no quiso o no supo dar la que algunos consideran “la madre de las batallas”: el control de las decenas de miles de carnicerías que existen, especialmente en el conurbano bonaerense, buena parte de las cuales ni siquiera está habilitada por Bromatología de cada ciudad, y la inmensa mayoría de las cuales no emite una factura ni que le reclames con Gendarmería.
Con el cambio de gobierno y la cuarentena que congeló todo, esta ofensiva para ordenar la cadena de ganados y carnes parece haber quedado en la nada. Marcelo Rossi insiste con su ferreo control sobre los mayoristas (incluso hizo instalar controladores electrónicos en todas las plantas de faena), pero la AFIP desmanteló su equipo profesional y quedó en la nada su promocionado Remito Electrónico de Carnes (REC), una plataforma en internet en la cual debían anotarse todas las ventas a la cadena minorista.
En este marco debe entenderse esta entrevista a Leonardo Rafael, presidente de la Cámara de Matarifes y Abastecedrores (CAMyA), que nació unos años atrás en medio de este proceso de blanqueo. Justamente, cuando los matarifes fueron obligados a tener cada uno su propia matrícula (antes operaban detrás de la matrícula del frigorífico o con “matriculines”, como se conoce en la jerga a los permisos medio truchos) Rafael se convirtió en impulsor de un fuerte blanqueo de ese eslabón que domina hasta 80% de la faena en el conurbano.
Mirá la entrevista a Leonardo Rafael:
“La actividad del matarife existía de toda la vida, pero en un momento había un paraguas, donde el frigorífico tenía la matricula y nosotros siempre estábamos ocultos detrás de un frigorífico”, recordó Leo. En aquellos tiempos, reconoció, muchas plantas acumularon una gran deuda impositiva con la AFIP (por el IVA y toros tributos nacionales) y con ARBA (por Ingresos Brutos), ya que no se podía trasladar los impuestos al siguiente eslabón de la cadena, que son las carnicerías.
Según el empresario, es imposible que los controles impositivos sobre la cadena de la carne funcionen si no se controla ese escalón final, previo al consumidor. “La madre de la evasión está en el último eslabón que es la carnicería. Mientras nosotros no podamos blanquear las carnicerías es muy difícil que nos podemos hacer cargo de que toda la trazabilidad de la carne, y el blanqueamiento de la parte legal y económica no va a poder llegar”, afirma el presidente de CAMyA.
Nuevo remito electrónico para mover la media res hasta la carnicería
¿Cuál parece ser el problema? Que ahora que blanquearon los matarifes se sienten los hijos de la pavota, porque los que no pueden trasladar los impuestos al comercio minorista ya no son los frigoríficos sino ellos. “Si yo tengo a las carnicerías que no me aceptan una factura, este esfuerzo que me exigió el Estado en algún momento no tengo donde descargarlo”, nos explicó el matarife.
Este sector tuvo hace unos días una reunión con la subsecretaria de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Provincia de Buenos Aires, Carla Sain, tratando de resucitar la agenda de controles. Y es que, sin que ARBA y AFIP logren cerrar el cerco sobre las carnicerías -Leonardo estima que son más de100 mil-, “nos encontramos nosotros como cuello de botella”, y acumulando deudas por impuestos que no pueden trasladar a los carniceros. En algunos casos, como son agentes de percepción, ese monto se traslada a consumidores y productores, encareciendo el precio de la carne o deprimiendo el valor de la hacienda
“A veces en este tema los organismos desconocen la actividad y se creen que apretando a un eslabón de la cadena es la manera de ordenarla. Pero en este caso es muy necesario el rol del Estado como policía. Necesitamos que salga a fiscalizar y a regular todo lo que quedó en ese gris”, declamó el directivo de los matarifes.
-¿Por qué no controla el Estado a las carnicerías?
-Ni siquiera tienen idea de cuántas son las carnicerías. Tenés carnicerías de todo tipo y en todo lugar. En provincia de Buenos Aires hay carnicerías en los garajes o en barrios donde es imposible el acceso. Pero algo hay que hacer.
-¿Y ustedes qué proponen?
-Yo creo que hay que apuntar más a los municipios. Acá hablamos de impuestos. Pero a mi me preocupa más la inocuidad del producto y las carnicerías muchas veces no están ni habilitadas. La primera obsesión debería ser por salud, no me cabe ninguna duda. ¿Cuál es la diferencia de exportar a China y vender carne al mercado interno? ¿Por qué los chinos tiene que tener una inocuidad y más control que los ciudadanos de la Argentina?
-Entonces en principio cada Municipio debería tener claro cuántas carnicerías hay en su territorio.
-Por ahí sería la punta del ovillo. Hay que hacer responsables a los intendentes de la salud de sus ciudadanos. Hay lugares que son inaccesibles. Entramos nosotros quizás. Pero nosotros no podemos ni debemos hacer de agente de policía.
-En algún momento AFIP ordenó que todos operen con un Remito Electrónico cada venta al último eslabón. ¿Qué pasó con eso? ¿Quedó en la nada?
-Es más de lo mismo. Vos podés querer hacer cosas pero en la práctica no sucede lo mismo que lo teórico. Hay cosas que no pueden suceder. Por ejemplo, un carnicero raso, de cinco medias reses por semana, no puede seguir figurando como monotributista. Tiene que ser responsable inscripto, tener un contador, etcétera.
Las cuentas a favor de los que dice Rafael son claras. Si cada media res vale entre 20 mil y 30 mil pesos, el minorista que baje cinco por semana estará trabajando con unos 100 mil pesos por semana o hasta medio millón de pesos por mes. Y esto sin contar el pollo, el cerdo, los huevos o las menudencias.
“Los sistemas no están adaptados a la realidad. A nosotros los matarifes nos constó mucho adaptarnos cuando antes ni figurábamos. Pero ahora esta deuda que tenían los frigoríficos y nos la están pasando a nosotros”, advirtió el titular de la Cámara de Matarifes. Y agregó que muchos de sus pares, cansados de esta situación, “empiezan a buscar la alternativa de nuevo en matriculines, las matrículas alternativas”.
-Es decir, ¿volver a operar en negro?
-La realidad es que siempre se agarró por esos carriles. Pero nosotros no queremos seguir por esos carriles. Queremos que nuestro trabajo sea una práctica legal y pagar lo que haya que pagar. No queremos volver a pagar monotributo como cuando, al no ser considerados como matarifes, éramos comisionistas o fleteros. Lo mejor que nos puede pasar a todos es blanquear nuestra actividad, andar seguros, tranquilos.