Héctor Horacio Burgos es martillero y corredor público del Colegio Departamental Mercedes (B). Cumplirá 81 años de edad el próximo 28 de abril y sigue “de remate” en su ciudad natal de San Andrés de Giles, siendo el colegiado aún en actividad más antiguo de su departamento.
Giles queda a sólo 103 kilómetros de la Capital Federal, sobre la ruta 7, a la que ahora se llega por autopista. En la céntrica calle 25 de Mayo al 960 se encuentra el reconocido galpón de unos 1500 metros cuadrados, donde cada domingo acude gente de toda la región a probar la suerte de adquirir alguna ganga, desde un antiguo sifón, una tijera de esquilar, un arado viejo, un sulky y hasta el mobiliario completo de un viejo almacén de campo. Nacido en 1941, Héctor realizó su primer remate el 23 de junio de 1963, con apenas 22 años.
-¿Usted empezó haciendo remates judiciales en los campos y en las ciudades de los alrededores de San Andrés de Giles?
-Sí, iba a Areco, a Luján, etc. En la época de Onganía, a partir de 1966 había remates de chacras muy pequeñas. En una época llegaba a hacer dos remates en un mismo día e hice 112 remates en un año. Recuerdo que en Carmen de Areco empecé un remate a la hora 8:30 y terminé 22:30. Al mediodía tuve que pedir permiso para ir al baño. Ese fue uno de los más grandes en cantidad de lotes, pero no el mayor en cantidad de dinero. He tenido remates que me marcaron para toda mi vida, como el de la Casa Pérez, que duró dos sábados y dos domingos, acá en Giles. Una vez rematé cuatrocientas y pico de hectáreas en la confitería Renacer de Chacabuco, en 15 minutos, de modo que me llevó más tiempo leer el edicto judicial.
-¿Solo hizo remates? ¿O tomó otros compromisos laborales con su profesión?
-En 1970 entré como secretario general del Colegio de Martilleros Públicos del Departamento Judicial de Mercedes, conocido como ‘del Centro de la provincia’, porque abarcaba desde la Avenida General Paz, en Buenos Aires, hasta Trenque Lauquen. Y fui consejero titular del Colegio durante 48 años, el único que ha sido elegido en 12 períodos de 4 años. Además fui secretario general desde 1970 a 1974 y presidente del mismo Colegio desde 1986 a 1990. Debía ir tres o más veces por semana a Mercedes, porque siempre viví en Giles. Además, fui presidente del Tiro Federal durante tres períodos, y presidente de la Agrupación Riverplatense durante 20 años, en distintos períodos.
-¿Cuándo empezó con los remates en el galpón de la calle 25 de Mayo?
-En 1975 empecé con los remates fijos en un salón alquilado. Luego compré el galpón para los remates. Después compré esta esquina, contigua al galpón, que era el cuartel de bomberos, donde ahora tengo la inmobiliaria y la administración de los remates del galpón con mucho espacio ocupado por archivos, en la misma calle 25 de Mayo, al 982. Recuerdo que unos mil lotes, los “volteaba” en un día, quiero decir que los remataba. A partir de tener el galpón donde realizaba los remates fijos, los domingos, pasé a dedicar los sábados a los remates afuera, y hacía los campos y ciudades de toda la zona, Luján, Mercedes, Areco. Pero cuando la clientela se acostumbró a nuestro local, le era más fácil y más barato traer la mercadería, a excepción de maquinaria agrícola o cosas grandes, claro.
¿Y en la actualidad?
-Ahora no hacemos más remates de campos. Hoy mi hijo Héctor no sale, porque debe atender la oficina y gerenciar la empresa. Hacemos remates en nuestro galpón, todos los domingos del año, menos en enero, que le damos vacaciones a todo el personal. Trabajamos todos los días de la semana: los lunes a la mañana se retiran los lotes vendidos el domingo anterior. Por la tarde y los martes todo el día se recibe mercadería para el nuevo remate. Miércoles y jueves se prepara todo. Viernes y sábados se exhibe la mercadería y también abrimos la oficina.
-¿Y en la época de pandemia?
-En 2019 hicimos catorce remates en todo el año. Por la pandemia, en 2020 hicimos seis. Pero cuando retomé los remates, entré emocionado.
-¿Sus hijos lo acompañan laboralmente en su empresa?
-Tengo tres hijos. Héctor Manuel es también martillero y corredor colegiado. Yo sigo como cabeza de todo, pero él es el gerente de la empresa y a cargo de las locaciones y las ventas de la inmobiliaria. Mi hija Marcela Mercedes es docente jubilada e integra la empresa; está a cargo de la administración y del archivo. Pablo Agustín es mi hijo más chico que también es martillero y corredor, colegiado, y se encarga del galpón con tres empleados, que reciben la mercadería, la clasifican, la lotean. Además, lleva 30 años martillando, desde 1992. Hoy yo sólo abro los remates a la hora 9,30. Luego sigue Pablo hasta la hora 13. Vendemos todo sin base y al mejor postor. Paramos hasta 14,30 y seguimos el remate hasta terminar todo el lote. Ahí es cuando me avisan para que yo cierre con el último golpe de martillo.
-Asombra el archivo histórico que conserva en su oficina, que en parte está a la vista.
-Yo acá vivo acompañado de recuerdos. Mire las paredes. No me alcanzan, porque en ellas cuelgan cuadros con fotografías, menciones, honores, premios, certificaciones, recortes de diarios, anuncios, poemas que me han dedicado en tantos años de trabajo. Esa vitrina que ve ahí está llena de trofeos que he ganado con mi profesión. Mire, aún conservo de recuerdo una prensa del libro copiador, que no se usa más, claro, pero ahora los paisanos la usan para prensar el queso de chancho. Le cuento que tenemos tantos archivos en papel que todos los años mi hija realiza un acta para eliminar cierta cantidad, porque ya no tenemos espacio. Hicimos una fosa de ladrillos en una quinta que tenemos en las afueras y allí los quemamos.
-¿Qué es lo más insólito que remató?
-Ataúdes.
-Disculpe, pero a pesar de su picardía, me imagino que no tentó a su público como lo hacía una publicidad desopilante que escuché en Asunción, Paraguay, irrumpiendo con una exclamación por radio: “¡Muérase hoy! La casa de sepelios…tiene oferta de ataúdes…” ¿De todo lo que ha hecho, qué es lo que más ha disfrutado?
-Aparte de ser hincha de River, a mí lo que más me gusta de mi profesión es el martillo, porque a través de él estoy en contacto con mi gente. Ojo, pero sin descuidar mi inmobiliaria. Soy como un actor: me debo al público. Entonces debo concentrarme y vivir intensamente ese momento. No puedo estar con pajaritos en la cabeza, es decir, con mi pensamiento en otro lado. Además, siempre debo meter un chiste o una palabra con picardía, para que no se caiga el remate.
-¿Cómo es eso?
-Es como en el fútbol, que no podés meter un gol y que no se lo festeje. Debe haber pasión. Han quedado para siempre en la jerga popular de nuestra región dichos míos como “Tarde, dijo Burgos”, “Corren las agujas del reloj”, o “¡No pare el juego, no pare el juego!”, “Lo quemo, lo quemo y va”, “Es el regalo del día” y tantos más. Uno va tirando chascarrillos de acuerdo a cómo se va presentando el remate. Por ahí entra una parejita y uno dice “Qué lindo cuando a uno lo quieren…” y a las chicas les gusta.
-Se lo nota satisfecho con lo hecho…
-Lo bueno es que mis hijos me acompañan en la empresa y en los remates. Pero me preocupa que no tengo herederos familiares en la tercera generación, es decir que no tengo nietos que continúen con la empresa, ya que todos están orientándose a otras actividades y profesiones. Hace tres días me buscó un hombre para liquidar todo su campo. Y uno debe seguir, porque me debo a mi público, y esto es una pasión que no puedo detener.