En este contexto, la Cámara Argentina de la Industria de Chacinados y Afines (Caicha) advirtió en un comunicado que “es necesario e imprescindible” que se flexibilicen las restricciones del BCRA, porque de lo contrario algunas empresas podrían tener que “parar algunas líneas de producción” y se complicaría la provisión al mercado de ciertos chacinados y embutidos. Una nota de La Nación tenía un título muy sugestivo: “Salamines en riesgo”, definía.
Integrada por varias empresas elaboradoras de chacinados, Caicha es presidida actualmente por Gustavo Lazzari, del Frigorífico Cárdenas, el hijo de la histórica Lita de LAzzari.
Lo extraño de estas posiciones es que en el país hay carne suficiente para mantener un consumo de carne porcina y sus derivados a razón de 20 kilos por habitante y la cantidad suficiente para producir también todos los “chacinados, fiambres y salamines que demanda el consumo”, afirmó el consultor Uccelli, que fue ex directivo de la Asociación de Productores Porcinos y suele estar alineado con las posiciones del primer eslabón de la cadena.
“El problema no pasa por el precio de esos productos sino porque el salario no acompaña y entonces el consumidor se vuelca a embutidos más baratos y de menor calidad”, explicó Uccelli.
Ante la aparición de mala información de lo que pasa con el precio del cerdo en pie, compartimos con Uds. los datos de lo sucedido en el primer semestre del 2022, donde lo que menos subió fue el propio cerdo en pie #cerdoargentino #porcinos pic.twitter.com/d2L3XpSZ22
— Juan Luis Uccelli (@juanluisuccelli) July 12, 2022
La carne porcina ingresaba al país -como el resto de las importaciones- al tipo de cambio oficial. En definitiva, entra con un dólar subsidiado que no siempre se respeta, porque luego muchas veces es vendida al consumidor al valor de mercado. En este contexto, la sospecha es que importadores y también supermercados, los eslabones comerciales, venían haciendo un pingue negocio a costa de los productores y frigoríficos argentinos.
Para paliar esa situación desde la Asociación de Productores de Porcinos (AAPP) habían pedido a los funcionarios que instrumentaran licencias no automáticas para tener mayor control sobre el ingreso de este tipo de carne, sobre todo de los cortes más consumidos, como bondiola y solomillo.
Pero no hizo falta llegar a instrumentar esa medida de control de las importaciones. La falta de dólares que se refleja en la crisis cambiaria es tan visible que la carne porcina quedó en el listado de los productos que ya no entran, al menos en cantidades incrementales respecto de las antes registradas. En junio, las importaciones cayeron a 2.800 toneladas, la mitad que en los meses previos.
Según fuentes del mercado, ese freno en las importaciones no fue solo consecuencia de las medidas oficiales sino también de temores de parte de empresas brasileñas a un default privado por la falta de divisas y los controles que impone el gobierno.
Advertidos por esas noticias, los exportadores brasileños están comenzando a volcar sus excedentes productivos a otros mercados.
Esta situación terminó beneficiando al precio del capón, que según indicaron los productores viene recuperando posiciones. “Con el precio a 185 pesos por kilo vivo estábamos empatando los costos, que igual siguieron subiendo. El valor está aumentando y si llega a los 230 pesos le va a dar rentabilidad al sistema”, explicó Adolfo Franke, de la AAPP.