Las estrategias comerciales chinas, caracterizadas por la ausencia total de transparencia, no son fáciles de interpretar y mucho menos de predecir.
El “cepo” exportador cárnico aplicado por el gobierno argentino desde el segundo trimestre de 2021 operó, en los hechos, como una suerte de “OPEP” de la carne vacuna del Mercosur que catapultó los precios del producto pagados por la nación asiática.
Sin embargo, el año pasado, luego de que las autoridades sanitarias brasileñas –tal como establece el protocolo sanitario firmado entre ambos países– informaran a su contraparte china la detección de un caso atípico de “vaca loca”, el gobierno de la nación asiática aprovechó la ocasión para impedir el ingreso de carne bovina brasileña por un período de 102 días.
Y este año, sin dar ninguna explicación, procedió a suspender “a dedo” exportaciones provenientes de algunas plantas frigoríficas brasileñas, con acciones que hasta parecen una burla, como es el caso de la unidad de Marfrig localizada en Tangará da Serra, que fue inhabilitada temporalmente por las autoridades china el 7 de abril, nuevamente el 29 de abril y la última ocurrió el pasado 13 de junio. Dos frigoríficos uruguayos, Sirsil y Las Piedras, también sufrieron suspensiones inexplicables en el mes de abril.
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Lo curioso es que, mientras se implementaban esas insólitas sanciones –que en 2020 y 2021 se atribuían a trazas de Covid, pero ahora ni siquiera se molestan en disimular con alguna explicación inverosímil–, se incrementaban las exportaciones estadounidenses de carne bovina hacia China.
Datos oficiales recopilados por US Meat Export Federation muestran que en abril pasado los embarques de carne bovina estadounidense a China sumaron 23.137 toneladas, una cifra 11% superior a la registrada en el mismo mes de 2021, mientras que en los primeros cuatro meses de este año acumularon 85.374 toneladas (+28%).
Adicionalmente, las entidades bancarias estatales controladas por el gobierno chino comenzaron a restringir el financiamiento a importadores de carne bovina de la nación asiática, una medida que –tal como sucedió en años anteriores– se suele instrumentar con el propósito de forzar a la baja los precios de importación abonados.
En ese marco, los precios de referencia de exportación de la carne bovina destinada a China comenzaron a descender con fuerza en las últimas semanas y todo parece indicar que pronto van a llegar a los niveles presentes antes de que el “cepo cárnico” argentino implementara de facto la “OPEP” del Mercosur en mayo del año pasado.
Esta semana, según datos de la Asociación de Productores Exportadores (Apea), el valor FOB de referencia del garrón y el brazuelo colocados en China se ubicó en 6900 u$s/tonelada, cuando durante el primer tramo de este año se había negociado en 8000 u$s/tonelada.
En el sector cárnico temen que la “movida” china sea, de alguna manera, una acción orientada a aleccionar a los exportadores del Mercosur para que no se acostumbren a facturar precios elevados durante un extenso período de tiempo.
La primera acción en ese sentido se instrumentó de forma violenta a fines de 2019, cuando, luego de un impresionante “rally” alcista, el gobierno intervino el mercado con diferentes instrumentos para promover una baja abrupta de los precios de importación. Y a mediados de 2020, aprovechando la excusa de embarques contaminados con Covid, aplicó suspensiones generalizadas a diferentes proveedores también para promover caídas de precios.