Este que les voy a contar hoy es, por lejos, el episodio más escuchado de El podcast de tu vida a lo largo de sus cuatro temporadas (arrancando la quinta en marzo). Se trata de Darío Colombatto, un agrónomo hijo de padre y madre veterinarios, entrerriano, profesor titular de la cátedra Bovinos de carne en la FAUBA, investigador adjunto del CONICET, pero también apasionado por el fútbol y los animales.
En este capítulo (el nro. 37) que transcribo a continuación (grabado en noviembre de 2021), hablamos de su historia vinculada al campo y la ruralidad, pero también de su lado b: “Hasta los 15 años quería ser arqueólogo, me gustaba mucho leer sobre la historia de la humanidad, creo que si no hubiese sido veterinario capaz ahora estaría haciendo un estudio comparado de las mafias siciliana versus la americana”, repone “El profe” en una divertida entrevista.
En sus redes sociales se define como un “Sujeto con problemas, pero con posgrados varios. Lejano a toda normalidad”. Colombatto pone bajo la lupa la amalgama generacional que se da entre nuevas y viejas generaciones dentro de las empresas, y el rol del asesor en tratar de llegar a buen puerto. También hablamos de Maradona, ¿casualidades o causalidades? Al Pacino, un superpoder para entender a “mi esposa Laura” y Rolling Stones. Pasen y lean…
-¿Cómo fue tu infancia, dónde, qué hacías?
-Somos de una familia de Gualeguaychú, Entre Ríos. Estuve allí hasta los 18 años que me vine a estudiar a Buenos Aires. Familia de extracción agropecuaria, porque mamá y papá son veterinarios. Mi vieja de La Plata, sin familia agropecuaria, le gustaba veterinaria, se metió a estudiar y conoció a papá estudiando. Se recibieron juntos y se fueron a vivir a Gualeguaychú. Primero como veterinarios privados, después asesores de un campo familiar. Después compraron campo y se dedicaron a administrar. Por eso yo de chiquito veía a mi papá y mi mamá saliendo al campo todo el tiempo. Eso fue hasta los 7-8 años, cuando nació el tercer hijo, yo soy el mayor de cinco hermanos, y mamá no daba a vasto con los hijos y el trabajo entonces empezó a quedarse un poco más en casa. Pero siempre hubo barro en casa porque el campo son pastizales naturales que suele andar mejor si hay un pelito de agua. Barro sobraba…
-¿Y qué te gustaba?
-Siempre el campo, pero sobre todo los animales, porque agricultura no había mucho. Pero el fútbol era mi súper pasión. Donde había una pelota era lo mío. Entre fútbol y salir al campo fue mi infancia.
-Si te digo cerrá los ojos y déjate llevar por olores, sensaciones de esa época…
-La entrada al campo familiar, “Cuatro hermanas”. Nosotros le llamamos “la arboleda”, en otras zonas le dicen boulevard. El olor a eucaliptus viejos de esa entrada ya me generaba una excitación tremenda. Incluso en vacaciones me iba desde los lunes hasta viernes o sábado al mediodía, y si no iba mi viejo me iba con mis primos y con mi tío. Eran 50 kilómetros de ruta y 30 de tierra, en una V8. Llegar, ir a buscar los caballos, era una adrenalina hermosa. El guiso de la noche sea verano o invierno eran impagables. Cuanto más pimentón mejor porque jugábamos a ver quién aguantaba más. Todavía es el día de hoy que cada vez que llego a ese campo, siento esa emoción.
-¿Qué es lo que, en ese momento, ya un poco más grande, te gustaba más? ¿Qué era lo que más esperabas hacer?
-En ese momento era armar el esquema con mis primos, que fue hasta los 20 años. De los caballos que íbamos a ensillar durante la semana. Porque a veces había arreos largos. Había 20 kilómetros. Y le preguntábamos a mi tío qué íbamos a hacer mañana. Y lo que seguro no quería era que nos tocara curar ovejas de bicheras porque el dolor que te queda en las uñas después de trabajar con ovejas no lo quiero vivir nunca más. Prefiero otro dolor, pero ese dolor era horrible.
-¿Y por qué agronomía? Y no veterinaria…
-Era casi cantado que iba a ir por veterinario con mamá y papá “vetes”. Pero a mí, de entrada me empezó a gustar, a los 15 años, la genética y las pasturas, los cruzamientos. Le mandaba cartas a las asociaciones pidiéndoles información. Yo sabía que si estudiaba agronomía era para dedicarme a los animales. Y es un chiste cuando dicen o me anuncian “ahí viene el doctor”, “¿sos veterinario?”. “No, no, -digo yo- me tuve que fumar tres años en Inglaterra haciendo un doctorado para que me digan doctor igual que a mi papá”… y a mucha honra.
-Si no hubieses sido agrónomo y te hubieras dedicado al tema rural, ¿Había otra cosa en el horizonte que no tuviera nada que ver con el campo?
-Hasta los 15 yo quería ser arqueólogo. A mí me interesó mucho siempre la historia. Y dentro de la historia, era un fan de los homínidos primero, el eje del hombre de java, con Neandertal, Cromañón y más. Egipto me fascinaba. Y quería ser arqueólogo. Hoy, te digo si no hubiera seguido el camino del campo por ahí estaría haciendo un estudio comparado de las mafias siciliana versus la americana. El comportamiento, la simbología y algunos aspectos fuera de lo criminal, relacionado al respeto entre las familias siempre me interesó muchísimo y tiene que ver con los libros que leo y las películas que leo.
-¿Y cómo fue la experiencia estudiando afuera? ¿Para qué te sirvió?
-Cuando estaba a punto de terminar la carrera me metí como ayudante en la cátedra de bovinos de carne de la que hoy soy profesor titular. Y ahí ya le planteé a mi jefe, que era Juan José Grigera Naón que yo quería perfeccionarme. Me presenté a una beca dentro de agronomía, la gané, me fui a Reading, en Inglaterra que está 70 kilómetros al oeste de Londres. Una ciudad de 200.000 habitantes por entonces. Lo que más valoro de esa experiencia, primero es la supervivencia en otro lugar y con otro idioma. La cultura no es tan distinta: son apasionados por el fútbol y la carne como nosotros. Me traje el pragmatismo sajón. Más que abrirte la cabeza lo que te muestra estar en esos lugares es cómo se resuelven los temas allá.
-Después te fuiste a Canadá…
-Ahí fue el post-doctorado, y me traje el orden de la sociedades que tienen siete meses de nieve. El trabajo durante el momento en que no hay nieve es fundamental porque lo que sabés además de los impuestos y la muerte es que va a llegar la nieve. Tenes que planificar sí o sí. Y si lo pienso acá, a lo que pasa con la estrategia forrajera en muchos campos de Argentina es que la estrategia es “Dios proveerá”.
-¿Qué es lo que más disfrutás hoy de lo que hacés? ¿Qué te motiva?
-Para mí es la adrenalina de conocer planteos y gente nuevos casi todas las semanas. Y cuando veo que gente que visitaste hace años empieza a mejorar y a mostrarte datos con orgullo. Sobre todo, en el personal, cuando el personal te manda un mensaje contando esas mejoras. Ocupo bastante tiempo de mi semana y a veces fin de semana en esto. También me gusta escribir informes. Leí mucho de chico, libros, diarios y revistas y estoy entrenado para escribir con soltura y facilidad.
-¿Cómo estás viviendo la sinergia generacional en ganadería? El papá que tiene el aprendizaje de su padre y de la experiencia y el pibe que viene de la facu con ideas nuevas, ¿Cómo se llevan esos dos mundos?
-Creo que es eso, una sinergia, porque en algunos casos el rol del asesor es mediar entre los dos mundos. Pero puede ser un círculo virtuoso. El asesor es mediador entre la experiencia y una verticalidad cuasi castrense con las nuevas generaciones que son más dinámicas, pero a las que hay que controlarle el ímpetu.
-Llegamos al pin-pong de El podcast de tu vida. Primero, ¿Cómo despejás tu cabeza después de mucho viaje y laburo?
-Después de días afuera tengo que tratar de atender a todos por igual con la paciencia que a veces no tengo. Laura, mi mujer, que no me ve por dos o tres días y tiene un listado de cuestiones a tratar de importancia monumental. ¡Ojo! No pensar que no es importante. Es un error. (se ríe). Después yo tengo dos hijos, Eugenia, en una adolescencia plena. Un desafío cotidiano. Pretende cierta atención, pero es más distante, muy diferente a Nacho que tiene 9, y que es cariñoso, te abraza, busca jugar. Y hay que estar en todos los frentes las primeras horas. Después buscamos alguan película. A Laura le gustan las de suspenso, entonces mis películas quedan en segundo plano… jaja. Para cerrar, yo no tengo parrilla, entonces la carne va al horno, o algunos mariscos con alguna salsa para relajar. Es lo único que cocino más o menos. Y una botella de vino, claro, que me ayuda también.
-¿Qué legado recibiste de tus viejos y qué te gustaría legarles a tus hijos?
-Yo recibí la disciplina bien entendida. Aunque también de mi madre la desestructuración para llevarnos un amigo a cada uno de los cinco hijos, meternos en el auto e ir al parque. Haber formado a los cinco y que tengamos, los hermanos, sin un reproche. Eso me gustaría para mis hijos. Que no se eduquen en una cultura del reproche porque nunca te deja liberarte. Todos nos equivocamos. Y después, lo que me dijeron siempre: qué se eduquen, después, que hagan lo que quieran. La libertad te la va a dar la educación.
-¿Qué te dirías a vos mismo de 20 años? Ese joven que estaba empezando su camino de estudio y profesional…
-Probablemente tendría que haber tomado algunas cosas con menos seriedad. Tendría que haber salido más a conocer el mundo, no te flageles tanto con compromisos que falta un tiempo para eso. Y aprovechá más de tiempo con algunas personas que fueron importantes en tu vida.
-¿Cuál es tu lugar en el mundo?
-Fuera de lo que es el campo familiar, te diría que Londres.
–¿Algún país o ciudad que te gustaría conocer y por qué?
-Creo que me gustaría conocer Sudáfrica, por cómo avanzaron en esa integración racial después de tantos problemas y por la riqueza y diversidad que tienen.
–¿Red social preferida?
-Twitter (ahora X).
-¿Un referente?
-Sin dudas, hasta los 20-25 años, Maradona era un referente en lo deportivo. Actores, De Niro y Al Pacino; y de acá, Brandoni y Darín, son insuperables en lo que hagan.
-¿Alguna serie o película?
-Los Sopranos, es una creación muy buena. Y por supuesto, la trilogía de El padrino, habiendo leído el libro antes. Van a encontrar los pequeños detalles del libro.
-Sos de pensar en causalidades o casualidades
-Por formación, causalidad. Lo que pasa es que la causalidad a vece trae cosas que parecen casualidades. Para mí, si vos te esforzás, estudiás y generás mérito, vos hacés que esa causalidad parezca casualidad porque te sale una beca. Para que aparezca la suerte, vos tenés que estar preparado, haberte roto el lomo.
-Tatuajes, ¿Tenés? Si no, ¿qué te tatuarías?
-No tengo ni me haría, pero ya que me preguntás, llámenme cipayo, pero me hubiera tatuado la flor de la rosa inglesa que usaban en la camiseta de rugby.
-¿Qué superpoder te gustaría tener y para qué?
-Entender cómo piensa Laura… mi mujer. Tratar de detectar cómo piensa y anticiparme. Porque así uno sería más preciso en lo que dice y habría menos interferencias. Pero no sólo mi mujer, sino en general, en las negociaciones. Después, claro, volar para llegar más rápido de campo en campo me encantaría…
-Si pudieses ir a un momento histórico, ¿Dónde irías?
-Iría al momento en el que me mi bisabuelo llegó de Italia a Argentina y trataría de saber cuáles fueron los pasos que hicieron que se instalaran primero en el oeste de Buenos Aires y después comprar un campo en Entre Ríos. Me gustaría haber estado como espectador ahí.
-¿Cómo se podría llamar la película de tu vida?
-Te diría que sería una tontería, pero “Pasión por las vacas” o “Hablemos de vacas”. Yo siempre cuando estamos en un campo, pero en el escritorio, analizando números y gestión, alguno golpea la mesa y dice, vamos a ver vacas. Ya está.
-¿Qué tema musical dejás sonando para cerrar la nota?
-Para todas las actividades que requieren de una voluntad extra como las que vos decís al principio, para mí TEMA MUSICAL: “Paint it black”, Rolling Stones, versión en vivo.