Con la evolución de la agricultura como actividad humana, el hombre se ha encontrado frente a la disyuntiva de producir más para satisfacer toda la demanda de alimentos o de producir menos pero evitar intervenir la totalidad de los ambientes. Por suerte, en la búsqueda de esa respuesta se ha ido diagramando un camino intermedio que intenta conciliar ambas posturas.
Esa es una de las cosas que más celebra el productor cordobés Roberto Peiretti, reconocido como uno de los pioneros de la siembra directa en Argentina. Para el agricultor, pensar en alimentarse sin intervenir el medio productivo es una utopía. Pero a la vez reconoce que hay que producir cuidando el ambiente.
“El mundo tiene que alimentarse. En los años 60 se producían y consumían 1.500 millones de toneladas de granos a nivel mundial. Hoy se producen 3.500 millones y se consume todo. Y las proyecciones dicen que en 20 o 30 años necesitaremos producir 5.000 millones de toneladas. Como ser humano la primera aspiración es satisfacer toda la demanda y la que viene a la par es hacerlo de forma equilibrada con el ambiente”, dijo Peiretti en una charla con Bichos de Campo.
En este sentido, el productor indicó que “intervenir significa modificar de alguna manera y donde el hombre está presente modifica los ambientes”.
“El único lugar donde los ambientes son absolutamente prístino es donde el hombre no está presente”, señaló Peiretti, aunque también afirmó que cualquier actividad humana es potencialmente mejorable.
Y en el marco de esas aspiraciones productivas que reconoció el agricultor, la palabra “carbono” se ha vuelto de las más repetidas entre quienes se dedican a esa actividad.
“Que se repita esa palabra es parte de la misma evolución conceptual y de toma de conciencia. Por un lado tenemos las demandas ambientales o de la sociedad, y por otro la búsqueda de una forma más equilibrada de llevar adelante el proceso agroproductivo. ¿Qué tiene que ver el carbono en todo eso? El carbono es igual a vida. Estamos hechos de carbono en una altísima proporción al igual que todo ser vivo”, afirmó.
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“En el caso del suelo como contenedor de organismos verdes, allí se realiza el proceso de fotosíntesis por el cual se absorbe carbono atmosférico y se sintetiza a posteriori en alimentos humanos. El carbono en el suelo juega un rol extraordinariamente importante, central y arma la matriz de funcionamiento interaccionando con las características físicas, químicas y biológicas”, agregó.
-¿La palabra se repite porque estamos buscando una agricultura que sujete más carbono?
-Claro, porque eso es más vida en el suelo, y más fertilidad porque hay reciclaje de nutrientes. No es una ecuación sencilla, es un modelo bien complejo. Por eso la sintetizamos en física, química y biológica. Física porque ayuda a la estructura, a la porosidad, a la materia orgánica del suelo. Hace que tenga esa característica de esponjoso y no sea un suelo muerto. Biológica porque en la medida en que hay carbono, interacciona la vida del suelo y con la formación de la materia orgánica cuando recicla. Químicas porque en todo ese proceso de interacción se reciclan los nutrientes cuando un organismo vivo en algún momento muere. Cuando muere, se desmembra en sus elementos esenciales entre los que está el carbono. Eso sigue dos vías: la más importante es la formación de material orgánica en el suelo o el reservorio de carbono.
El Carbono en boca de todos: ¿De qué forma se están empezando a unir grandes empresas y productores?
-Es tan complejo que asombra ver cómo los agricultores se han transformado casi en especialistas en este tipo de ciencia.
-El modelo hoy es altamente tecnológico y es muy demandado en el mundo. En el mundo la agricultura se vuelve cada vez más tecnológica, para poder hacerla más eficiente, sustentable y productiva. En el medio tiene que haber ciencia y tecnología y eso, en el caso del campo, es agronomía mayormente.
-Toda esta apuesta por una agricultura más consciente, ¿finalmente sirve a los suelos?
-Absolutamente. Los suelos están mucho más sanos. No existen más problemas de erosión, que es la pérdida física del suelo por voladura o porque se lo lleva el agua. Eso está controlado entre el 90% y el 100%, muchísimo más en equilibrio que 60 años atrás. Por otro lado, esa funcionalidad del carbono hace que el suelo se transforme en más productivo, que puede entregar más producción. Eso lleva a que seamos más eficientes en el proceso con la misma cantidad de recursos. La eficiencia significa que para la misma cantidad de insumos que usa la agricultura obtengamos más cantidad de producto final.