Una helada caída unos días atrás en las principales zonas productoras de vides de Mendoza, en el corazón de la patria del Malbec, puso en alerta a los bodegueros de toda la Argentina, que esperaban para 2018 una recuperación de la producción local de vinos luego de varios años de caída libre.
Sin ánimo de crear caos, lo cierto es que cualquier noticia ligada a la producción argentina de vinos tendrá en los próximos meses, y hasta la cosecha de verano, un tono dramático: en 2018 podría volver a ser escasa la oferta de vino de calidad y en consecuencia no se descarta una suba de los precios internos de ese vital elemento.
No es una situación nueva sino fruto de un contexto que viene complicándose desde hace unos cuantos años. Entre 2013 y 2014 la Argentina tenía una producción de unos 15 millones de hectolitros de vino; en 2015 se redujo a 13,4 millones; un año después cayó al mínimo histórico de 9,4 millones; y este año se recuperó algo, hasta 11,8 millones de hectolitros.
Pero la oferta continúa muy lejos de sus valores históricos. Una nueva helada, en este escenario, podría ser lapidaria pensando en la cosecha 2018.
El INV (Instituto Nacional de Vitivinicultura) confirma la cifra provisoria de elaboración de vinos en 2017: 11.269.127 hectolitros. Ese nivel de producción, aunque se ha recuperado 25% respecto de 2016, coloca a la Argentina en el 6° lugar del ránking de países productores, donde supo alguna vez estar cuarta.
Esta semana, hubo conferencia de prensa en la sede de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV) y el director general Jean-Marie Aurand presentó los primeros datos del informe anual sobre la producción vitícola mundial en 2017: a nivel global también se registra una caída de la oferta de vinos del 8%.
El informe de la OIV publicado en Area del Vino indica que la producción mundial de vino, excluidos zumos y mostos, alcanzaría los 246,7 millones de hectolitros, “una de las más escasas de las últimas décadas”. Y explica: “Esta baja es consecuencia de las condiciones climáticas irregulares que afectaron a los principales países productores, especialmente en Europa”.
En la Unión Europea, diversos fenómenos meteorológicos extremos, que van de la helada a la sequía, afectaron enormemente la producción de vinos en 2017, que registró niveles históricamente bajos. Las previsiones de los tres principales países productores muestran un claro retroceso con respecto a los niveles de producción de 2016. La oferta de Italia retrocedió 23%, la de Francia el 19% y la de España 15% en relación a 2016.