A fines de los 90, un joven Fernando Sáenz Valiente le imprimía todo su coraje y entusiasmo al comercio ganadero. En esos años no se imaginaba siquiera que iba a tener dos hijos varones que iban a mamar su misma pasión, y que le pondrían el mismo empeño que él al negocio de la consignación de hacienda.
Hoy Fernando y Gerónimo son la sangre nueva de la firma Sáenz Valiente Bullrich. Ellos heredaron del padre, y también de su tío Gervasio, el amor por la ganadería y por el martillo, con el que desde los 20 años le ponen precio al ganado.
Su debut, tal como lo indica la tradición familiar, fue con la venta de gallinas en la Rural de Palermo. Pero poco tiempo después se hicieron cargo de las subastas ganaderas en el Mercado de Cañuelas, así como en los remates de terneros y vientres.
El padre de estos jóvenes ganaderos también arrancó con la venta de gallinas en la exposición rural, con tan solo 21 años, allá por 1984. Luego se sumó al equipo de la empresa en el Mercado de Liniers, que en los 90 comenzó a languidecer y por eso sólo abría de lunes a miércoles.
Por esos años, de la mano de la expansión sojera, comenzó a desarrollarse el engorde a corral, que en las pasarelas de Liniers algunos llamaban, con un inglés poco trabajado, “firló”.
Fernando la vio. Encontró en ese hueco una gran oportunidad que transformó a la firma Sáenz Valiente Bullrich en una de las líderes del negocio: decidió armar los remates de “Consumo 5 estrellas” los viernes, con hacienda terminada a corral. La fila de terneros, novillitos y vaquillonas cada semana era más larga.
Desde entonces el cierre de la semana en Liniers comenzó a ser a todo vapor. Los viernes empezaron a ofertarse lotes de ganado procedentes de los feedlots, con la hacienda para la faena de muy buena terminación y gran rinde en el gancho. Los otros consignatarios se sumaron y también mejoraron sus ventas.
“Estos son bombones” decían los matarifes, cuando veían la hacienda en los corrales prolijamente ordenada, de lo más liviano a lo más pesado. Y de eso fui testigo, no me la cuenta nadie. Como periodista vi a los compradores quedar con la boca abierta por la calidad del ganado y relaté esos remates (y tantos otros). En esos años daba mis primeros y tímidos pasos en el periodismo agropecuario de la mano de Alfredo Guarino, que a través de Canal Rural mostraba la venta en vivo y en directo.
Esas transmisiones televisivas también fueron clave para que el Mercado de Liniers resurgiera. Una enorme revolución informativa, para ganaderos acostumbrados hasta ese momento a escuchar precios por radio o a leerlos al día siguiente en el diario La Nación. A partir de entonces, los productores podían ver un mercado que hasta entonces sólo se habían imaginado, y encima veían cómo se vendía su hacienda, qué precio hacía y quién la compraba. Hoy ese servicio informativo sigue tan vigente en esos tiempos.
Le fue tan bien a Fernando que en poco tiempo duplicó la apuesta y comenzó a hacer aquel remate también los martes, y todos los consignatarios se vieron favorecidos. El Mercado de Liniers recuperó entonces el brillo de otras décadas que venían perdiendo.
El padre de Fernando también fue consignatario y martillero: de sus hijos, tres trabajan en la consignataria. Mientras él se encargó de la venta de ganado para faena, Gervasio se metió a fondo con la venta de terneros, vientres y las cabañas que comercializan hacienda de pedigree. Otro hermano, Esteban, se hizo cargo de la administración y hoy es el presidente del moderno Mercado Agroganadero de Cañuelas.
La pasión de Fernando, como la de tantos otros consignatarios, era desbordante y sus remates terminaban siempre con un tremendo asado al costado de su casilla donde íbamos todos: matarifes, dueños de frigoríficos, el cafetero, los hombres de a caballo y también nosotros, periodistas y camarógrafos, a comer como locos -a las 10.30/11 de la mañana- la mejor carne y a reírnos un rato, quizás la mejor parte.
Vale aclarar que nos levantábamos a las 5 y llegábamos a las 6 al mercado, donde las firmas consignatarias ya tenían la hacienda preparada para la venta. Para ese momento, los compradores ya tenía estudiada la oferta. Así que las 10 de la mañana eran las 13/14 horas para un hombre cualquiera.
En 2005, Sáenz Valiente se mandó otra de las suyas. Armó un remate llamado “Gordo de Navidad” en el que vendió casi 14 mil vacunos en una mañana. Era más de lo que en un día común juntaba todo el mercado. Y vendió el todo, de punta a punta. Nosotros nos cansamos sólo de mirarlo.
Tipo de carácter este Fernando, y de muy buena madera. Algunos dicen que es medio cabrón, pero también es muy generoso. Y hay muchos ejemplos de esto. Le pueden preguntar a Chucho Borsalino, a quien transformó en un gigante de la gastronomía agropecuaria.
A mí me tendió la mano también. En 2004 se me ocurrió hacer un programa de media hora en Canal Rural sobre el desarrollo del feedlot en Argentina, que mi colega Silvio Baiocco llamó “A Corral”, y que desde entonces es producido por Alfredo Guarino. Fernando fue de los primeros que bancó la iniciativa.
Los años pasaron para todos y los dos peinamos canas. Ahora Fernando le cedió el mando a sus hijos: Fernando y Gerónimo.
Fernando, como todo hermano mayor, es el que hace punta de lanza. Estudió agronomía y luego se recibió de martillero. Gerónimo no la hizo tan larga, y en poco tiempo ya estaba recibió de martillero público.
Los dos sabían que lo suyo era subirse a un carro, un atril o una pasarela para defender el precio de la hacienda que los productores les confían, y que satisface de la mejor manera a sus otros clientes, los matarifes y frigoríficos.
A los tres los encontramos esta semana en la Exposición de Otoño que está haciendo la Asociación Argentina de Angus.
“Este trabajo es el más lindo, pero también conlleva una gran responsabilidad. Nosotros tenemos que satisfacer al comprador y defender el trabajo del productor. Manejamos plata de otros y nuestro deber es que la hacienda tenga el precio que merece”, señaló Fernando en conversación con Bichos de Campo.
“Hay que ser consciente que de que llegar con gordo al mercado lleva mucho tiempo y mucho esfuerzo. La gente confía mucho en uno, eso es muy importante y hay que llevarlo en el corazón. Lo importante es que el día de mañana digan: yo aprendí con esta persona, es honesto”, dijo luego.
Sobre la relación con sus hijos contó: “Les hablo como padre y como martillero. El otro día Fernando remató en Corrientes y después Gerónimo en el Mercado de Cañuelas. Los veo y digo: parece que hace 15 años que están rematando. Me emociono cada vez que los veo”.
También reconoció que no es fácil trabajar con hijos: “Hay que saber escuchar. Yo no era una persona que escuchaba mucho, tenía mi mirada”. Pero los hijos hacen milagros, son los que nos enseñan de verdad.
Para Gerónimo, “martillar es una adrenalina inigualable”. “Estas a punto de arrancar un remate y empezás a sentir cierta presión, pero la verdad es muy lindo, lo llevamos con muchas ganas con mucha responsabilidad porque tenemos en las manos el trabajo del productor”, dijo en conversación con este medio.
Fernando, agregó: “Coincido con mi hermano, uno siente adrenalina antes de subirse al carro del mercado. Te parás frente a los compradores en la pasarela y sabés que está en tus manos defender el trabajo de los productores que nos consignan su hacienda”.