Especialista en el manejo de bosques y docente en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Córdoba, Horacio Valdez envió esta texto de su autoría a la redacción de Bichos de Campo.
Citando varios estudios que aportan evidencia científica, este ingeniero agrónomo y productor agropecuario del norte cordobés considera que el mejor modo de plantear una política de cuidado de los bosques en la provincia no es clausurando y vedando grandes áreas de superficie, sino implementando una gestión inteligentes de los excedentes de pasturas que allí se producen, y que actúan como biomasa inflamable que propicia este tipo de siniestros.
Este es el texto:
No es ninguna novedad que Córdoba es una de las provincias más afectadas por incendios del país, ni que estos afectan principalmente sus cordones serranos, siendo las Sierras Chicas el más afectado históricamente (Argañaraz 2015). Luego de los grandes incendios de 2020 este cordón serrano nueva y lamentablemente pasó a ser protagonista de un incendio devastador en este 2024, alrededor de Capilla del Monte.
La reiteración de estos eventos, las perdidas materiales y ambientales, nos obligan a plantear un debate serio y maduro sobre el tema y sobre las políticas públicas que tienen injerencia sobre los elementos que predisponen a estos eventos.
Si bien se sabe que en la actualidad la gran mayoría de los eventos de ignición son de origen antrópico (se lo repite como un mantra a nivel de comunicación por las autoridades provinciales), esto no implica que necesariamente sea intencionales todos (postes eléctricos, autos incendiados en banquinas, etc.), ni que puedan ocurrir eventos de ignición de origen no-antrópico (rayos), ni que ello quite responsabilidad a los tomadores de decisiones sobre el desarrollo de grandes incendios (más allá de su origen) ni sobre la gestión de los elementos que hacen a la proliferación de un incendio (también independientemente de su origen).
El licenciado Juan P. Argañaraz en su tesis de doctorado de 2015, titulada “Dinámica espacial del fuego en las Sierras de Córdoba”, ya planteaba en ese entonces que, si bien la mayoría de las igniciones son de origen antrópico, la proliferación de un evento depende de la disponibilidad y continuidad de combustible.
El ingeniero agrónomo Torcuato Tessi en su tesis de maestría de 2021, titulada “Aportes para el uso pastoril sustentable de los pastizales de altura de las Sierras Chicas de Córdoba”, luego de medir condiciones de biomasa combustible muy por encima de umbrales, previo a los grandes incendios de 2020, proponía ya considerar un enfoque agronómico del problema, basado en la gestión de la biomasa combustible, que implicaba en ese entonces (y actualmente…) un cambio de paradigma.
Mientras los incendios sean considerados como producto exclusivamente de la negligencia humana al momento de la ignición (que no implica quitar responsabilidades), enfrentándose únicamente con medidas de emergencia o de comunicación (para evitar la ignición), en lugar de prevenir identificando y manejando los elementos que predisponen a la ocurrencia y proliferación de incendios seguiremos sufriendo periódicamente este flagelo.
Estaremos cada 4 o 5 años sentados sobre un polvorín continuo de combustible, rogando que no aparezca una chispa (estrategia que a la fecha no a funcionado) o que en caso de aparecer esta, las condiciones climáticas no desaten un infierno (lo cual hasta el momento está fuera de nuestro alcance). Si en cambio está dentro de nuestras posibilidades, siempre, trabajar sobre la biomasa combustible…
Trabajar sobre la biomasa combustible abarca principalmente dos aspectos: reducir volumen e interrumpir continuidad. Como definen Bond y Kelly en su artículo de 2005, el fuego y la herbívora pueden considerarse dos disturbios que compiten por la biomasa, el fuego con un carácter generalista, y la herbívora con limitaciones en relación a la calidad forrajera.
¡Cuánto mas rentable es para el país que la biomasa fina que generan nuestros ecosistemas sea insumo de nuestras distintas cadenas pecuarias en lugar de la mecha que quema nuestros bosques nativos! Tenemos con que reducir el volumen de combustible, solo hay que promoverlo y liberarlo de las cadenas que supimos construir; entiéndase al ganado bovino equino o lanar, realizando acción de pastoreo.
Por otro lado, interrumpir la continuidad implica permitir un paisaje heterogéneo, donde chacras, rolados, caminos, picadas, rutas y vías férreas (con banquinas limpias), potreros sometidos a quemas prescriptas, etc., generen contrastes en las condiciones del combustible, ya sea a través de cambios en su volumen o en otras características que lo hacen menos propenso a incendios, como aquellas relacionadas a la proporción de combustible muerto y vivo.
Esto no es fácil ni simple, pero no es imposible. Implica necesariamente políticas a largo plazo, familiarizar a la población con técnicas/prácticas que hoy no son precisamente bien vistas, estudiar aquellos aspectos que aún no se han estudiado (o leer aquello que si se ha estudiado y duermen en las bibliotecas…), formar recursos humanos y fundamentalmente poner en revisión aspectos de la legislación provincial que hoy prohíben, limitan, encarecen, o sobre burocratizan muchas de las intervenciones que permitirían gestionar la biomasa combustible.
Este último punto es quizás el menos correcto políticamente, pero constituye el nudo del debate que una sociedad madura debería encarar. El riesgo de no hacerlo es seguir perdiendo bosques (que tanto pregonamos proteger), fauna, infraestructura rural y urbana (cada vez más urbana), productores agropecuarios (que no terminan de recuperarse de un evento que están sufriendo otro) y afectando la calidad de nuestro recurso hídrico y de nuestro recurso turístico por excelencia que es el paisaje serrano.
Si bien la revisión de la legislación ambiental siempre genera suspicacias, debemos tener en cuenta que esto esta previsto en la ley de bosques, porque siempre hay nuevos aspectos que consensuar y/o mejorar. La misma contempla revisiones cada 5 años (que nunca han tenido lugar en la provincia) así como la publicación del mapa legal de OTBN, que debería ser de acceso público, pero permanece ausente de la infraestructura de datos espaciales de la provincia (IDECOR) limitando su acceso a burocráticas “consultas de viabilidad de intervención”.
Paradójicamente tal vez la clave para conservar nuestros bosques se encuentre en la gestión de los mismos, más que en la clausura total, manejando estratégicamente la continuidad y el volumen de combustible no solo en estos sino principalmente en pastizales y arbustales donde normalmente se inician y proliferan estos eventos que luego terminan afectando cobertura boscosa nativa.
Excelente nota de una persona que sabe la teoría y la pone en práctica dia a dia. Esperemos que se tengan en cuenta estos conceptos para minimizar los daños en el futuro
Mientras “gestionar” NO SIGNIFIQUE meter vacas en el bosque, estoy de acuerdo.