La historia del arándano en Concordia está muy ligada a la historia profesional de Gonzalo Carlazara, un orgulloso nativo de esa ciudad entrerriana que se recibió de ingeniero agrónomo justo en medio de la gran crisis de diciembre de 2001. El arándano y el joven profesional echaron a andar por esa región en el mismo momento. Y todavía andan por ahí, juntos.
“Fui creciendo con el cultivo. A principios de 2002, con la devaluación, se generaron condiciones favorables para hacer negocios comerciales tales como la producción de arándanos para exportación”, confirmó a Bichos de Campo el técnico, ligado a la empresa Agroberries SA y asesor de la Asociación de Productores de Arándanos de la Mesopotamia (APAMA).
Hasta el momento en que Gonzalo se recibió de agrónomo, el arándano era una fruta fina prácticamente desconocida en la zona y había pocas hectáreas en otras regiones del país. “La gente no tenía idea sobre lo que eran los arándanos, pero gracias a la devalucación, muchos inversores vieron la zona de Concordia como una zona de primicia -es decir, los frutos se podían llegar a cosechar antes-, ya que en ese momento los arándanos en Argentina que comenzaron en 1996, se producían sólo en provincia de Buenos Aires”, relató Carlazara.
“Hoy pensamos que la calidad del arándano de nuestra zona es la condición sine qua non para armar proyectos de largo plazo”, relató en función de la genética y el manejo que están incorporando. “Está todo direccionado a tener variedades muy firmes, sabrosas, que tengan mucha cera y que tengan una vida poscosecha muy larga”, agregó.
Mirá el reportaje completo a Gonzalo Carlazara:
En Concordia, cuenta el agrónomo, “gracias al genética que incorporamos a las variedades estos últimos 10 años, arrancamos la cosecha hacia fines de agosto y primeros días de septiembre, y terminamos los primeros días de diciembre”.
“Cuando empezamos teníamos una sola variedad de 40 días de cosecha y ahora tenemos 100 días de cosecha. El cambio ha sido radical, y es mejor contar con un montón de variedades y extender nuestra fecha de oferta de fruta”, explicó.
Carlazara relató que en 2008 llegaron a tener 2.000 hectáreas en la zona mesopotámica, pero luego por cuestiones de mercado, y por culpa de inversionistas que no conocían la actividad, muchas de esas hectáreas no pudieron prosperar. “En los últimos años se acomodó el área, y desde 2012 a este año es que logramos una superficie bastante estable”, explicó.
Gonzalo, como parte de sus tareas en APAMA, contó que trabaja junto a un grupo de técnicos en relevamientos. Cada año llaman a cada uno de los productores y les consultan acerca de numero de hectáreas, variedades y producción, datos que se destinan al censo que ponen a disposición cada año.
“Hoy hay 1.025 hectáreas, con superficie estable durante los últimos años pero con un gran recambio de variedades. Tenemos entre 6% y 7% de recambio anual, lo que significa que las variedades antiguas se reemplazan por más modernas que son más tempranas, más productivas y de mejor calidad, y es sano para la industria tener esas tasas de recambio”, remarcó.
Gonzalo creció profesionalmente de la mano del arándano, junto a esa fruta. Algunos creen que ya tocó el techo: De su mano, en 2017 la empresa Agroberries SA logró el primer premio en Innovación Tegnológica en la 28° Edición del Premio al Emprendedor Agropecuario BBVA Banco Francés.
Pero seguro que queda mucha historia por escribirse.