“Soy un agradecido a la vida y las posibilidades que he tenido, pero si viajara en el tiempo y me encontrara con el César de 20 años le diría que se relaje un poco más, que disfrute, que no apriete tanto los dientes”.
En el capítulo de El Podcast de tu Vida que traigo les propongo conocer la historia de César Belloso, uno de los emblemáticos de la agricultura argentina. Ingeniero agrónomo que vivió su infancia en El Palomar, se recibió en 1982, vivió en Chacabuco hasta 1987, cuando se mudó a Pergamino. Está casado, tiene seis hijos y varios nietos.
Productor y consultor agropecuario, referente en los primeros años de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa, actualmente es presidente honorario de la institución, que presidió entre 2012 y 2014. También, en 1982, fue socio fundador de Don Mario, un emblema de la industria semillera nacional.
En este capítulo hablamos de varios temas, decisiones que marcaron su vida pero también un pin-pon imperdible con hobbies, asado, música y más. Pasen y lean…
-No sos coterráneo pero te saludo como tal, ya llevas varios años viviendo en Pergamino…
-Si, tal cual, ya tengo cuatro hijos nacidos en Pergamino, 7 nietos, la familia creciendo acá.
-¿Cuál es tu primer recuerdo del campo? ¿Haciendo qué? ¿Con quien?
-Mi nexo fue a través de un campo que tenía mi madre, que había recibido de su padre en Chacabuco, un campo chiquito, de 100 hectáreas que era compartido con su hermano. Y el primer recuerdo de campo es haber estado ahí con 9 años, porque hasta entonces el campo había estado alquilado. Esa inmensidad. No me olvido más el monte de casuarinas con ese ruido a mar, y esa expectativa de buscar pajaritos, de inspeccionar, que para un niño que vivía en El Palomar, si bien teníamos algo de verde, el campo era un mundo mágico.
-¿Naciste en El Palomar entonces?
-No. Nací en Haedo. Frente al policlínico Posadas. Pero mi infancia fue en El Palomar hasta que me casé y me fui a vivir a Chacabuco y de ahí en 1986/87 me fui a vivir a Pergamino.
-¿Y qué te acordás de esa infancia?
-Todo ha cambiado mucho, pero recuerdo jugar al fútbol en la calle. Era un barrio tranquilo, incluso había campos ahí cerca, como uno ve hoy en un pueblo del interior donde está el límite del pueblo y arrancaba el campo. Entonces, jugábamos en la calle al fútbol, salíamos a cazar mariposas con ramitas. Cosas que uno no ve más. No sólo en Palomar. Es raro ver mariposas de la alfalfa, que era la que nos llamaba la atención. Ahí cerca había un ombú centenario que había sido parte de la Batalla de Caseros, jugábamos con la banda del barrio ahí. Cosas de aquella época. Autitos, figuritas. La no virtualidad nos llevaba a inventar juegos y otras cosas para divertirnos.
-¿Y cómo eras de pibe? ¿Eras tímido o más activo?
-Te diría que era promedio, ni tímido ni líder natural. Me integraba fácil. Era bastante calentón. Algo que me duró tiempo… incluso ya en Pergamino, me tenían catalogado entre los “pibes combustibles” (se ríe)… quizás ese combustible es el que me trajo hasta donde llegué. Después la vida te va domando. Pero te diría que era fácil de mezclarme con amigos. Recuerdo muy buenos momentos, en El Palomar, que fue una infancia modesta. Vivíamos en un departamento. El club más cercano era la calle. Tomar la merienda después de hacer las tareas y a la calle. Donde hacíamos picardías, jugábamos, jugábamos a la pelota.
-¿Cuándo supiste que ibas a estudiar agronomía? ¿Fue una decisión firme o tenías un plan B?
-Me gustaba el campo y eso ayudó en la decisión. En algún momento pensé en arquitectura. No me gustaba dibujar pero que se yo, me gustaba. Pero quizás por la cercanía, estaba a tiro de tren de la Facultad y ese gusto por lo rural, me decidí por Agronomía. Y fue una facultad inolvidable. Era casi el campo mismo. En esa época era entrar a un parque que era la facultad y caminabas por la avenida de casuarinas, era un paisaje muy amigable. Y tuve la suerte de tener unos profesores de lujo total. Que hoy son grandes personalidades y profesores de la agronomía en Argentina.
-¿Alguna anécdota de esa época?
-Miles. Pero una que quedó. En una facultad politizada, año 1973/74. Había una línea de estudiantes que en un momento decidieron hacer un paro. Se propusieron sacar todos los animales y cortar Avenida San Martín. Sacaron los chanchos, las vacas… ¡y los colectivos que venían rápido! Empezaron a correr los animales por la avenida, chanchos por la vereda… Un desastre… Ahí quedó el reclamo…
-¿Qué herramienta, forma de manejo o innovación destacarías desde que empezaste a laburar?
-La visión de la producción como un sistema integrado, no como algo aislado. Basado en la siembra directa. Ausencia de remoción del suelo pero acoplado a otras prácticas. Eso ha sido un enorme cambio en muy poco tiempo sumado a otras tecnologías. Hoy las herramientas biotecnológicas han aumentado tremendamente también. La georreferenciación, las imágenes y sensores. Todo eso es parte de la evolución que he vivido. Pero lo más importante ha sido salir de una agricultura basada en insumos para ir a una de procesos. De todas maneras falta mucha superficie a integrar en este sistema, ahí entra lo político, lo económico, etc.
-¿Y hay algo que estés viendo hoy que sea tan disruptivo como fue la siembra directa en su momento?
-Creo que viene por el lado de la integración de todas las tecnologías. Biotecnología, nuevos productos, aplicaciones, biomateriales, hay mucho para agregar valor dentro de lo que ya estamos haciendo.
-Si tuvieses que armar un podio con tres personas que te hayan marcado en distintos momentos de tu carrera. ¿Quiénes estarían?
-Es muy difícil. Mucha gente. Uno es el producto de las interacciones que ha tenido. El primer gran impulsor son los socios. Otro son las redes que puedas construir. Y la base más importante es la familia, porque ese es el soporte que no falta nunca. Esos tres rubros tienen muchos. ¿A quién voy a dejar afuera?
-Contame de algunos…
-Socios, Gerardo Bartolomé (en la foto), Santiago Barberis, Víctor Trucco, Rogelio Fogante, Gastón Fernández Palma, etc… De las redes, “Nito” Martín, Gustavo Oliverio, la familia Uranga, con quienes crecí como asesor gracias a ellos y sus desafíos. Y en la familia, Cecilia, mi esposa, mis suegros y mis padres, y los amigos.
-¿Cómo ves a los jóvenes hoy? ¿Qué creés que pueden aportarle? Quizás cosas que ves con tus hijos o con jóvenes en Aapresid.
-Creo pueden aportar de todo. Son la generación que viene. Creo que su visión, su formación, ya naturalmente formada en redes debería poder desprenderse de mucha historia folclore pesado que traíamos nuestra generación, con un sistema de producir asociado a la tenencia de la tierra, etc… esas discusiones no van a tener que darlas.
-Si, y muchos de familia agropecuaria optan por carreras afines, ya no sólo como mandato agronomía o veterinaria, sino biotecnología, robótica u otras, que aportan desde otro lado a la empresa…
-Totalmente. Eso es la interdisciplinariedad que digo. La red. Hay oportunidad para hacer de todo.
-¿Qué cosas creés que no se hicieron o se hicieron mal para que se vea al campo como el eje de todos los males?
-La construcción de imágenes en la comunidad es algo que tiene una historia, lo que uno ha ido sembrando, uno comunica todo el tiempo, porque se habla que nuestra actividad comunica mal, y nosotros estamos comunicando todo el tiempo. Uno podría decir hoy que se nos ve como contaminadores, sojeros, etc. Y cuando analizás, en realidad, en parte se puede justificar eso, porque las decisiones de política económica te han llevado a sobrevivir de la mano de un cultivo, la soja. El país se ha ido fragmentando y cada uno sobrevive como puede. El país no tiene una visión de mediano-largo plazo. Pero hay mucho hecho y bien hecho… y también mucho hecho y mal hecho. Hoy Argentina tiene una oportunidad fenomenal, la agricultura regenerativa es un camino.
-¿Qué legado recibiste de tus viejos?
-Perseverancia. Foco en el esfuerzo, ir para adelante. Mi viejo tenía sexto grado y sin embargo pudo llegar a ser gerente de 13 sucursales de una empresa que vendía neumáticos, y nos dio formación de primer nivel a nosotros. Ese es un gran legado. Y a mis hijos, me gustaría dejarles que se involucren, que participen.
-Tenés seis hijos, ¿Cómo te ha ido seduciéndolos para integrarse a lo rural?
-Tengo cinco hijas y un varón. Muchas veces la visión es que las mujeres no se involucran y yo tengo hoy a dos involucradas en lo que hago. Pero con Cecilia, mi mujer, en un momento, a modo de anticipar el legado, conformamos una sociedad, “BB8” (Belloso y Buteler, el apellido de mi mujer), la fondeamos para que esa sociedad, que no es de los padres, sino de los hijos y los padres, somos 8, decida qué hacer con esa plata. Belén la mayor trabaja en la parte administrativa conmigo, Rosario es arquitecta y tiene su propio desarrollo. Junto con Inés, están en todos los temas. Agustín quiso ser abogado y después se dio cuenta que no era para él litigar toda la vida y empezó a meterse en temas del agro y con él y otros socios generamos Tomorrow Foods que está orientada a la provisión de sistemas proteicos vegetales para la alimentación “Plant based” o basada en plantas. Después está Pía, enfermera, es un corazón enorme y va a ser la menos empresaria de todas pero seguro la más solidaria. Y Solcito, que terminó Administración y fue haciendo un camino en distintas empresas, con una vocación financiera fuerte y desde ahí aporta.
-Bueno, bien, arranquemos con el pin-pon de El Podcast de tu Vida. ¿Qué hacés cuando llegás a tu casa después de un día complicado? ¿Qué te carga las pilas?
-A mí me gusta mucho la música y creo es el mejor desenganche de los problemas, entonces, un whisky con bastante hielo y algo de jazz en un sillón, poner foco en la música y dejar que la bebida espirituosa relaje el nervio.
-¿Sos de esos que mientras escucha conoce cada instrumento, y va siguiendo cada acorde?
-Ja. No, me encanta la música pero entiendo poco. Me hubiera gustado tocar el piano. Pero cero. Escucho y he leído mucho de Jazz. Pero hasta ahí.
-¿Algún deporte que hayas jugado o juegues?
-Me gustan todos los deportes. Excepto el béisbol que es el único que no podría estar más de dos minutos sentado. El resto los he ido aprendiendo y queriendo. Hasta fútbol americano. He jugado al rugby en algún momento, también al vóley, obviamente el fútbol como casi todo argentino. Era promedio en todo, pero me encantaba jugar y ahora mirar. Me gusta la superación que muestra el deporte, porque uno piensa que es todo fácil, y no piensa en todo el esfuerzo que hay atrás para poder ser bueno.
-A la hora de hacer algo a la parrilla, ¿Qué te sale bien? ¿Te gusta?
-El asado de los domingos es algo que no puede faltar en la familia. Vamos con unos tips: para mí es con leña. Una “formación” típica de mi asado de domingo: chorizo al arco, matambrito de cerdo, matambre de vaca, y para terminar algún corte que puede ser vacío, entraña, picaña, colita de cuadril… Depende. Una ensalada y un buen tinto. Y la familia, claro.
-¿Disfrutás del proceso de asar?
-Me encanta, pero clave es 60% mérito de la vaca, 30% del fuego, y 10% mérito del asador. Si no sos muy bruto es raro que hagas un mal asado teniendo buena carne y buen fuego.
-¿Qué le dirías al César de hace 20-30 años? ¿Hubieras cambiado algo?
-Soy un agradecido de la vida que he tenido y las posibilidades. Pero a aquel César la hubiese dicho “relájate más”, disfrutá, y no apretes tanto los dientes.
-¿Algún tema musical para cerrar la charla?
-Habría mil temas, pero este se lo dedico a mi mujer Cecilia, que tuvo un programa de radio un año y este tema era su música de presentación, “Don de fluir” de Jorge Drexler.