Este viernes anticipamos en Bichos de Campo el borrador del bendito decreto “rebanador” (más que “desregulador”) de Federico Sturzenegger. Involucra más organismos que solo al INTA, pero vale detenerse a explicar por qué los cambios que propone el ministro de Javier Milei podrían ser lapidarios para el futuro del organismo tecnológico del agro.
Más allá del daño ya hecho en todos estos meses de indefiniciones, que paralizaron decenas de investigaciones, sumieron a todos los laburantes en el miedo, e invitaron a muchos otros a migrar al sector privado, el decreto ahora cambia de fondo la forma de gobierno en INTA.
Para decirlo en criollo y sin rodeos, un organismo que hasta ahora era dirigido (lento, pero seguro) por un consejo directivo donde la mayoría la tenía el sector privado (los productores), ahora pasará a ser dirigido discrecionalmente por un funcionario de quinta.
No se trata de una calificación sobre la calidad intelectual o moral del tipo, que puede ser excelente profesional. Es “de quinta” porque responderá solamente a un funcionario “de cuarta”. Y es que esa es la ubicación que le dio el gobierno de Javier Milei al secretario de Agricultura de la Nación desde la intervención de ese área, en febrero de 2024: es un puesto de cuarta en el Gabinete.
De hecho, si el actual secretario Sergio Iraeta quiere decidir algo, primero tiene que pedirle permiso al tercero al mano, que es su concuñado político Juan Pazo (aunque ahora figure conduciendo el ARCA). Y éste, a su vez, deberá pedirle permiso al segundo en la escala, que es el ministro de Economía, Luis Caputo, quien a su vez deberá elevar seguramente cada tema al number one, el presidente Milei. El futuro presidente del INTA, en esta instancia, será claramente un funcionario de quinta.
Como decíamos recién, hasta ahora el INTA -que está cumpliendo 70 años- tenía autarquía política. La autarquía económica también figuraba en los papeles, pero era una mentira, porque desde hace años Economía retiraba la guita recaudada por las tasas que deberían alimentar su presupuesto, y después le mandaba algo de plata, la que quería y podía el ministro de turno. Algo así como la madre que le quita el salario a su hijo que trabaja y se lo administra de a puchitos, pero siempre se queda con la mayor tajada para sostener la economía familiar.
Pero muchas decisiones políticas sí se tomaban dentro del organismo, a través del Consejo Directivo mixto entre gobierno y privados.
La primera definición del decreto es que esa independencia no correrá más: El INTA seguirá siendo un organismo descentralizado dependiente de la Secretaría de Agricultura, pero con un modo de conducción sometido al secretario de turno. Es decir al poder de turno, que como todos sabemos en Argentina es lo más veleta que existe. Siempre empiezan todo de nuevo, con cada cambio de gobierno.
Hasta ahora, el Poder Ejecutivo era solo parte del Consejo Directivo. Tenía tres representantes (el presidente, la vicepresidente y un delegado). Luego había cinco consejeros por los productores (SRA, CRA, Coninagro, FAA y AACREA) y dos por las universidades. Ahora solo quedará un presidente, designado por el Poder Ejecutivo, con rango de secretario de estado. Ese será el que deberá pasar por cuatro filtros de funcionarios superiores, que le darán las órdenes.
Con un presidente “poderoso” que absorberá todas las funciones del Consejo Directivo y responderá al gobierno de turno, este cuerpo quedará reducido con el nuevo decreto a un sencillo Consejo Técnico, cuyos miembros trabajarían “ad honorem” y que casi ya no decidirá cosas de gestión sino simplemente sugerirá algunos lineamientos de trabajo.
Ese rebajado Consejo Técnico, además de carecer de poder de veto y de gestión, como sucedía hasta ahora (de hecho, fue el dique de contención que evitó que la motosierra entrara todavía a hacer desastres en el organismo), cambiará de conformación para que los delegados del sector privados no puedan interferir ya en el rumbo trazado por el gobierno de turno. Entonces, si los funcionarios dicen “vamos a clonar los perros de Milei”, los privados deberán aceptar esas órdenes. Y si cambia el gobierno y el próximo presidente quiere clonar gatos, pues se clonarán gatos. De eso se trata la subordinación sin valor.

Este escenario de visible degradación institucional en el INTA y su disciplinamiento a los políticos de turno (sean radicales, libertarios o kirchneristas) ha sido posible gracias a la genuflexión total mostrada por los dirigentes del campo, con la honrosa excepción de los consejeros de la Federación Agraria. Las otras tres entidades exhibieron su torpeza y sus bajezas al entregar todo a cambio de conservar sus sillitas, que serán ahora desprovistas de todo poder. Pero bueno, esta la Mesa de Enlace modelo 2025 tienen 2% de las ganas de construir una República en serio (federal, democrática, no autoritaria, ¿recuerdan?) de los que tenía aquella fundante en 2008.
A esta intervención en el sistema de gobernanza del INTA fijado por ley le antecedió en marzo la creación de una super secretaría administrativa, que absorbió 7 de las 10 direcciones nacionales del INTA, cuyos titulares eran elegidos -al menos- por concurso. Esa intervención previa sobre la burocracia del INTA fue el generoso aporte de Luis Caputo y Juan Pazo a este engendro que ahora propone Sturzenegger. Pazo -a través de su brazo ejecutor en Agricultura, un contador llamado Martín Fernández-, los apretó fiero a los dirigentes nacionales en la última Expoagro.
Los funcionarios de Economía querían manejar desde esa secretaría coordinadora todo el proceso de ajuste en el INTA, ya que concentraron el manejo de la caja, el personal, los bienes, la informática y hasta la comunicación. Pero no querían avanzar sobre el Consejo Directivo porque significaba alterar una ley nacional, lo que podría traer problemas. Sturzenegger (ahora con apoyo de Milei, claro) se animó a hacerlo. En el Palacio de Hacienda piensan que el ministro desregulador ahora se van a estrolar contra un montón de recursos judiciales.
Como sea, con todos los estamentos del INTA bajo control de este gobierno (sin resistencia civil ni de la propia línea de técnicos e investigadores), ahora el gobierno no tendrá ningún escollo a sus únicos planes conocidos, o al menos los que se conocieron públicamente: Estos son despedir el 25% del personal (1.500 sobre 6.000 empleados), vender tierras consideradas ociosas (se habal de sacar a remate unas 70 mil hectáreas, como ya sucedió con el edificio histórico de la calle Cerviño) y eliminar decenas de agencias de extensión rural. Salvo claro que la justicia o el Congreso digan lo contrario.
Sin sacralizar el INTA ni mucho menos, porque nunca lo he hecho, como observador de la política agropecuaria veo que a partir de ahora habrá allí solo sometimiento, primero a los funcionarios pedorros de turno y después, probablemente, a una agenda agropecuaria mileista, mucho más dirigida por Elztain y el grupo Cresud que por los productores tradicionales que quedan todavía en pie. Una agenda sumamente concentradora y sin matices de ningún tipo. Tan cuadrada como ha sido hasta ahora la política agropecuaria de Milei, Caputo, Pazo e Iraeta.
Comparto además un documento hecho con la Inteligencia Artificial por quienes intentan defender el organismo tecnológico, comparando la vieja Ley del INTA con las reformas que propone el nuevo decreto “degradador”.