Cuando ve la carga peyorativa que generalmente persigue a la aviación agrícola, al agrónomo Augusto Piazza le sale el docente de adentro. No puede evitarlo, porque considera que, justamente, gran parte del problema está asociado al desconocimiento.
Pero no sólo de la sociedad en general, que suele demonizar la aeroaplicación y el uso de agroquímicos, a partir de las imágenes difundidas por los movimientos ambientalistas, que asocian a los aviones con una “lluvia” irresponsable por el uso indiscriminado del glifosato. Desconocimiento también de los propios profesionales que no se interiorizan lo suficiente y repiten errores.
“El problema no es el avión, sino los que hacen mal las cosas”, asegura el especialista, que también oficia como asesor externo de la Federación Argentina de Cámaras Agroaéreas (Fearca).
Para Piazza, no hay novedad alguna en lo que dice porque, de hecho, ya lo detectaba varios años atrás en las clases o ciclos formativos sobre agroquímicos que dictaba. “Lo primero que yo hacía era preguntar cuántos de los presentes leían el prospecto de un medicamento. Prácticamente nadie levantaba la mano”, recordó, trazando un paralelismo con lo que luego se hace al manejar fitosanitarios, desconociendo lo que dicen los marbetes.
Y como no puede evitar ponerse en el rol de docente, también atribuye que muchos de los errores que se repiten en la aeroaplicación -casos aislados que terminan manchando la actividad- también guardan estrecha relación con el poco tratamiento que se hace de esos temas dentro de las aulas universitarias.
Sin embargo, Piazza considera que, más allá de esa deficiencia, es el mismo profesional el que debe preocuparse por conocer a fondo sobre el tema. “Yo tenía que ir a la biblioteca y a veces no te dejaban sacar los libros, así que tenía que copiar a mano. Ahora hay internet y es más sencillo. Hay que estudiar”, enfatizó.
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Generalmente, este entrecruzamiento de prejuicios y desconocimiento es el que reviste a la actividad con cierta opacidad y no permite discutir a fondo parte de los históricos reclamos que los mismo aeroaplicadores hacen en pos de una mayor regulación para la actividad.
Sin dudas, el principal reclamo actual es contar con una Ley de agroquímicos nacional y común a todas las actividades, sobre la que otros especialistas también insistieron en diálogo con este medio.
“Todos los proyectos mueren en el Congreso y nunca salen”, lamentó el agrónomo que, viendo las discusiones provinciales que se están librando -como el caso de La Pampa-, considera que debería borrarse la cuestión de la distancia de aplicación y, en cambio, poner el énfasis en la autoridad y su capacidad de control.
“Con una buena aplicación, ni siquiera tenés necesidad de poner distancias. En la Unión Europea, por ejemplo, aplican casi en las puertas de las casas, pero el que aplica tiene una buena certificación y una muy buena sanción si hace las cosas mal”, señaló Piazza.
Aunque ya no ve tan pocas manos levantadas cuando pregunta por los prospectos, para este docente y especialista aún queda mucho para tener finalmente una actividad regulada y segura, tan necesaria para el sector agropecuario.
“La sanidad es un eje troncal. Podés tener el mejor campo, el mejor suelo, la mejor semilla, la mejor agua, los mejores ingenieros y las mejores máquinas, pero si tenés un problema sanitario perdiste todo”, concluyó Piazza, dando a entender que la convivencia con los fitosanitarios será eterna, y por lo tanto necesita de reglas claras.