Con los números frescos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires sobre la caída proyectada en la oferta local de soja y maíz, debido a la intensa sequía, el economista jefe del IERAL de la Fundación Mediterránea, Juan Manuel Garzón, rehizo sus cuentas sobre las potenciales pérdidas económicas. No es una buena noticia, pues hasta aquí una Argentina muy necesitada de dólares ha dejado de embolsar la friolera de 2.800 millones de dólares.
“De acuerdo a las últimas estimaciones de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (fines de febrero), la sequía se había llevado ya 10 millones de toneladas de soja (-19%) y 5 millones de toneladas de maíz (-12%) en relación a una situación de condiciones climáticas y rindes normales”, indicó el informe de Garzón.
El economista basó sus cálculos en una estimación de 44 millones de toneladas de soja y 37 millones de toneladas de maíz. En ese caso, “el balance entre lo que se gana y pierde por el “efecto sequía” da negativo en 1.589 millones de dólares, una cifra equivalente a 0,3 puntos porcentuales del PBI 2017″, indicó.
Pero dejó abierta la puerta a una pérdida mayor e hizo bien, porque este mismo jueves la Bolsa de Cereales redujo todavía más sus estimaciones, a 42 millones de toneladas de soja y solo 34 millones de maíz.
Garzón ya tenía la respuesta lista antes de conocer esos nuevos pronósticos. “El rojo sube a 2.871 millones de dólares (0,5 puntos del PBI), si los volúmenes se terminan ubicando un escalón más abajo (42 millones soja y 35 millones maíz, a precios constantes)”, había escrito.
El investigador de la cordobesa Fundación Mediterránea explicó que “si bien los precios internacionales han ajustado al alza en respuesta a los problemas locales, en particular la harina de soja, no lo han hecho con la suficiente intensidad como para compensar el impacto macro que genera la reducción de los volúmenes”.
También buceó sobre las consecuencias de estas pérdidas para la macroeconomía. En ese sentido, evaluó que “el hecho que las tenencias de soja de campañas anteriores sean elevadas y que éstas muy probablemente se reduzcan en el transcurso del año, podría amortiguar el impacto negativo de la sequía, en particular sobre la generación de divisas”. En criollo, quedó soja del año anterior (se estima que cerca de 10 millones de toneladas) y entonces podría mantenerse el ritmo de los embarques.
Pero Grazón advirtió que “por el lado del nivel de actividad la situación luce más compleja, ya que los ingresos que se resignarían en la actual campaña serían bastante superiores a los que estaría generando la revalorización de las existencias (entre 560 millones y 830 millones de dólares)”.