“Es interesante preguntarse porqué Brasil triplicó la producción (agrícola) y no son las retenciones necesariamente, es por la propiedad intelectual, es decir, los brasileños usan semillas desarrolladas por ingenieros y científicos argentinos que no pueden monetizar esa propiedad intelectual en la Argentina y la venden en Brasil; entonces Brasil triplica la producción con nuestra tecnología y nosotros por no respetar la propiedad intelectual no tenemos acceso a la propia tecnología que creamos”. Así lo indicó este martes el ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, durante una charla ofrecida en el 42 Congreso Anual del Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas (IAEF).
Sturzenegger, sin mencionarlo directamente, hizo referencia a la empresa semillera internacional GDM, la cual, si bien nació en la Argentina, se encuentra presente en las principales naciones agrícolas del mundo.
El relato del funcionario puede lucir atractivo para los iletrados en la materia, pero no se corresponde con la evidencia científica. De hecho, el año pasado se publicó un trabajo científico muy interesante realizado por investigadores de GDM, CONICET y FAUBA que se propuso cuantificar precisamente la tasa de progreso genético en cultivares de soja desarrollados por GDM en la Argentina y Brasil.
El trabajo, publicado en la revista científica Field Crop Research, muestra que la tasa de progreso genético en soja en lo que va del presente siglo en la Argentina fue de 41,4, 23,6 y 16,6 kg/ha−1 anual en los ambientes de rendimiento alto, medio y bajo, mientras que Brasil fue de 43,0, 40,5 y 17,8 kg/ha−1 anual respectivamente.
Otro trabajo realizado por investigadores de INTA en 2024 detectó una tasa de ganancia genética entre 1994 y 2020 para el grupo de madurez III largo de 42,0 y 28,8 kg/ha−1 anual en la región núcleo pampeana y en el oeste de la isohieta de 850 milímetros respectivamente. Para el grupo IV largo, las ganancias fueron de 37,1 y 22,3 kg/ha−1 anual en las mismas regiones.
También puede citarse otra investigación realizada por científicos del Instituto de Investigaciones en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario, CONICET y Corteva Agriscience (2020) que muestra que la tasa de progreso genético de la soja en Argentina durante un período de 35 años fue de 42,0 kg/ha−1 anual, mientras que estudios en EE.UU. y Brasil muestran niveles de entre ∼23 y 41 kg/ha−1 anual.
agg2.20041Es cierto que en Brasil se registran anualmente muchos más cultivares de soja que en la Argentina porque existen condiciones más propicias para que las empresas semilleras puedan recuperar su inversión. Pero eso no necesariamente implica que en la Argentina se haya producido un “apagón” tecnológico al respecto porque la evidencia científica indica que no es el caso.
El hecho de que un economista supuestamente bien formado realice declaraciones sin sustento y tan disparatadas no luce precisamente como un dato alentador para aquellos empresarios agrícolas que tienen entre manos la generación del mayor caudal de divisas del que se nutre la economía argentina.
No es necesario estudiar economía para darse cuenta que un impuesto sobre el ingreso bruto, especialmente si tiene niveles confiscatorios, representa un atentado contra la inversión tecnológica, ya que las empresas agrícolas, en tales circunstancias, concentran todos sus esfuerzos en estrategias defensivas orientadas hacia la supervivencia.
Este martes la soja disponible Paranaguá se comercializó en un valor promedio de 395 u$s/tonelada, mientras que la soja Rosario se pagó apenas 275 u$s/tonelada. Es imposible que semejante nivel de extracción no tenga una repercusión a nivel productivo.
Está claro que el gobierno de Javier Milei no tiene en agenda al sector agrícola como fuente de desarrollo económico y progreso, dado que lo considera un mero aportante de divisas e impuestos. Pero esa política debería ser explicitada sin introducir desinformación ni opiniones ridículas para intentar sustentarla, dado que eso deslegitima la posición oficial en todos los órdenes gubernamentales.