En el establecimiento Los Isleños, a pocos kilómetros de la ciudad de La Paz, Eduardo Varese recibe a Bichos de Campo junto a su familia. Cuando se le pregunta cómo le gustaría ser presentado, dispara sin dudar: “Arrocero. Empresario, pero productor arrocero”.
El nombre de la empresa es Duval Flores S.A., y allí comienza una historia que lleva varias décadas en la zona. “El origen se inicia con mi suegro, que era Duval Flores, quien fue el que comenzó con la siembra del arroz”, recuerda Eduardo.
La historia del arroz en La Paz no era común. “Duval Flores era agente YPF en la ciudad. Y nunca fue productor agropecuario”. Todo cambió cuando se hizo amigo de Ladislao “Lito” Popelka, productor arrocero de toda la vida.
“Mi suegro, que es Toto Flores, volaba para el aeroclub, era un buen piloto. Y Lito ya sembraba arroz de toda su vida. Empezaron en San Javier, aquí enfrente, después fueron a Mandisoví y llegaron acá a la zona del Guayquiraró. Y bueno, ‘enseñame a volar, yo te enseño a sembrar arroz’. Y así fue, como en una charla tonta, empezaron a sembrar juntos arroz en otra arrocera. Con el tiempo, Toto por un lado y Lito por otro”.
El aprendizaje fue rápido. “Le enseñaron a trabajar el arroz y los yietes que tiene la siembra y el manejo de arroz. Y ya en la década del ‘70, por el 75, ya un grupo de arroceros de la zona compraron cada uno su molino arrocero. Y pusieron su molino en La Paz. Duval Flores arma su pequeño molino en La Paz que sigue hasta la fecha. Y compra este campo, Los Isleños, en el año 74-75”.
La vida de Eduardo no estaba pensada para el campo. “Yo no soy arrocero ni fui de campo nunca. Nuestra familia hacía carrocerías de colectivo. Nada que ver. Y teníamos empresa de transporte de pasajeros”.
Sin embargo, las vueltas lo llevaron a La Paz: “Vine a vivir a La Paz después de casado. Mi padre compra un campo acá también en La Paz. Y empecé a aprender con mi suegro, que fue quien me enseñó”.
El rumbo cambió bruscamente en 1983: “Con la desgracia de que, con tanta mala suerte, él fallece en un accidente de aviación en el año 83. Y quedó mi señora y yo, Tacuara, a cargo de la empresa. Y bueno, estamos acá ahora con cinco hijos y diez nietos. Y ya entregando la posta, o casi entregada la posta, a nuestros hijos. Yo solo vengo a hacer los asados”.
Aunque hoy se define como “cien por cien campo”, reconoce que entregar la conducción no es fácil: “Es terriblemente difícil. No es fácil para nada. Es complicado, pero no es imposible, al contrario. Y uno se va dando cuenta que realmente vale la pena hacerlo. Para eso hizo lo que hizo”.
Las riendas del campo hoy están más en manos de Laura Varese y sus hermanos, configurando la tercera generación al frente de esta empresa que combina siembra de arroz con un molino arrocero y produce bajo dos marcas, una con mercados de exportación.
En su familia, la continuidad parece asegurada: “Los chicos están criados en nuestra casa. Y realmente son del palo y nacieron y se criaron esto, mamaron el molino arrocero. Y bueno, cada uno de ellos está en un lugar distinto, pero todos unidos en la familia”.
Aunque el arroz es el eje, la empresa también se dedica a la ganadería. “La ganadería se hizo desde el inicio, desde la época de Duval Flores. Y en ese momento era cría. Luego se descontinuó, solamente con algún tema de engorde novillos. Hace unos 10 años tenemos compra y recría de terneros. Y lo llevamos a 500 kilos para exportación”.
La cercanía de los campos simplifica la logística: “Se consigue el ternero en la zona y tenemos todos los campos nuestros. La casualidad y la gracia que tenemos de que nuestra explotación agropecuaria está toda en la misma zona, alambre por medio. Arrendamos todos campos vecinos, donde hay campo de monte para ganadería, hay campos de bañado también para engordes de ganadería y para la siembra de arroz con rotación en soja, maíz y trigo. Así que tenemos todo centralizado acá, a 22 kilómetros de la ciudad”.
Mirá la entrevista completa con Eduardo Varese:
Más allá del campo, Varese también dedica tiempo a la cultura en La Paz. “Estamos abocados con el tema de Galas del Río, que es un evento cultural que se hace en nuestra ciudad desde hace 15 años. Fue una idea muy loca de grupo de emprendedores de acá de la ciudad. Fundaron Fundación Arte en La Paz y ahí surgió Galas del Río”.
El evento combina música y arte de alto nivel con formación para los chicos: “El fundamento de todo esto es, aparte de traer música de alto nivel, cultura general, se transmite a todos los chicos de nuestra ciudad. El año pasado pasaron 4.800 chicos escuchando los mismos conciertos de la noche. Se repican al otro día con sala llena de 300, 320 alumnos por sala. Así que son 10, 12 actuaciones más que hacen los artistas, para que cada niño, cada joven de nuestra ciudad pueda disfrutar de ello”.
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Con orgullo, resume: “Es un evento casi único en el país y realmente estamos muy felices y muy contentos de hacerlo”.
La historia de Eduardo Varese está marcada por los giros del destino, la herencia familiar, el esfuerzo en el arroz y la ganadería, pero también por una fuerte apuesta a la cultura y al arraigo local. Entre el legado de su suegro, el trabajo junto a su esposa, la continuidad de sus hijos y nietos, y proyectos como Galas del Río, hoy resume: “Cien por cien el campo. No es que esté dedicado permanentemente acá, pero estamos para el campo”.