“Hemos hecho más de 20 viajes por el mundo buscando la elite tecnológica en maquinaria agrícola, siempre probando lo último tratando de estar en la cresta de la ola, pero los caballos y lo telúrico siempre fueron mi pasión, mi lugar de desconexión para reconectarme con lo natural”, cuenta con entusiasmo Eduardo Martellotto, referente de la vida tecnológica del INTA los últimos 40 años.
Martellotto, es un cordobés que ingresó en el año 1980 como becario en el INTA, y después de una vasta trayectoria de 38 años, se jubiló en 2018. Sus últimos pasos en la institución fueron como director del Centro Regional de Córdoba.
Hemos compartido hace varios años un par de esos viajes que motorizaban con el INTA y el recordado Mario Bragachini, pero cuando grabamos ya hace un tiempo el capítulo número 22 de Oli-Nada-Garcas, “El podcast de tu vida”, lo convoqué para hablar de caballos y travesías, cabalgatas de montaña.
Actualmente, vive entre Córdoba capital y un campito en el norte de Córdoba donde tiene “un pedazo de tierra y sus caballos”.
“Estoy de lleno metido con la tecnología del riego con pivotes y muchas prácticas asociadas al uso de la máquina de riego para pulverizar; fertilizar; monitorear lotes con un fuerte eje en la sustentabilidad”, cuenta Martellotto. También está involucrado en la producción y promoción de la carne ovina, algo que considera “el próximo gran salto en el sector agropecuario”. E integra la comisión directiva de la Sociedad Rural de Jesús María.
-¿Y cuántos caballos tenés?
En este momento tengo seis de andar y una yegua para el sulky.
-¿Cuándo y cómo empezó este idilio con los caballos?
-Posiblemente esto empezó antes que tuviera uso de razón, porque era muy chico, posiblemente herencia de mi abuelo paterno, hijo de inmigrantes, que compró campos en Jesús María, allí nació mi madre, y tenía un campo en la zona. Eran toda gente de a caballo. Cuando tenía 5-6 años viajaba a un tambo vecino, en la zona lechera de Córdoba, y ahí me pasaba los veranos andando a caballo y trabajando de peón. Desde entonces nunca dejé de andar a caballo.
-¿Qué sensaciones, olores, te han quedado en el cuerpo de ese vínculo con el caballo?
-Lo más importante que uno siente cuando hace esa simbiosis con el caballo es que uno es parte del paisaje. No es un espectador. Cuando uno va en auto u otro vehículo es como si estuviera mirando un escenario. Cuando vos vas a caballo por el medio del monte o la montaña sos parte del paisaje, sos un elemento más, y como el caballo también es de la naturaleza, te sentís un actor y no un espectador.
-¿Y qué cosas hacés hoy con el caballo como compañero? Te gustan las cabalgatas y las travesías…
-El vínculo con el caballo te trae muchos otros vínculos porque uno anda solo pero generalmente anda con amigos, es un factor de amistad. Es sinónimo de amigos, guitarreada, asados, de todas esas cosas en medio de un ambiente natural que es lo que me ha gustado toda la vida por formación y forma de vida. Es muy interesante la simbiosis que se hace porque es un animal tremendamente inteligente que te reconoce y te puede describir a vos como vos podés describirlo a él. Por eso se usa el caballo en equinoterapia, por ejemplo, porque el caballo es un animal muy sensible percibe tu estado de ánimo, tu confianza, tu capacidad de manejo, de tratarlo como debés hacerlo y él responde. Es un espejo donde uno puede ver cuando se entrega.
-¿Y qué podés contar de esas cabalgatas?
-Vuelvo al grupo de amigos en situaciones inolvidables. Lluvia, frío, nieve, te hace que uno estreche lazos de amistad con gente que tiene la misma pasión. Y por otro lado, la parte de trabajo a caballo en el campo. Yo no he hecho deporte casi a caballo, alguna vez he probado pato.
-Hablabas justo de equinoterapia y estoy un poco vinculado con eso porque tengo un hijo con atraso madurativo y nos recomendaron mucho que empezara a hacer equinoterapia, algo que todavía no está reconocido en Argentina a nivel nacional, no hay una ley que permita que las obras sociales cubran esta terapia como lo hacen con las demás. Hoy anda feliz arriba del caballo, y es una terapia genial.
-Yo conozco muchos médicos que lo reconocen como terapia porque hay ejemplos, por ejemplo, con chicos autistas, que logran una conexión de mucho más confianza y entrega que con muchos humanos. Es una empatía difícil de describir. Yo los he visto, y ver esos chicos arriba del caballo es increíble. Son otra persona. Ver su evolución es hermoso. Logran una conexión muy difícil de explicar. El caballo siempre tiene un liderazgo y cede ese liderazgo a otro, puede ser otro caballo o una persona. El caballo percibe ese liderazgo y cuando uno se convierte en líder puede liderarlo. Si no puede liderarlo el caballo te lidera a vos. Es muy perceptivo. Y en ese intercambio, en la parte de la terapia hay una conexión que ayuda mucho a cualquier persona y de cualquier edad.
-¿Hay alguna travesía o cabalgata que por el momento de tu vida en el que la hiciste o por el lugar que la recuerdes con más cariño?
-Podría decirte que son todas distintas e igual de hermosas. Hice 4-5 cruces de los Andes, cruces a los nevados del Aconquija. Si me preguntás alguna que me haya marcado. En 2006 hice mi primer cruce de los Andes con una asociación sanmartiniana que hace un cruce en la misma época que lo hizo San Martín y por uno de los mismos pasos, el de Uspallata. Es una experiencia muy fuerte porque uno no sólo hace la experiencia de cruzar los Andes que es una experiencia indescriptible. No hay foto ni comentario que te pueda acercar a la vivencia que tenés. Pero eso se complementó en ese cruce con la parte histórica. Tener la vivencia de los hombres de aquella gesta fue increíble también. Y me tocó entrar portando la bandera en Uspallata, franqueado por los granaderos a caballo. Se te hielan hasta los tobillos, fue una experiencia única.
-¿Cuántos días son y cuánto se cabalga por día?
-Son unos 8 o 9 días. Normalmente, es conveniente cabalgar unos 30 kilómetros por día. Se 5 kilómetros por hora. Y conviene parar temprano porque el caballo también tiene que descansar y hay que ensillar y desensillar, poder bañarlo, acomodar los cueros, soltarlo para que coma y se pueda recuperar. Y después viene toda la parte del fogón, asado, guitarra, canto, baile.
-¿Tenés alguna anécdota que quieras compartir?
-En una oportunidad, un cruce de Tilcara a Calilegua, fuimos de la zona árida a la yungas, a 5000 metros de altura, con desfiladeros de 2000 metros para arriba y para bajo. Tuvimos un momento feo, porque un animal se desbarrancó. Por suerte el jinete pudo saltar y no le pasó nada, pero era un lugar donde no había comunicación, al grupo se las tuvo que arreglar para resolver la situación. Estábamos a 4 días para atrás y 4 días para adelante para llegar a la civilización.
-¿Y hay alguna cabalgata que te gustaría hacer?
-Varias mientras pueda y me de el físico. Físicamente vos tenés que estar muy bien, lo mejor posible porque hay que subir y bajar, dormir en el suelo, a la intemperie. Uno de los que quisiera hacer es el recorrido del camino real. Es un camino de postas que sale e Córdoba hasta Santiago del Estero. Que era el camino que hacían hacia el Alto Perú en la época de la colonia. Conociendo los lugares por donde se fue desarrollando nuestra argentina y nuestra américa. Y el otro es ir a los salares en el noroeste argentino. Límite con Bolivia.
-¿Qué le dirías a alguien que tiene un lindo vínculo con el caballo, pero no se anima a hacer una de estas cabalgatas? ¿Qué le puede ayudar a decidir y probar?
-Hay mucha gente que no se anima porque tiene miedo o vergüenza porque nunca anduvo y el estar con gente que tiene alguna destreza por ahí te apoca. Es cuestión de decidirse. Me parece que hay que tener dos o tres condiciones: primero hay que estar decidido; luego hacerlo con tiempo y paciencia, con los caballos no hay que ir apurado nunca, así se aprende del amansador; y finalmente, trabajar siempre con alguien que te enseñe, hay que estar preparado físicamente y después ir aprendiendo a montar, enseñarte a cómo tratar el animal, cómo poner un apero, cómo manejarte en la toma de decisiones. Yo he hecho cabalgatas, incluso embromadas, con gente que era su primera travesía. Es cuestión de tener la decisión de hacerlo y meterle nomás. Después se hace un vicio y no se puede parar.
-Has tenido épocas de mucho trabajo y estrés, ¿El caballo funcionaba como tu yoga en esos momentos? ¿Te bajaba, te conectaba con otra cosa, o te permitía ver las cuestiones de la vida cotidiana de manera distinta?
-Si. Totalmente, porque yo, que me dediqué en la agronomía a la cresta de la ola en lo tecnológico, siempre buscando la innovación, hicimos más de 20 viajes a muchísimos países del mundo buscando lo último en tecnología. Pero, por otro lado, buscando siempre lo telúrico, el campo desde la otra mirada, el paisaje, la paz, el andar a caballo, coleccionando herramientas viejas de campo, cosas históricas, de otra época del hombre de campo. Eso me permitió siempre de dónde venimos y después me sirvió para desenchufarme de la vorágine de lo tecnológico, y creo que conocer de dónde venimos y cómo eran las costumbres antes te permite encarar y entender mejor cómo usar las nuevas tecnologías hoy. Es un cable a tierra importante que me sirve para entender contrastes, de estar con un equipo computarizado o un drone y después trabajar con un animal como el caballo.
-¿Los nombres de tus caballos?
-Te nombraría primero uno que ya no está. El viejo Malacara, que me hizo andar a mí y dos generaciones seguidas. Después “Tanguito”, que nació en el campo, un alazán “calzado de dos” que se llama, con sus “manos” blancas. Tengo la “Murra” que es la madre de dos de los caballos que tengo. Lo tengo a “Cambalache”, que vino por un cambio de varios caballos que no los usaba. El “Criollito” que es el único criollo puro que tengo en el grupo. “El Indio”, un tobiano nacido en el campo, de una yegua, “La India”, también tobiana.
-¿Y para las cabalgatas largas es mejor una hembra o un macho? ¿O es indistinto?
-Es indistinto. Incluso para cabalgatas largas y difíciles es interesante el mular, que es muy bueno para estos desafíos.
-Como cierre, un clásico del podcast, ¿Qué tema te gustaría que quede sonando?
-Antes que nada, gracias por la entrevista, una charla diferente, hablando de actividades en la vida que me han llenado de satisfacción. Que no se pierdan las costumbres camperas. Y un tema que me identifica es “Honrar la vida”, de Eladia Blázquez.
Si ama los caballos no los sometería a esa tortura, los caballos en la naturaleza no nacieron para ser montados. Debería saberlo como veterinario