La Asociación de Productores en Siembra Directa (Aapresid) cumplió 30 años. Fue fundada en 1989 por agricultores vanguardistas del sur de la provincia de Santa Fe -luego se expandió por toda la pampa húmeda-, que buscaban primordialmente frenar el deterioro de los suelos causado por la erosión hídrica y eólica. Luego los beneficios de ejercer el menor de los disturbios posibles en el suelo se hizo notar a lo largo de los años.
Eduardo Luis da Silveyra se considera un fanático de Aapresid, y tiene la camiseta puesta desde que se dio cuenta que en su campo, ubicado en un área de escasas precipitaciones, lo mejor era no arar y conservar el suelo con cobertura en superficie, las cuestiones básicas de la siembra directa o labranza cero.
“Empecé a viajar por todo el país y juntarme con estos locos, que lo que más me gustaba era que te contaban todos, sus éxitos y sus fracasos. Como decía Rogelio Fogante -un pionero-, el concepto es la aplicación de la técnica, la información está disponible para todos. Es como el gran cocinero que le pone talento a los insumos disponibles”, describió el miembro de Aapresid.
Aquí la entrevista completa con Bichos de Campo:
El hombre ama la siembra directa. “Es como un vino bien añejado, cuanto más pasa el tiempo mejor se ponen los suelos”, describió da Silveyra. “Está comprobado que los beneficios son acumulativos”, agregó.
En cuanto a las deudas pendientes de la siembra directa, Eduardo menciona que lo ideal es que los sistemas sean mixtos, rotando agricultura con ganadería. “Claro que igual se puede mejorar el suelo solo con agicultura, pero hay que rotar bien, hacer cultivos de cobertura, etcétera”, finalizó.