Eduardo Costa estudió y se recibió de médico, pero no ejerció demasiado esa profesión, ya que por las cosas de la vida comenzó a trabajar en un rubro totalmente diferente, como presidente de Buck Semillas. No lo lamenta para nada e ironiza que ambas cosas son parecidas, porque finalmente tanto la medicina como el mejoramiento vegetal dependen cada vez más de los complejos equipamientos que en la actualidad les provee… la ingeniería.
“Los ingenieros son los que manejan todo”, bromea en esta entrevista con Bichos de Campo. Razona que gracias a las nuevas tecnologías para hacer análisis y diagnósticos mucho más certeros y veloces, tanto uno como otro rubro han evolucionado vertiginosamente en los últimos tiempos.
Como sea, Costa forma parte de la historia de un semillero, Buck, que a la vez forma parte de la historia del trigo en la Argentina. Nada más y nada menos. Resulta grato detenernos en esas historia durante una jornada que esta empresa semillera “nacional y familiar” organizó hace pocos días en su base de operaciones, un campo ubicado entre Necochea y La Dulce, en el sudeste bonaerense. Mientras los productores recorrían las parcelas donde se presentaban las novedades del semillero, Bichos de Campo entrevistó al veterano presidente de esa compañía.
Mirá la entrevista completa:
Costa llegó a trabajar en el semillero por culpa del amor, ya que se casó con una de las hijas de José Buck, el fundador de esta empresa. Nacido en Alemania en 1900 y emigrado a la Argentina luego de la primera guerra mundial, Buck es sinónimo del origen del mejoramiento genético en trigo en el país junto a otro alemán llamado Enrique Klein. Son dos baluartes. El criadero fundado por Klein ha llegado al centenario. El que fundó Buck en 1930 está cumpliendo los 93.
Eduardo es un gran entrevistado, porque no pierde las formas amenas y didácticas, pero a la vez tiene ganas de dejar por sentado su pensamiento y a veces apela a los tonos graves y más solemnes. Entre otras cosas, está orgulloso de haber mantenido durante todos estos años el impulso por la investigación que tenía su suegro. Elogia al equipo de mejoradores que tiene Buck y habla de las nuevas tecnologías disponibles para acelerar la selección de variedades comerciales, ya sea mediante marcadores moleculares o a través de la edición génica.
-El mejoramiento, cuando comenzó Buck con esta tarea, debía ser muy distinto. No había biotecnología agrícola como la conocemos ahora…
-No había. En aquel momento se tardaban 10 o 12 años entre que uno quería obtener un trigo más alto, uno más bajo o uno más resistente. El cruzamiento era manual. Y no podías medir. Ahora sí podés medir y saber si determinada planta heredó el gen que vos le quisiste meter para tener una resistencia u alguna otra cualidad. Ahora nosotros estamos viendo que la edición génica hace esto y lo otro. Hay muchísima gente por detrás que no pertenece a la especialidad, pero que está trabajando en eso. Biólogos, químicos e ingenieros. Incluso ahora estamos hablando de robótica. Todo eso lo que vamos a ver en los próximos diez años. El cambio va a ser infernal.
-Cuente un poco la historia de Buck. Usted tiene bastantes años ya dentro de la empresa. ¿Cómo ha evolucionado? ¿Ha visto este vértigo?
-Por supuesto. Yo llevo 45 años acá dentro trabajando. Esta es una empresa familiar- responde Eduardo.
La historia de Buck es una historia de un enorme sacrificio. José, nacido con el siglo en Alemaia, se vino al país en el año 23, llegó a trabajar en lo que podía. Primero estuvo en Misiones, en medio del monte. Luego consiguió un puesto en un campo de un alemán en La Pampa, trabajando de peón. Allí se enteró de que el Ministerio de Agricultura de la Nación había contratado un ingeniero inglés para comenzar a hacer mejoramiento en trigo.
“No había en esa época mejoradores. Don José ya había tenido estudios en Alemania. Entonces cuando él se entera se presenta y lo toman como tal. Trabajó dos o tres años con el inglés.Pero éste termina su contrato y se va y don José queda dentro del Ministerio. Lo mandan primero a una chacra de Córdoba, en Devoto, y luego terminó en la chacra experimental Barrow (ubicada al lado de Tres Arroyos). Bueno, fue ahí cuando fue a buscar a su novia que había dejado en Alemania. Porque seis años después fue a buscar a su novia, que lo esperó. Se casaron allá y vinieron para acá”, relata Costa. Habla de ellos con mucha distancia, pero finalmente son los padres de su esposa.
-¿Ahí es que Buck se independiza?
-Primero mi suegra va a Barrow con él. Pero su jefe le dice: ‘Mire José, veo que usted no es una persona para estar en relación de dependencia, tiene que independizarse. Alquile un campo, empiece a trabajar por sus colores’. Y tanto fue así que alquilaron una chacrita en el pueblo de Deferrari. Ahí empezó a hacer sus propio mejoramientos con trigos de la zona. Con un camioncito, vendía unas pocas bolsas. Y fue creciendo.
-Evidentemente los chacareros aceptaba esos trigos porque tenían cualidades superiores al común.
-Exactamente. Hasta que apareciera una variedad que rindiese más o vos sacaras algo nuevo, los productores te compraban automáticamente porque se suponía que era algo bueno. En esa época el país se dividía en dos. Todo el norte lo tenía Klein y todo el sudeste y sudoeste lo tenía Buck. Después, con el tiempo, aparece el programa de mejoramiento del INTA. Pero los dos primeros fueron Klein y Buck.
Resulta inevitable, luego de recorrer aquella historia, preguntarle a Eduardo sobre el irresoluto conflicto que cruza la agricultura contemporánea en la Argentina, donde las empresas que mejoran los cultivares de trigo y soja se quejan de que el sistema legal en semillas ya no protege sus esfuerzos de investigación, y que existe un mercado marginal donde nadie retribuye a los obtentores por sus desarrollos.
Las reiteraciones de palabras y figuras hacen a una buena explicación. Eduardo repite muchas veces las cosas como para que quede clara la injusticia: “Las autógamas, o sea trigo y soja fundamentalmente, son plantas que vos compraste cinco bolsas de semillas, sembraste lo mismo, sembraste lo mismo, sembraste lo mismo, y siempre te va a dar lo mismo. Es decir que podés guardar parte de la cosecha”.
“En todo el mundo el que se guarda semillas para siembra propia le paga una regalía al obtentor. En Uruguay se respeta, en Paraguay se respeta, en Bolivia se respeta, en Chile se respeta, en Perú se respeta, pero en la Argentina no se respeta. Y eso hace que sea muy difícil, porque vos te matas trabajando e invirtiendo”, resume el presidente de Buck, que cierra: “Vos obtenés un muy buen trigo y el primer año a lo mejor vendiste, por decirte, 5000 bolsas. Dos años después ya no te compran más porque siguen sembrando el mismo trigo exactamente. Entonces es ahí en donde falla la ley de semillas”.
-Que injusto suena para empresas como la de ustedes, que desde Necochea están compitiendo con multinacionales que están en todo el mundo…
-Las grandes multinacionales, cuando están viendo esto que sucede, dicen ‘mirá, esto no es negocio para nosotros’. Entonces no te traen nuevo germoplasma, no te traen nuevas cosas. Y nosotros necesitamos, de la misma manera que mandamos genética hacia afuera, también traer de afuera. Si vos ves al campo experimental que está allá (señala hacia las parcelas), te vas a encontrar con especies que vienen de Estados Unidos, que vienen de Rumania, que vienen de Francia, que vienen de Alemania. Porque vamos probando, viendo si hay resistencia a tal enfermedad, cuál es la más resistente al frío. Y vas cruzando, cruzando, cruzando, cruzando… De eso ya no viene prácticamente nada, no quiere saber nada por el conflicto de las regalías.
-¿Entonces ahí debería cobrar valor el trabajo de las empresas localizadas en su propio territorio?
-Claro. Pero resulta que tenés el problema que nadie te quiere dar nueva genética porque dicen: ‘¿Para qué voy a mandarle algo a la Argentina?’ Seguro que si la ley se cambia, esto mejoraría. Pero hace años que venimos luchando, hablando con diputados, senadores… El otro día estuve con un político y me dijo que era productor agropecuario.¿ Y qué opina de la ley de semillas? Me dijo, ‘¿qué es la ley de semillas?¿. Entonces le explico de las autógamas. Y me pregunta ‘¿qué diferencia hay entre un autógama y un híbrido?’ Y bueno, éste va a ser candidato…
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-¿Y qué pierde la Argentina? ¿Qué posibilidades pierde?
-Perdemos, por ejemplo, que Brasil nos está pasando por arriba en trigo. En rendimientos, en resistencia. Yo siempre escuchaba que Brasil no podía producir trigo. Pero Brasil está haciendo maravillas con el trigo resistentes en cada zona. Y nos está pasando por arriba.
-Con todo este difícil panorama, y con 45 años trabajando en esta empresa que es familiar, ¿hablan de estas cosas cuando se juntan en la mesa de Navidad? ¿Qué balance hace de sus 45 años en Buck?
-Evidentemente algo va más allá de los problemas y existen gratificaciones. El solo hecho que vos vayas por cualquier lado del país y te reconozcan que sos de Buck, que te pregunte la historia, que se yo, eso nos reconforta porque significa que vos no sos un chanta sino alguien que hace bien las cosas y que quiere producir. Pero no exclusivamente para nuestro bolsillo. Quiero producir para darle a al productor, al país, etcétera.
Cuando habla de las cosas pendientes, a Eduardo Costa le surge de inmediato hablar de la falta de estímulos no solo a la industria semillera sino también a que los productores busquen producir cada día más trigos de calidad diferenciada. Se pregunta: “¿Por qué no mejoramos más? ¿Por qué no hacerlo si tendríamos muchas posibilidad de dedicarnos al trigo de calidad?”
“En Buck hemos tenido siempre trigo de calidad y seguimos trabajando sobre calidad, pero al productor siempre le pagan lo mismo, nadie le paga la calidad. La calidad se paga de repente hacia afuera ¿Pero a quién se la pagan? A quien se aviva. Y ese es el exportador o el acopiador o la cooperativa. El productor no va en nada de eso”, se lamenta.
-Claramente eso es una cultura. Hay que modificar una cultura.
-Tenemos que estar convencidos todos. En todo el mundo el trigo de calidad vale más que un trigo común. Nosotros el trigo de calidad lo estamos mandando a Brasil para el negocio de las galletitas. Acá no podemos conseguir que una galletitera nos compre ni una sola bolsa de trigo especial porque no es negocio, porque la tiene que vender más caras a las galletitas. Las condiciones económicas y políticas hacen que no lo puedan hacer.
-Llevan 93 años mejorando trigo en la Argentina. usted trabaja aquí desde hace 45 años. ¿Cómo se imagina que sigue esta película?
-Y a pesar de eso nosotros en este momento estamos en la segunda generación, que es la de mi mujer y mi cuñada. La tercera generación son mis hijos y ya viene la cuarta, que son los chicos de veintipico de años integrándose. A veces las familias crecen mucho más rápido que las empresas. Pero lo que importa es que la empresa pueda darle a esos hijos una salida. Si así es, acá adentro tiene que venir tan preparado como el mejor.Y si no, andá a estudiar otra cosa…
-¿Y siguen siendo todos tan rigurosos y trabajadores como Don José?
-No, no, no, no, no, no, no. Pero el país no es el mismo tampoco. Todos los inmigrantes vinieron realmente a trabajar en serio. ¿No es cierto? Además, el ahorro servía. Fijate que tengo algunas cartas que mandaba mi suegro cuando todavía estaba en un campo en La Pampa. Contaba con mucho orgullo: ‘Me compré mi primer caballo’. Y cuando un señor le dijo ‘tenés que abrirte’, se abrió en una chacrita y su primera casa fue una casa que hicieron de barro con su mujer, con piso de tierra como este. Pero el ahorro entonces servía. Vos tenías una buena cosecha, dos buenas cosechas y podía comprar un pedacito de campo. Hoy tenés una buena cosecha te alcanza para pagar las deudas.
Se nota a la legua que a Eduardo la situación del país le duele. “Es pobre y lo hemos empobrecido. No sé si a propósito, yo creo que a propósito, porque no hay otro motivo. Supongo que es porque se maneja muy bien a la gente cuanto la gente menos cultura tiene”, define.
-Y menos dignidad.
-Menos dignidad, menos justicia. Vos ya no sabés lo que es justo y lo que no es justo. Entonces, por lo tanto, no sabés si la justicia está actuando bien o está actuando mal. De hecho, vos ves en la Justicia un gran disparate de cosas. Pero a la gente no le importa. No me importa que haya inflación, no me importa si tengo menos para comer, pero sí me importa que la Argentina gane al fútbol. Cuando vos pensás eso, ¿qué podés pensar que le queda a los chicos que están terminando su secundario? Irse del país.
-Es lo que está sucediendo…
-Es lo que está sucediendo. Yo tengo un hijo que hace diez años se fue de acá, de la Argentina. Y una hermana que ahora se va a Estados Unidos, va a volver porque quiere terminar su carrera universitaria acá, pero su idea fija es ir a trabajar afuera.
-¿Es triste, no?
-Es triste porque uno hizo todo el esfuerzo por hacer todo esto y levantar todo esto, nosotros logramos tener una cantidad de campo más o menos interesante gracias al criadero, y ahora es el resto del campo el que está subvencionando el criadero. ¿Entonces qué podés pensar? Yo les llamo la vuelta de los abuelos, se están yendo otra vez. Es triste todo eso. Haces el esfuerzo de dar trabajo, de pagar tus impuestos, blanquear todos los sueldos. ¿Y qué reconocimiento tuviste? Ninguno, absolutamente ninguno.
-Muchas gracias, Eduardo, por contarnos las dos caras de una historia.
-Lo hago con gusto y con rabia, con bronca. Porque no puede ser que a un país como este, donde tenemos todo para desarrollar, no seamos capaces de desarrollarlo. Fundamentalmente hay que empezar por la cultura, hay que empezar por la educación. Si no arrancamos por ahí, en el término de diez años, estaremos en manos de los chinos, de los hindúes, de no sé quién.