Uruguay votó y su gente decidió que cambiará el signo político del gobierno en el vecino país, pues en el balotaje se impuso el candidato del Frente Amplio, Yamandú Orsi. El voto del interior productivo, de todos modos, siguió apuntalando al Partido Nacional, sigue ahora tendrá el rol de ser opositor. En este contexto difícil de entender para los argentinos es válido preguntarse si ganaron o perdieron los productores uruguayos.
Eduardo Blasina, agrónomo y periodista agropecuario del Uruguay (conduce el programa radial Tiempo de Cambio y lidera la consultora Blasina y Asociados) habló sobre este asunto con Colonia Agropecuaria:
-¿Estás contento por cómo se votó? No con el resultado, sino con el proceso…
-Con el proceso, sí, en la medida en que ha sido una campaña sin incidentes, uno podía ir a una feria o a una esquina transitada y ver gente repartiendo listas de distintos partidos y conversando y tomando mate todos juntos. O sea, en ese sentido, creo que una vez más fue una campaña que a los uruguayos nos deja el orgullo de la convivencia, y que trae alternancias sin sobresaltos, como han sido siempre los cambios de timón aquí, donde el perdedor siempre entrega de buen talante los rituales presidenciales a quien vence.
-¿Te sorprendió la paridad?
-La elección anterior fue una elección más pareja que esta, por 30.000 votos y no hubo ningún inconveniente. Esta que tuvo una diferencia de 97.000 votos, un poquito mayor, pero también una elección muy pareja. Peor ya tuvo el saludo del presidente Luis Lacalle Pou al ganador y ya tiene la coordinación de equipo programada para empezar esta semana. Eso está muy bien. Lo que sí cabe notar como diferencia es que hubo mucha más apatía. Es decir, las elecciones, cuando regresó la democracia, generaban actos multitudinarios, un involucramiento mucho mayor. En esta elección realmente a todos los partidos les costó hacer actos que convocaran mucha gente, e incluso muchas veces recurrían a alguna banda de música o algo que diera un apoyo en la convocatoria, porque la gente estaba mucho más tranquila. Es algo que preocupa un poco, sobre todo en las generaciones más nuevas que no valoran como los que vivimos en dictadura lo que es tener libertad y poder cambiar de gobierno periódicamente.
-¿Y qué mensaje te parece que dejaron las urnas en términos de cambiar el signo político?
-Primero, que nadie tiene mayorías parlamentarias. Eso es una novedad en Uruguay, donde hasta ahora el que ganó siempre tuvo mayoría. O sea que ahora no se le dio a nadie una luz verde para gobernar sin dialogar con los demás. Por otro lado, pasó una cosa interesante, en el sentido de que la valoración del presidente Lacalle Pou llegó al final muy alta, con cerca de 55%, pero la fórmula que prometía la continuidad no generó la misma adhesión.
-¿Por qué te parece que sucedió eso?
-Creo que hay varios mensajes. Uno, el gobierno, el Partido Nacional, estuvo envuelto en una sucesión de situaciones muy escandalosas, con una chica trans que hacía campaña de una manera muy grosera y que terminó generando una denuncia falsa contra el candidato del Frente Amplio; o con un senador pedófilo que terminó preso y con muchos menores involucrados; o con un narco que recibió un pasaporte que le permitió recuperar la libertad de una manera muy dudosa… Entonces, luego de un muy buen manejo de la pandemia empezó una sucesión de escándalos que me parece que fueron mellando un poco a un público que no está muy embanderado. Y luego el Partido Nacional tomó una decisión muy extraña de poner como candidata a la vicepresidencia a una mujer que hasta hace muy poco tiempo era comunista, sindicalista. Fue algo que en el propio partido generó mucho ruido, un experimento un poco extraño.
-¿Le gente entonces deploró con su voto esta suerte de banalización de la política?
-Sí, puede haber un poco de sanción a la banalización y creo que también un poco de sanción al recurrir para la vicepresidencia a alguien que no tenía ninguna trayectoria política previa, que tenía sólo una trayectoria sindical, que quedaba como potencial vicepresidenta sin haber hecho una carrera parlamentaria. Era como algo que generaba una pérdida de entusiasmo. Creo que eso incidió. El gobierno de Lacalle Pou tuvo que enfrentar una pandemia y salvó bien el examen. Luego tuvo que enfrentar una sequía terrible, de tres años prácticamente, y creo que la enfrentó bien en el sentido de la asistencia a los productores, porque el agro siguió produciendo, se mantuvo una dinámica importante a pesar de la adversidad. Y tuvo un tercer factor que también incidió, que fue el momento en que Argentina estaba muy barata para nosotros en el final del periodo del gobierno anterior. Eso generó un daño muy fuerte en el comercio en los departamentos del oeste, en Salto y en Paysandú. Todos los departamentos que están contra el río Uruguay que atravesaron una crisis de recesión muy fuerte porque todos los uruguayos cruzaban Argentina a comprar barato. Entonces, estas tres adversidades me parece que terminaron pesando en un resultado electoral. Como ha dicho algún politólogo aquí, si no hubiese tenido tantos escándalos, el partido de gobierno podría haber ganado.
-¿Para el agro uruguayo se perciben muchos cambios por venir?
-Bueno, si tomamos el interior de Uruguay, el Partido Nacional gana con holgura, a pesar de esos departamentos contra Argentina. El productor lo que percibe es que el Frente Amplio equivale a un Estado más grande, más pesado, más oneroso, y mayoritariamente lo ven con disgusto el cambio del partido de gobierno.
-¿Como una amenaza a que va a haber mayor presión fiscal?
-Exacto, como una amenaza a que va a haber mayor presión fiscal, de que los desequilibrios económicos de Uruguay no se van a resolver, y que va a haber un gasto social elevado que va a terminar saliendo del bolsillo de los productores. Hay muchos productores que hacen esa lectura, además de que el Partido Nacional es un partido que tiene un arraigo en el Uruguay rural muy fuerte. Hay una cosa sentimental, de afecto al Partido Nacional. Pero el otro aspecto más racional es esa percepción del Frente Amplio, que va a ser más gasto, menos crecimiento, y que la fiesta “la pagaremos los productores o con impuestos o con pérdida de competitividad”.
-¿Y es solo una percepción o hay amenazas concretas? ¿Hay algo concreto en la plataforma del Frente Amplio?
-Hay alguna redacción muy ambigua sobre revisar el impuesto a la renta, y más que el impuesto a la renta, el impuesto al patrimonio. Pero aquí los partidos, creo que a la inversa de Argentina, buscan ser lo más de centro que pueden. El Frente Amplio ya anticipó quién va a ser el ministro de Economía, que es un economista que ha asesorado a las mayores empresas de Uruguay, a las grandes forestales como UPM. Es alguien que genera calma a los mercados y el discurso ha sido de más crecimiento, más orden. En realidad hay como una mimetización, porque el Partido Nacional puso un énfasis en las políticas sociales en la campaña, mientras que el Frente Amplio puso un énfasis en más crecimiento y orden económico. Es como que cada uno estaba tratando de tomar el votante de centro del bando rival con lo que más le preocupa a cada uno.
-Pero, además, si hay equilibrio en las cámaras legislativas, es como que se van a neutralizar.
-En el Senado el Frente Amplio tiene mayoría, pero en la Cámara de Diputados no tiene mayoría. O sea que para tener una ejecutividad en el proyecto legislativo que tenga el Frente Amplio, va a tener que negociar.
-¿Y la grieta no se apoderó de las calles?
-Muchas veces yendo en un transporte público o caminando por la calle, en los días anteriores a la elección, uno escuchaba conversaciones donde alguien decía, gane quien gane tal cosa. O sea, nadie espera que vaya a haber un cambio violento y nadie lo esperaba en ningún sentido ganara quien ganara. O sea, los temores no son respecto a algo por venir, ni una reforma agraria ni una detracción. Me parecería muy raro que hubiera medidas radicales desde el gobierno nuevo.
-¿Y cómo está actualmente el agro uruguayo?
-Acá está en pleno curso la cosecha de cultivos de invierno, con resultados podríamos decir razonablemente buenos en rendimiento en trigo y cebada, rendimiento muy cerca de 4.500 kilos. Un precio flojo pero con un volumen que permite salvar la ecuación sin que sobre mucho. Con algún problema de calidad porque hay mucha cebada forrajera. Acá la cebada es un cultivo muy importante pero muy exigente en tamaño de grano, etcétera. Entonces hay un tercio de la cebada que no entra para malteado, que pasa a forrajera y que tiene un precio bajo. También hay una cosecha entre mediocre y buena de colza, pero con un buen precio -hasta hace pocos días estuvo arriba de 500 dólares-. La colza también ha cobrado importancia aquí y emergen otros cultivos destinados a combustibles no fósiles, como la carinata, la camelina. Hay cultivos nuevos. Uruguay está en un proceso de diversificación de cultivos de invierno.
-¿Y con qué ánimo se está sembrando la gruesa?
-En los cultivos de verano la perspectiva de precios es muy floja para la soja, como pasa en todo el mundo, pero es un buen arranque de cultivos. Por ahora la primavera viene siendo aquí muy buena climáticamente, salvo alguna zona en el suroeste o en el sur pero que esta semana ya se acomoda. Creo que ahí va a pasar como con trigo y cebada: el precio no es bueno pero los kilos pueden compensar ese precio muy modesto.
-¿Y la ganadería?
-La ganadería está en un momento muy bueno porque el precio internacional está muy firme. Por estos tres años de sequía la oferta es poca, la exportación en pie está participando muy activamente, y ya no sólo compra terneros sino que compra de todo. Y la situación forrajera es excepcionalmente favorable y hay mucha cebada forrajera para los corrales, hasta 70 dólares que es un precio que cierra la ecuación. O sea que en materia ganadera el panorama productivo y comercial es bien interesante.
-En Argentina estamos embarcados en un proyecto de trazabilidad individual y de tratar de hacer lo que Uruguay hizo hace mucho tiempo, que es identificar con un chip electrónico cada uno de los bovinos. Acá se discute mucho si sirve o si no sirve. ¿Qué lectura haces vos de eso?
-Bueno Uruguay empezó con esto te diría en el año 2001, porque fue una negociación que hizo para volver a los mercados cuando la época de la aftosa y la Unión Europea ofreció esa solución. Generó mucha polémica en aquel entonces. Creo que en Uruguay la polémica está saldada en cuanto a la utilidad que tiene la trazabilidad, por lo menos para un país chico y para un país que no tiene deforestación, que apuesta a producir una carne gourmet para el exterior. Uruguay exporta dos tercios de la carne que consume, nunca tuvo selvas, o sea que no podemos demostrar fácilmente que nunca talamos bosques para hacer ganadería. Y el tener trazabilidad para nosotros es clave porque lo que uno dice lo demuestra de una manera muy fehaciente que los competidores sin trazabilidad, que tienen más dificultad en hacerlo. Entonces aquí es una una discusión que se salda a favor de la trazabilidad, pero con la salvedad de que es mucho más fácil hacerlo en un país chico que en un país más grande, o sea, ahí implica un mayor costo.
-¿Pero es solo el chip o hay que hacer algo más?
-Uruguay está trabajando en una plataforma que al tiempo de demostrarle a la Unión Europea que no deforestamos pueda agregar otros atributos. Por ejemplo, aquí tenemos 50 o 60% del territorio que es campo natural, que es donde se hace la cría, y se entiende que se puede certificar que un novillo fue criado en campo natural, que eso puede ser un factor de diferenciación. Entonces tratamos de aprovechar esa exigencia de la Unión Europea que causa un poco de mal humor para generar una plataforma que agregue atributos que se sumen a la característica de libre deforestación. Y todo eso sin trazabilidad es poco creíble. Vos podés decir que tenés la mejor carne del mundo, pero si no la podés demostrar.