El Senasa (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) decidió incluir dos nuevos fármacos de uso veterinario dentro del Sistema de Trazabilidad de Productos Fitosanitarios y Veterinarios. Obligación, lo que implica un control mucho más estricto sobre su utilización en el mercado argentino. Se trata de los productos veterinarios que contengan en su formulación derivados de fosfomicina (Ácido fosfórico) y polimixina B. Se los considera peligrosos por pertenecer a la RAM, que no es la resistencia ancestral mapuche sino la creciente resistencia antimicrobiana que afecta la salud global.
En la Resolución 80/2025 que el organismo publicó este jueves, se estableció que en treinta días todos los operadores que movilicen medicamentos que tengan esas dos sustancias entre sus ingredientes deberán inscribirlos en el Registro Nacional de Productos Veterinarios, y respetar su correspondiente Sistema de Trazabilidad, ya que su uso indiscriminado colabora a generar una mayor resistencia al uso de antibióticos tanto en salud humana como animal. La Ley 27.680, de Prevención y Control de la Resistencia a los Antimicrobianos, declaró prioritario este tema en la Argentina.
Aquella ley establece que “deberá regularse y promoverse el uso racional y prudente de los antimicrobianos en salud animal y producción agroalimentaria a través de los organismos competentes, eliminándose gradualmente el uso de antimicrobianos como promotores de crecimiento en animales para consumo humano”. ¿Y por qué? Porque el uso y abuso de esas sustancias genera luego ineficiencias en los antibióticos, cuando se los necesita. Esa RAM, por eso, es mucho más peligrosa que cualquier otra cosa.
“Existe preocupación mundial por el uso de los antimicrobianos en sanidad animal, principalmente relacionada con el aumento de la resistencia antimicrobiana y su impacto en la salud pública.
“La Resistencia a los Antimicrobianos (RAM) impacta negativamente en la salud humana y en la sanidad animal, así como en la seguridad alimentaria mundial. La Organización Mundial de la Salud (OMS) insta a todos los países a que tomen medidas para luchar en contra”, justifica el Senasa esta nueva decisión, ya que “la RAM representa una amenaza sanitaria prioritaria y mundial para la salud humana, animal y ambiental”.
Entre los peligros que acechan los diversos países han recomendado prudencia en la utilización de productos veterinarios farmacológicos que contengan en su formulación derivados de fosfomicina (Ácido fosfórico) en animales productores de alimentos para consumo humano. En 2023, incluso la Unión Europea decidió cierta prohibición de esa sustancia. La fosfomicina es un antibiótico usado para tratar las infecciones a las vías urinarias.
“Si bien la fosfomicina es un antibiótico poco utilizado en la industria avícola y porcina, es de elección en casos puntuales cuando no se encuentra respuesta con otros tratamientos disponibles”, indicó el Senasa en la resolución donde fija un mayor control y trazabilidad sobre dicho producto.
Por el lado de la polimixina B, se trata de “un antibiótico registrado específicamente para tratar infecciones bacterianas oculares en animales de compañía, o en heridas, en preparaciones oftálmicas o locales (spray), combinada con otros activos”.
El organismo consideró ahora que “a partir de las necesidades planteadas por las cámaras de productores avícolas y los laboratorios productores de medicamentos veterinarios, resulta pertinente avanzar en ampliar la lista de productos veterinarios trazados en el citado Sistema de Trazabilidad e incluir a los productos que contengan derivados de fosfomicina (Ácido fosfórico) o polimixina B, así como también la prescripción de uso bajo receta veterinaria electrónica a fin de realizar un seguimiento estricto de dichos productos”.
“Es necesario controlar la expedición y el uso de la fosfomicina y polimixina B que se comercializan en la Argentina”, es la conclusión oficial, que estableció procedimientos mucho más estrictos sobre estas familias de productos.